Image: Les contes d'Hoffmann se caldean en el Círculo

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Escenarios

Les contes d'Hoffmann se caldean en el Círculo

16 mayo, 2014 02:00

Cristoph Marthaler, Sylvain Cambreling y Anna Viebrock en la sala de billares del CBA. Foto: Javier del Real.

El ingenio de Mortier sigue coleando en el Teatro Real. Este sábado llega al coliseo madrileño su visión de Les contes d'Hoffmann, cristalizada sobre el escenario por Cristoph Marthaler con una recreación espacial del Círculo de Bellas Artes de Madrid, institución a la que el gestor belga estaba muy apegado. En el foso, Sylvain Cambreling.

Se presenta en el Teatro Real, al alimón con la Ópera de Stuttgart, la producción de Les contes d'Hoffmann de Offenbach, un proyecto en el que Mortier había puesto mucho interés, hasta el punto de que fue él quien determinó que el ámbito físico en el que debía de situarse la escena habría de ser el del Círculo de Bellas Artes de Madrid, sito en el magnífico edificio construido por Antonio Palacios. Christoph Marthaler hizo suyo el proyecto, que abraza, con la escenógrafa Anna Vierbrock, con total convicción, ya que estima que el Círculo "reune inspiración espacial y de contenido para nuestra puesta en escena, además de ofrecer una fascinante alegoría sobre el pensamiento, la sensibilidad y la forma de actuar de Mortier. En ese lugar reina una absoluta simultaneidad entre la productividad intelectual y artística: formación, invención, bosquejo, proyecto, desarrollo... todo ello en el mismo momento y en todas las plantas".

Otra cosa es cómo puede adaptarse ese planteamiento a las exigencias de una ópera como la de Offenbach, tan compleja, tan sutil, tan variada y con tantos cambios de escena, de época y nivel narrativo. Marthaler lo ha visto claro: "La ópera es como una obra de arte que trata sobre el exceso de pasiones humanas incontrolables. De un espacio, por tanto, en el que el permanente e indistinguible conjunto de estados amorosos de muy diversa índole se convierte en una exigencia desmesurada".



Esta visión toca muy directamente el lado surrealista que sin duda late en el meollo de la historia escrita para el compositor por Jules Barbier y Michel Carré. La dimensión fantástica es básica para entender el desarrollo del drama, que no se sabe a la postre si es fruto de ese delirio que da lugar a la creación de distintos personajes femeninos y a invenciones calenturientas. La primera de ellas "trata del amor hacia un aparato mecánico (Olympia), un objeto pues al que el intercambio humano le resulta no solo ajeno sino imposible. A continuación, Hoffmann establece una relación en la cual una joven de nombre Antonia, ligada a él por una profunda inclinación, decide entregarse al canto y por tanto al arte, situación que refleja la contradicción en la que se ve sumido, en realidad, el propio Hoffmann. Finalmente, experimenta otra forma de pasión en la que el amor solo se finge para obtener algo a cambio que sirve exclusivamente al propio bienestar. En este caso, la cortesana Giulietta quiere adueñarse de la imagen del artista en el espejo". Un punto de vista que nos parece muy válido y que puede calar en la auténtica y profunda naturaleza de la ópera, lo que supondría, creemos, un avance respecto de la fallida puesta en escena de Wozzeck de Berg, anterior trabajo de Marthaler, asimismo junto a Viebrock, para el Real.



La versión que escucharemos en esta ocasión no es la tradicional de Choudans, muy incompleta y que recogía el material con el que la obra se estrenó, muerto ya el autor, en la Ópera Cómica de París, el 10 de febrero de 1881, sino la de Fritz Oeser, bastante completa, aunque con modificación de líneas vocales, armonías y orquestación. Edición que empleó en su grabación de 1988 para EMI Sylvain Cambreling, director que se va a situar de nuevo en el foso madrileño y que para la ocasión ha realizado una revisión a partir de la partitura original de la Biblioteca Nacional en París. Por ello, aun basándose en la edición de Oeser, ha modificado el acto de Giulietta y ha readaptado el libreto, colocando las escenas en su orden inicial. Nunca se había interpretado así, y es por tanto una primicia para Madrid. En perjuicio de la muy fiel edición de Michael Kaye y Jean-Christophe Keck, que recoge los últimos hallazgos.

Sea cual sea la edición, no variará demasiado el carácter musical de una obra verdaderamente maestra que, dice Cambreling, "expresa, a través del personaje de Hoffmann, una idealización del arte muy propia del siglo XIX. Para ello, Offenbach creó una música muy emotiva. Los recitativos y las arias se alternan sin solución de continuidad, así que técnicamente hay que ser muy flexible. Además es una obra en la que el lirismo se combina con recitativos muy próximos al lenguaje hablado, lo trágico y lo cómico conviven, lo dramático se entremezcla con la crítica social, y la opereta con la grand opéra. Sin olvidar que encierra ya una faceta wagneriana. Es una ópera que no tiene parangón".

Les contes d'Hoffmann es un magnífico muestrario de caracteres vocales, que requeriría, así lo pedía el compositor, una misma cantante para los tres principales papeles femeninos: Olympia, Antonia y Gulietta, que precisan realmente tres instrumentos de distinto calado, una lírico-ligera o ligera, una lírica y una lírico-spinto o mezzo de cierto carácter. Es muy digno a priori el reparto madrileño. Eric Cutler, de voz clara y extensa, es ya un experimentado Hoffmann. Anna Durlovski, una voz aérea, es Olympia. En este caso, Antonia y Giulietta están asignadas a la voz, lírica, de hermoso color, no siempre segura en la emisión, de Measha Brueggergosman, mientras que las cuatro caras del demonio serán reflejadas por el barítono Vito Priante, puede que algo limitado para partes tan distintas. La distinción de Nicklausse estará en la voz, quizá algo agostada ya, de Anne Sofie von Otter, una antigua especialista en el papel. Se alterna con Hannah Esther Minutillo. Lo mismo que Cambreling lo hace para cinco funciones con Till Drömann.