Lluís Pasqual y Nuria Espert, otra vez con Lorca
Lluís Pasqual y Nuria Espert. Foto: Quique García
Resulta sorprendente imaginar a Nuria Espert, una grandísima actriz, cuya expresión es difícil de asociar a la desagradable dureza de Bernarda Alba, la protagonista de la más pulcra de las tragedias de Federico García Lorca. Porque hay evidentemente dos Lorcas, el del Romancero Gitano y el de Poeta en Nueva York. El de La casa de Bernarda Alba y el de El Público.
También resulta difícil imaginar a Lluís Pasqual que dirigió ésta última, así como Comedia sin título..., los Lorcas más alejados de Andalucía, al frente ahora del más puro retrato de la represión en un pueblo andaluz de los años 30 del pasado siglo. Y para más sorpresas está Rosa María Sardà, una de nuestras mejores actrices pero absolutamente discordante con el estilo interpretativo de la Espert. Aunque sus mejores interpretaciones han ido de la mano de Lluís Pasqual (Rosa i Maria, Duet per un sol violí, Wit). Esto sucederá a partir del 29 de abril en Teatre Nacional de Catalunya (TNC). Y, más todavía, en la Sala Petita.
-Lluís Pasqual: “Uno siempre tiene listas de obras que le gustaría hacer, pero cuando Sergi Belbel me propuso dirigir en el TNC me pareció que La casa de Bernarda Alba era adecuada. Como la obra hace del público una especie de voyeur, como si los espectadores fueran espías, la sala grande no era adecuada, las actrices no pueden impostar la voz como en un gran teatro, en esta obra todo es más íntimo, más privado. Es una obra pequeña, no es comercial, por eso es adecuada para un teatro público. De la puesta en escena todavía hay muchas cosas que no sé cómo serán pero el escenario es un rectángulo en el centro, con un suelo blanco, de ladrillo. Lo que me gustaría es que saliera “la foto”" que hizo Lorca. Quisiera saber retener el lirismo. Como hizo Picasso con el Guernica, que es maravilloso pero no tiene concesiones a lo bello”.
Como la mayoría sabe, La casa de Bernarda Alba trata la represión que sufren las cinco hijas de Bernarda tras la muerte del padre; Bernarda les prohíbe salir de casa durante años para guardar las apariencias ante el vecindario. La criada, Poncia, tiene orígenes mucho más humildes, ella lo sabe todo, pero está sometida a su ama. Sobre este ambiente de represión, el novio que habla tras la reja con la mayor, Pepe el Romano, se convierte en el objeto de deseo sexual de las cinco hermanas, el desencadenante de la tragedia. Lorca lo subtituló Drama de mujeres en los pueblos de España pero como dice Pasqual, va más allá del drama para consolidarse como una tragedia de gran fuerza, sin que ello entrañe ninguna semejanza con las tragedias griegas.
- En un momento en que se habla de memoria històrica, todos recordamos alguna muerte, en mi caso, la de mi tío republicano que hizo enloquecer a mi abuela. Entonces salen fotos, filmaciones, todos los tabúes del tema. Lorca dejó con La casa de Bernarda Alba una obra poética, una metáfora, un reportaje fotográfico. Y en Lorca todo se une a los intérpretes. A mí me liga con Nuria, también con Sardà.
- ¿Ha pensado que Lorca, al describir la represión de las mujeres, estaba haciendo una metáfora de la represión sexual, de la homosexualidad?
- Lorca siempre tiene niveles, con una frase provoca un libro, hay que repetir siempre la lectura para profundizar, tiene una gran concreción, como Chejov. Cuando ves un problema en la obra, luego te das cuenta de que el problema era tuyo. En La casa de Bernarda Alba, Lorca saca el lirismo de sus anteriores obras andaluzas como Yerma o Bodas de Sangre, quiere que sea una obra dura, seca.
- ¿No le parece que para un escenario relativamente pequeño, treinta vecinas son muchas?
- Lorca habla de doscientas. Y no es una metáfora. Por otra parte, en el tiempo que vivimos, es una maravilla dar trabajo a treinta mujeres.
- ¿Le ha sido difícil trabajar a la vez con Espert y Sardà?
- Trabajar con grandes actores es fácil. Lo difícil es elegir entre grandes actores. Son dos mujeres inteligentes, ambos personajes tienen una temperatura trágica. Bernarda tiene que mantener un mundo vacío, sin sentido. En un momento dado dice: “Los antiguos sabían muchas cosas que hemos olvidado”. Poncia mantiene la casa como un perro. Se ha quedado treinta años allí dentro. Hay otro personaje mayor, muy fuerte, la abuela Josefa, que interpreta Teresa Lozano. Ella transforma su escapada en locura, como los personajes de Shakespeare.
- En realidad el gran protagonista es Pepe el Romano, ausente.
