Image: Sanchis Sinisterra lleva los clásicos al taller

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Escenarios

Sanchis Sinisterra lleva los clásicos al taller

19 julio, 2013 02:00

Las protagonistas de Mucho ruido y pocas nueces, de Las Grotesqués y el Teatro de Cámara Cervantes, que podrá verse el domingo en Almagro Off. Foto: Primavera Ruiz.

¿Qué hacer con los clásicos (aparte de mutilarlos)? Es la provocativa pregunta con la que José Sanchis Sinisterra participa, a partir del jueves, en los talleres del Festival de Almagro. El autor de ¡Ay, Carmela! reflexiona sobre los retos de la adaptación teatral sin renunciar a las esencias del texto y al éxtasis emocional y perturbador del público.

"Tu faz, mi noble par, es libro en que los hombres leer pueden raros temas. Para engañar al tiempo, muéstrate igual al tiempo: lleva bienvenidas en ojos, manos, lengua; hazte flor sumisa, pero sé la sierpe bajo ella. Al que se acerca hay que atenderle bien; y tú debes dejar bajo mi cargo el gran negocio de esta noche". No cabe la menor duda de que Lady Macbeth hubiese sido una buena directora de actores. Sus palabras -escritas por Shakespeare para Macbeth- podrían servir de estudio en los talleres que José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) imparte por toda nuestra geografía desde su experiencia en el Nuevo Teatro Fronterizo, que resiste las embestidas de la crisis a base de "socios, solidaridad y gratuitas funciones clandestinas". Estas son algunas de las claves que forman su ideario sobre qué hacer con un texto clásico, "aparte de mutilarlo".

Actor y texto, lo primero

Los considera esenciales. "Para mí, el teatro lo forman el texto y el actor. Todo descansa en la organicidad del actor, sobre la indagación que hace del personaje y de su mundo". Hasta tal punto es así que se muestra completamente dispuesto a montar un clásico en un escenario vacío, sólo con actores: "El destino de mi trabajo es el actor. Su figura es capaz de convertir un acto solitario como la escritura en algo público. Un clásico constituye un material interesantísimo para su enriquecimiento personal y artístico". Sobre el texto, reconoce que tiende a respetar la palabra del autor. "En muchos casos la sofisticación estilística y retórica es un problema. No sólo para que el público entienda lo que está pasando sino también para que el propio actor pueda encarnarlo. Ahí no encuentro una fórmula precisa. En ocasiones me siento tentado de quitar cosas porque el autor está tratando de ser más culterano que Góngora. Esto es retórica exhibicionista, que también existe. Como los dramaturgos tenían complejo de inferioridad con respecto a los poetas querían demostrar que ellos también sabían ‘adornarse', matando así la situación dramática en la que colocaban a sus personajes".

La versión y sus chapuzas

En la versión es donde Sanchis Sinisterra empieza a marcar su territorio. En este proceso es donde el autor se enfrenta, de un lado, a la eliminación de todo aquello que no es esencial, lo que el dramaturgo llama mutilación: "Si no se ha hecho un estudio previo podemos llegar a un reduccionismo simplista y barato". La otra cuestión que se suele cobijar en la intervención del clásico es, según nuestro autor, la modernización: "Modernizar es colocar un texto clásico en un contexto contemporáneo a martillazos y de forma a menudo superficial. Ahí se produce muchas veces un choque de códigos. Reducir el texto a veces molesta. El resultado puede ser una chapuza semiótica que no me gusta".

El personaje y su "par"

"Soy bastante crítico con la forma en que habitualmente se trata a los personajes en las obras clásicas. Un aspecto que hay que revisar es la palabra, que lo es todo. Es la ley en el teatro del Siglo de Oro. Me pregunto por qué debemos seguir manteniendo la identidad del personaje con su palabra cuando desde hace cien años funciona en el teatro contemporáneo la noción del subtexto, o sea, la no correspondencia entre lo que el personaje dice y lo que realmente está sintiendo". Viene a ser lo que propone Lady Macbeth a su "par", aconsejándole que se comporte de una manera y piense de otra. Para Sinisterra, se puede caer en el estereotipo, "puesto que no permitimos que el espectador desconfíe de lo que dice". En sus dos adaptaciones de La vida es sueño siempre ha intentado que a través del personaje de Basilio se perciba en todo momento que es un canalla, por mucho que apele a la astrología o al destino.

Verso a verso

Según Sanchis Sinisterra habría que encontrar un equilibrio entre preservar algo de la musicalidad de la obra, siempre sometida a la ley del pensamiento del personaje, y su intencionalidad real. "A veces eso significa introducir pausas y silencios en medio de la estructura métrica -precisa-. Después de Beckett no se puede prescindir del silencio. Tengamos en cuenta lo que el teatro contemporáneo ha conquistado ya. No hagamos como si no existiera Stanislavski o Pinter. Veamos qué ocurre si tratamos a los autores del Siglo de Oro desde sus perspectivas. Pensar, por ejemplo, qué ocurriría si este acto fuera de Brecht, si esta escena fuera del Teatro de la Crueldad...".

El fermento del público

Aunque acuda bajo el reclamo del prestigio de los clásicos, que es el anzuelo principal, lo que quiere Sanchis Sinisterra es que el público que asiste a una obra clásica salga tan afectado emocional e intelectualmente como si estuviese viendo un montaje contemporáneo: "Los clásicos son un contenedor de las manifestaciones de la condición humana. Tenemos que conseguir que esas manifestaciones conmuevan al espectador, que quede perturbado, para que su éxtasis no provenga sólo de la belleza del verso". Al fin y al cabo, Sinisterra considera que el teatro es un fermento del pensamiento y de la emoción. "Más del pensamiento, porque la emoción ya nos la manipulan otros medios artísticos. El teatro es siempre contemporáneo".

Así, y a modo de coda, sin abandonar a Shakespeare, recordamos el Aparte de Macbeth donde reflexiona: "Si el sino me hace rey, que el sino me corone sin mover yo la mano". A lo que el infortunado Banquo responde: "Ved cómo está el amigo absorto".