Un momento metateatral de la producción de McVicar. Foto: Sergi Panizo

Un momento "metateatral" de la producción de McVicar. Foto: Sergi Panizo

Escenarios

'Adriana Lecouvreur', duelo mortal de clases en el Teatro Real

Nicola Luisotti será el encargado de dirigir la exitosa producción de David McVicar, que contará con 10 funciones hasta el 11 de octubre.

23 septiembre, 2024 01:10

Nicola Luisotti (Viareggio, 1961) conecta con el personaje de Adriana Lecouvreur en un sentido. Como refleja Io son l'umile ancella, el aria más célebre de la ópera a la que da su nombre, la diva se consideraba un humilde instrumento en las manos del genio creador.

El maestro italiano, principal director invitado del Teatro Real y encargado de abrir la temporada presentando por vez primera Adriana Lecouvreur en el coliseo madrileño, aspira a hacer lo propio: honrar al creador, respetando lo que Francesco Cilèa pensó y dejó escrito en la partitura. "No quiero destruir a martillazos lo que el compositor ha elaborado. Prefiero ir con una batuta muy ligera, que permita a los músicos desarrollar su talento y enriquecer una obra maestra como esta", explica a El Cultural, enérgico tras el enésimo café en una pausa entre ensayos.

"Hay algunos compositores que son genios. Otros tienen un gran talento y una vez en su vida hacen algo genial. Creo que Cilèa no sabía lo que estaba haciendo (si no, lo habría repetido), pero nos dejó una pieza maestra: no sabes por qué, pero la escuchas una vez y se te queda grabada. Es un misterio", reflexiona Luisotti.

La composición de Cilèa (1886-1950) es un buen ejemplo del romanticismo tardío de una Italia que se debatía entre mantenerse fiel a la escuela consolidada por Verdi o abrirse paso a la modernidad que llegaba de Francia y Alemania.

Pero es que, además, Cilèa compuso Adriana Lecouvreur jugando sobre seguro: el libreto del poeta y periodista Arturo Colautti se basa en un drama de 1849 de Eugène Scribe y Ernest Legouvé -dos de los más importantes dramaturgos de su tiempo- que ya había tenido éxito en varias ciudades europeas.

La historia tenía gancho, porque presentaba una competición feroz, colmada de pasión, celos y deseo de venganza, entre la actriz Adriana Lecouvreur y la princesa de Bouillon por la atención del apuesto Maurizio, conde de Sajonia. El argumento se hacía eco de la rivalidad artística de dos importantes actrices de finales del siglo XIX: Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, y se inspiraba muy libremente en la biografía de Adrienne Lecouvreur (Damery, 1692-París, 1730).

Admirada por Voltaire, amante de Mauricio de Sajonia y sociétaire de la Comédie-Française, revolucionó las tablas con su naturalidad al declamar los versos de Racine y Corneille. A su muerte se especuló sobre si habría sido asesinada por su rival sentimental, la Duquesa de Bouillon, quince años más joven.

Aunque es probable que la causa fuera una intoxicación intestinal (tras lo que fue enterrada sin ceremonia religiosa y fuera de tierra sagrada, para indignación de Voltaire), sobre la escena gana en poesía, cuando muere envenenada por un ramo de violetas.

Una escena del 'Adriana Lecouvreur' producido por McVicar. Foto: Sergi Panizo

Una escena del 'Adriana Lecouvreur' producido por McVicar. Foto: Sergi Panizo

No es solo que esta ópera, estrenada con notable éxito en el Teatro Lírico de Milán en 1902 por Enrico Caruso y Angelica Pandolfini, sea "emotiva, conmovedora e intensamente romántica en el sentido moderno de la palabra", en palabras de su director de escena, David McVicar (Glasgow, 1966).

Lo que atrae por igual a público y a intérpretes es que es "una ópera con mayúsculas, que casi celebra la experiencia operística en sí misma, lo irracional, lo tonta que es a veces, pero también lo hermosa que puede llegar a ser", cuenta el regista escocés, que con demasiada frecuencia carga con la etiqueta de enfant terrible de la ópera, pero en cuyas manos cualquier obra se vuelve diáfana.

Tan inteligente como eficaz, la escenografía de época de McVicar rinde homenaje al mundo del teatro, a la par que establece un vínculo real entre la personalidad de la escenografía y la de la protagonista. La dramaturgia nos traslada a las bambalinas de la Comédie- Française, desde donde el público observa, como si de un espejo se tratase, cómo la compañía se prepara para salir a escena.

“Es una partitura que no sabes por qué, pero la escuchas una vez y se te queda grabada. es un misterio” Nicola Luisotti

Mediante este juego metateatral se recuperan los corsés, las faldas con forma de copa, las levitas y pelucas empolvadas ideadas por Brigitte Reiffenstuel, recorriendo la fastuosa decoración de Charles Edwards bajo la iluminación poética de Adam Silverman.

La guinda de este menú a base de postres la pone Andrew George con la coreografía de un ballet de época para el tercer acto. Una producción redonda que, desde su estreno en el Covent Garden en 2010, ha recalado en teatros como el Met de Nueva York, La Scala de Milán, la Staatsoper de Viena, la Ópera Nacional de París y el Liceu de Barcelona.

Que esta refinada producción se adapte con éxito a tan variados escenarios requiere de una mano experta: la del director de producción Justin Way (Melbourne, 1970), que tras 14 años girando junto a esta "pieza fantástica en la que se conjuran la fantasía y el poder político" enseña los decorados de la producción como si de su propia casa se tratase.

"A los ocho años me enamoré del teatro, e hice una maqueta que es exactamente como la que está sobre el escenario", confiesa entre risas. "Si nunca has visto una ópera y vienes a ver Adriana Lecouvreur, te aseguro de que al día siguiente vas a pensar: 'Vale, ¿qué más puedo ver?'. Es una obra con la que te enamoras del teatro… Yo lo hice".

Otro tanto ocurre con las intérpretes: el de Adriana es un rol tan deseado como las puccinianas Madama Butterfly y Tosca, o la Manon de Massenet. Es uno de los papeles que permite a las sopranos un mayor lucimiento, porque les da la triple oportunidad de actuar, declamar y cantar. De ahí que, del estelar reparto que actuará junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, tanto Ermonela Jaho como María Agresta ya la hayan representado en anteriores ocasiones.

Su destreza vocal es una razón más para disfrutar de esta fantasía romántica, de la que se ofrecerán 10 funciones entre el 23 de septiembre y el 11 de octubre, precedidas de un preestreno para menores de 36 años y coronadas con una retransmisión en directo para toda España el 28 de septiembre en el marco de la Semana de la Ópera.