Image: The National, desangelados

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Escenarios

The National, desangelados

4.500 personas pasaron frío en Vistalegre durante el concierto de los de Cincinnati, que no sobresalieron (quizás por la mala acústica del lugar) pero ofrecieron un generoso show de dos horas

21 noviembre, 2013 01:00

Matt Berninger durante un momento de la actuación de The National en Vistalegre. Foto: El Mundo

La frase "este es el último concierto al que vengo a Vistalegre" es ya una especie de mantra que repite el público de Madrid para, luego, volver a darse de bruces con el hormigón del palacio. Anoche, en el concierto de los esperados The National (ocho años sin pisar Madrid y la última vez fue en Moby Dick), alguien dijo que habría que prenderle fuego al lugar, primero por su mala acústica y, segundo, para ver si el público lograba entrar en calor. Frente a un graderío más animado, la gente de la pista, tiritando, se arrejuntaba en el centro, dejando aire por todas partes y demostrando que el espacio no era el adecuado para un concierto de rock en Mr November. Es este un recinto donde a más caña, más suciedad, más ruido y peor sonido. Está más que comprobado.

La banda, una de las más importantes en la escena del rock internacional hoy y con una esperanzadora historia de éxito lento y crespuscular, hizo lo que pudo ante ese panorama desangelado, pero también le faltó ángel. Tras un arranque en modo gélido, a ratos desacompasado y con una anecdótica sección de viento que nadie pudo escuchar, fue calentando con su celebradísimo Trouble Will Find Me, el disco que les puso en el epicentro del mainstream y que protagonizó el concierto, salvo algún recuerdo de los días en los que la fama no era tal. A sus 4.500 fans presentes, para complicar más las cosas, se les notaba que llegaron con este álbum (el sexto) a The National. Sabían, pues, que ésta era una de las citas otoñales a la que había que acudir, pero desconocían la mayor parte de las letras. Y, claro, más frío, gente que bosteza, que mira el móvil. Si a esto se le une que el personal ha dejado de beber en los conciertos, porque la cuenta no da para mucho después de pagar 38 euros de entrada, la contención puede hacerse insoportable por momentos.

Con todo, los de Cincinnati fueron soltándose y, llegado el momento, en temas como Fake Empire, Terrible Love y Graceless, dialogaron al fin con sus fans. Su mérito: dos horas ahí arriba, la vastedad de canciones defendidas, sus interesantes excursiones al punk y un crescendo indudable. Lo peor, que en directo los pastiches se notan mucho más (hola R.E.M., hola Pixies, hola Joy Division, ¿qué os contáis?), las anodinas proyecciones y el quiero y no puedo emocional que se vivió allí dentro.

Al cantante, Matt Berninger, con sus gafas, su sobrio traje negro, su aspecto de hombre golpeado por la vida y con esa imponente voz de motor viejo, le faltó empatía durante una parte del show, hasta que por fin la interpretación expresionista y los paseos de un lado al otro del escenario y luego al centro de la pista, así como sus palabras ("estamos de verdad muy contentos de estar aquí") caldearon una noche que también salvó su valiente y casi emotivo cierre en acústico. De los músicos podemos decir lo justo, el sonido no dio tanto de sí como para extendernos en aciertos y errores. Eso sí, en England brillaron.