Image: La ABAO después de Kraus

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Escenarios

La ABAO después de Kraus

13 noviembre, 2009 01:00

Un momento del Faust en la producción del Capitol de Toulouse. Foto: THÉATRE DU CAPITOLE DE TOLOUSE


Mañana desembarca de nuevo en la temporada de la ABAO, en el escenario del Euskalduna, una de las óperas más queridas del repertorio tradicional, Faust de Gounod; un título que ha tenido excelentes servidores en la ciudad vasca. Los buenos aficionados recordarán, ahora que se han cumplido los diez años de su muerte, la presencia de Alfredo Kraus en el papel protagonista. No estará ya, lamentablemente, el tenor canario cuando se alce el telón y comience la ópera, que se ofrece en una producción procedente del Capitol de Toulouse y que viene firmada por el actual director de la Bastilla de París, Nicolas Joel. Pero, en su lugar, aparecerá un tenor de hoy, un valioso sustituto, un heredero de otras latitudes: Piotr Beczala.

Este joven cantante polaco, que ha hecho suya, en la línea de un Wunderlich, la parte de Tamino de La flauta mágica de Mozart, se ha empezado a instalar, con cierto cuidado de momento, en un repertorio de mayor enjundia dramática, que esperamos no perjudique la mag- nífica pasta lírica de su voz, manejada con acabada técnica y un sentido musical no demasiado frecuente. Parece un muy adecuado Fausto, personaje que precisa de dulzura y suavidad en las cantilenas y de impulso adecuado en los pasajes más intensos de los últimos actos.

La música de Gounod, de un romanticismo elevado al cubo, envuelta en un caudal melódico imparable, precisa también, al menos, otros dos intérpretes de talla. Margarita será en este caso Eva Mei, de instrumento muy lírico, quizá sin la plenitud pedida para la parte. Mefistófeles, el bajo francés Laurent Naouri, muy correcto cantante, puede que sin la amplitud ideal. En el foso, con la Orquesta Sinfónica de Bilbao, estará el israelí Rani Calderón, uno de los más activos jóvenes directores de hoy. Como Mei y Naouri, hace su presentación en la plaza. Esperamos que pueda conceder la necesaria frescura a una partitura muy apreciada, pero en la que hay zonas abiertamente banales, como la tan conocida aria de Valentin (aquí Rodion Pogossov), tan artificialmente pomposa. Pero no pueden desconocerse la elegante instrumentación general y el encanto de páginas como la hermosa cavatina de Fausto o el aria de las joyas de Margarita. Ni tampoco el (educado) salvajismo de la canción de Mefistófeles.