El último latido
Se va uno de los últimos miembros de la nobleza del rock, un hombre precipitado intermitentemente por el cielo y el infierno sin solución de continuidad
26 junio, 2009 02:00Jackson, durante una conferencia en París en 1996. Foto: AFP
Javier López RejasDespués de Elvis, en la nobleza del rock sólo nos quedaba Michael Jackson, Jacko, máximo representante del pop, la otra línea sucesoria de la música heredada de los grandes ritmos nacidos del rhythm and blues, el funk o el soul. Como todo lo que le ha rodeado en los últimos años, el misterio ha puesto el broche final. Nada fue normal en su medio siglo de vida. Desde su atormentada infancia, Michael Jackson se ha precipitado intermitentemente por el cielo y el infierno sin solución de continuidad. Puso lo mejor sobre el escenario y lo peor fuera de él, desde su histórico Thriller (1982) de principios de los ochenta (vídeo que marcaría un antes y un después en la forma de promoción) hasta las patéticas imágenes mostrando a su hijo desde la ventana de un hotel de Berlín o la postiza boda con Lisa-Marie Presley.
Para la historia de la música, lo que realmente cuenta, quedará su impresionante carrera desde los Jackson Five, grupo con el que la mítica Motown daría sus últimos bombazos discográficos siguiendo la estela iniciada con formaciones como Supremes, Miracles o Temptations. Quincy Jones puso lo demás. Billie Jean y Bad fueron éxitos que devoraron la industria musical de los ochenta y principios de los noventa, década en la que arranca una patética decadencia que culminará con los famosos juicios por pederastia y demás blanqueamientos epidérmicos.
Fue el Rey del Pop indiscutible sobre el escenario. Fuera de él, probablemente una persona desequilibrada víctima de un éxito que nadie que no fuera extraterrestre (muchos lo dudaron a juzgar por las espectaculares giras que hizo bailando como jamás nadie lo había hecho o bajando de platillos volantes en sus pirotecnicas escénicas) hubiese podido soportar. Michael Jackson reinó en el siglo XX pero no supo adaptarse al XXI y lo ha pagado con su muerte. Su testamento: muchas deudas, una gira paliativa de 50 conciertos (con principio y fin en Londres) y un rey del pop hecho a sí mismo. Por nuestra parte, descanse en Bad (disco y época, la de los ochenta, por la que le recordaremos).