Laurel Halo, Chance of Rain
Laurel Halo en el CA2M de Madrid durante una de sus Picnic Sessions.
'Chance of Rain', "probabilidad de chubascos". Ina Cube ha encontrado un título perfecto para su segundo álbum como Laurel Halo. Tal evocación de inestabilidad atmosférica sitúa esta anomia con forma de disco en un futuro que ya está aquí.
El primer álbum de Laurel Halo, Quarantine (Hyperdub, 2012), es un lodo absorbente como arenas movedizas. Cruce entre ambient y canción retorcida, produce algo estanco y tóxico donde brotan extrañas emulsiones sensoriales trágicas, pesadillescas y hermosas. Digamos que es obsesivo y está vuelto hacia sí. Chance of Rain no es su opuesto y no es difícil ver puntos en común entre ambos. Pero sí es una profundización en los factores que preexistían a la forma más o menos pop de aquellas composiciones. En medio de Quarantine está la voz. Aquí la estadounidense no canta. Esa falta la explica una rauda carrera en la que voz y letras parecen invitadas que acudirán de vez en cuando. En los cinco EPs firmados desde 2010 por Laurel Halo junto a los dos elepés ha habido algo de synth pop pero sobre todo ambient electrónico y techno experimental.
Así, fuera de la cueva sci-fi de emocionalidad íntima de Quarantine, el camino menos lírico y más expansivo podía intuirse en los últimos tres discos breves, donde la exploración de los confines rítmicos es esencial. Pese a ello, Chance of Rain (Hyperdub) es sorpresa y anomalía. Flotando sobre corrientes movidas por fuerzas desconocidas y de distinto signo, sus elementos, abstractos y singularizados, chocan, se recombinan, atraen y repelen en constante danzar. Entre el collage casual y la concienzuda construcción compositiva, su agitación esquiva la fórmula de variación sobre repetición habitual en buena parte de la música electrónica rítmica. Todo aquí se organiza como ritmo pero a la vez como textura y atmósfera gracias a contrastes y acuerdos entre aparentes contrarios: estático/móvil, onírico/lúcido, control/azar, y así. Es techno hecho de instantes cambiantes, de fragmentos que se desmoronan y acumulan brevemente. Se desenvuelve en fases, enfoques y desenfoques en lugar de patrones, como en un pasaje ambient. Y es ambient hecho de sonidos y presencias percutidos en una pista de baile. En medio, gran trabajo con el espacio negativo, el fuera de foco o campo. Hay varias formas de leer este álbum. Una consiste en pensar que su eje invisible lo componen la intro, Dr. Echt, el intermedio Melt y la outro -Out, junto con la pieza que le da título. Todas tienen en común la presencia, ingrávida y contaminada, de fracciones de piano de calidades jazz. No parece gratuito.
Quizá lo que en este festín remite al principio de incertidumbre, a mutantes, a la acción dislocada de los dibujos animados, no sea otra cosa que una sublime apropiación y puesta en escena actual de los principios del jazz evolucionado post-1960 aplicados al ancho y nervudo tronco del techno. Desde esa perspectiva todo se ve más claro. Este disco incombustible, duradero, en el que cuesta un poco entrar del todo, ha sido producido a partir de la idea de capturar ciertos momentos musicales, ni enteramente improvisados, ni tampoco precintados por la composición, de desarrollar las incontables posibilidades y permutaciones de un mood. Una fluidez y apertura que parten de y van hacia el directo, hacia una universalidad free de los gestos del cuerpo y de la mente sobre las máquinas electrónicas.