Beczala revive a Kraus en el Real
Kraus, durante el único recital que dio en el Real (2008).
El coliseo de la plaza de Oriente homenajea al tenor canario, fallecido hace 15 años. Primero, este viernes, con un recital de Beczala. Y segundo, ya el sábado, con una gala protagonizada por su hija y varios alumnos.
Mucho ha evolucionado este artista. La voz, lírico-ligera en tiempos, es ahora fundamentalmente lírica. No reconocemos ya en ella ese lustre juvenil, esa tersura de otrora. Abusa, quizá a propósito, de pequeños, a veces inapreciables, golpes de glotis, que van formando un tejido que, unido a una evidente guturalidad, no hace siempre confortable la audición y perjudica la obtención del siempre conveniente legato. Pero ha potenciado su zona superior y se luce, incluso con regodeo y facilidad, en agudos restallantes, vibrantes. En todo caso, es intérprete cuidadoso, profesional y dotado de una técnica muy sólida, que le permite lanzarse con libertad a la recreación de partes a veces muy comprometidas. En este concierto va cantar páginas de Donizetti, Moniuszko, Gounod, Bizet, Verdi, Massenet y Puccini. La orquesta del Teatro Real será dirigida por el ya conocido Marc Piollet.
El buen manejo del aliento y el brillo en la franja alta pueden acercarnos al cantante polaco a la ya mítica figura del tenor canario, un modelo de técnica, de probidad, de comportamiento, de refinamiento canoro que sirvió siempre las bases más rigurosas de un bel canto actualizado. Kraus fue un rupturista, un intérprete que decidió recuperar las sacrosantas esencias de este arte rompiendo, efectivamente, con los manierismos, los tics y los excesos del canto llamado verista. Con el fundamento de una muy sólida utilización de los mecanismos fonadores, se fabricó una técnica formidable que buscaba las resonancias en la llamada “máscara” -cavidades superiores, fosas nasales, maxilares, frontales- y que proyectaba el sonido hacia estratos muy altos. Todo ello permitía al tenor español circular con extrema facilidad a lo largo de toda la tesitura y traer al presente técnicas olvidadas desde principios del XIX que perseguían un buen fiato, un perfecto legato y, particularmente, un manejo de los reguladores de intensidad, de los matices, de los colores; una de sus máximas señas de identidad junto, y en eso sí era moderno, al trabajo a plena voz en la octava superior. En su época madura Kraus no empleaba nunca el falsete.
La seguridad, la firmeza, la templanza que proporcionaba esa técnica le permitía cantar con el máximo rigor sin descomponerse y buscar la verdad de lo escrito por el camino expresivo más directo y elegante. Sus enseñanzas no cayeron en saco roto por cuanto pudieron ser administradas y expuestas en sus últimos años, con la ayuda de Suso Mariategui y Edelmiro Arnaltes, en la cátedra de canto Ramón Areces de la Escuela Reina Sofía. Algunos de sus alumnos más destacados, directos o indirectos, van a estar mañana, día 25, a las 12 del mediodía, en el mismo escenario, para ofrecer una gala lírica en su memoria: las sopranos Yolanda Auyanet, Mariola Cantarero, Isabel Rey y Ana Lurecia, el barítono Javier Franco, el bajo Simón Orfila y el tenor Antonio Gandía. Al piano, Patricia Barton. Después, la hija del tenor, Patricia Kraus, acompañada al piano por Gherardo Catanzaro y al contrabajo eléctrico por Enrico Barbaro, interpretará una versión sui generis del aria de Nadir de Los pescadores de perlas.