- Muchas veces se ha pensado en incorporarlo a la tragedia pero tiene mayor fuerza su ausencia que su posible presencia.
- Adela, la hermana con mayor protagonismo, la interpreta una actriz que no conozco, Almudena Lomba.
- Hice un casting para este personaje y la elegí a ella. También es producto del casting Nora Navas porque la actriz que tenía que interpretarla se quedó embarazada y, evidentemente, no podía hacer el personaje de Amelia, una de las hermanas.
- Cambiando de tema. ¿Qué ha ocurrido con la Ciutat del Teatre de la que usted hizo el proyecto?
-En realidad todo lo que escribí se va haciendo despacito, paso a paso. El Mercat como centro coreográfico, el Instituto, se va haciendo despacito. No se hizo más rápido porque el Ayuntamiento tiene poquísimo compromiso con el teatro. El único teatro municipal de Barcelona es el Mercat de les Flors, en cambio en Madrid hay tres salas municipales, el Centro Cultural de la Villa que ahora se llama Fernan Gómez, el Español y las Naves del Matadero.
- ¿Y el Lliure? ¿Volvería al Lliure?
- Cuando renuncié lo hice por motivos concretos: la falta de confianza y de libertad. Pero también intuí que yo no era la persona adecuada. Los poloneses dicen que cada diez años hay que reinventar el teatro y cada veinte hay que reinventar los teatros. Creo que Rigola hace un trabajo personal, hace un “lliure” pasado por su personalidad y en condiciones muy difíciles por lo ajustado del presupuesto. En principio y visto desde hoy, no volvería al Lliure. Tuve la suerte de hacerlo muy joven. No hay que repetir.
- Nuria Espert deja hablar a Pasqual, que tiene más prisa para irse, pero asiente a lo que dice. Sonríe con su intensa y siempre amable expresión.
Al contrario que Pasqual, Espert ha hecho varias veces al Lorca del drama andaluz. Yerma, dirigida por Víctor García, marcó un hito en su trayectoria, luego fue Rosita la Soltera dirigida por Jorge Lavelli. Aunque también había hecho Haciendo Lorca, junto a Alfredo Alcón dirigida por Pasqual. Hace muchos que Espert es sólo dirigida por grandes directores internacionales. Ahora su reto es hacer Bernarda Alba, un personaje duro y difícil.
Nuria Espert: Bernarda es un mal papel. No sé cómo me encuentro en el papel. Yo la dirigí con Glenda Jackson y Joan Plowright en Londres haciendo la Bernarda y la Poncia. El rol es malo, no como por ejemplo Medea asesina que es bueno. Lawrence Olivier y John Gielgud se peleaban en Romeo y Julieta porque ninguno de los dos quería hacer Romeo, querían hacer Mercuccio. Bernarda es mal papel, pero luego, como actriz, estudiando el papel, encuentro momentos preciosos escondidos, acaso los invento. Creía que había ya pagado mi deuda con Lorca pero ahora estoy muy feliz de hacer el primer Lorca que se hace en el TNC.
- Me cuesta verla de Bernarda.
- Tampoco yo me veía al principio. Pero hay una fuerza potente que se transmite y me dispara y sale una violencia interior, muy distinta a la de la tragedia griega, que quizá todavía no he utilizado. Es la tragedia actual.
- Y dos actrices como Sardà y Espert ¿no son como dos planetas distintos?
- Debería convertirse en una ventaja. Poncia es más abierta, por sus orígenes duros. La dureza de Bernarda es exterior, sólo le importa la apariencia. Poncia lo sabe todo, todo lo que ocurre. Llevan viviendo juntas treinta años pero Poncia dice “soy su perra”. Rosa y yo hemos hechos cosas juntas, por ejemplo la película Actrius, nos entendemos en las cosas importantes. El que tengamos modos de hacer distintos puede ser una ventaja. Y es importante que Pasqual nos conozca mucho a las dos.
- En la trayectoria de Nuria Espert llama la atención su último espectáculo Hay que purgar a Totó, de Feydeau.
- Todos hacemos listas de lo que nos gustaría hacer, también las hacíamos con Armando (mi marido): había Shakespeare, Ibsen, Brecht... Yo siempre he creído que soy una persona graciosa y pensé que podía permitirme un respiro, un “break”. Los actores dicen que se lo pasan bien haciendo sus papeles. Yo no, pero en Feydeau sí. En la tragedia no puedes pasártelo bien y no puedes utilizar tus vivencias para interpretar el papel. Pero con Feydeau me he divertido.
- Exceptuando épocas anteriores, Espert opta siempre por directores internacionales.
- No tengo previsto nada con directores españoles pero trabajé con Mario Gas. Pero no he podido seguir a los directores de la generación de los sesenta.
- ¿Por qué vive en Madrid?
- Tengo una casa muy confortable, muy bonita y allí me siento bien. No hay una razón especial.