Hubo un tiempo en que los momentos de la vida se definían a través de las cartas. Hojas manuscritas que viajaban en el espacio y, a veces, en el tiempo. Confesiones, rupturas, esperanzas, nostalgias y soledad -mucha soledad-, llenaban cuartillas encajonadas en sobres con señas para no perderse.
Quienes crecimos el siglo pasado, aquellos nacidos analógicos, conocemos de esperas y desesperos por las cartas prometidas. En mi infancia era mi madre la que esperaba misivas de un militar –mi padre- que acudió a una guerra que ni siquiera era suya; luego fue mi hermana la que añoraba letras de un amado desde tierras ignotas. Más tarde fui yo quien partió para no volver y eran mis cartas las que no llegaban.
Tomando como punto de partida esa nostalgia por un mundo que ya no es, la bailarina y directora Lucía Lacarra junto al coreógrafo y también bailarín Matthew Golding nos invitan a viajar por las entrañas de la espera que todo conflicto bélico genera.
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Basada en una carta real escrita por el artillero de la Primera Guerra Mundial Frank Bracey a su esposa, Win, Lost Letters recrea cómo podría haber cambiado el destino de Win si nunca hubiera llegado a sus manos la carta que Frank le envió.
Con ocho bailarines a su cargo, el binomio Lacarra-Golding sube el telón de la Sala Roja de los Teatros del Canal con esta coreografía de corte neoclásico-contemporáneo que arrancó motivados vítores la noche del estreno. Sin embargo, ésta probablemente no será la mejor recordada de sus presentes y futuras creaciones.
Avalada por la siempre sólida y limpia técnica de Lacarra, Lost Letters aglutina demasiadas ideas que, como aquellas cartas de mi juventud, no llegan a buen puerto. Sin infravalorar el tremendísimo trabajo técnico, las logradas frases coreográficas y la impecable interpretación del tándem protagonista, estamos -con pocas dudas- frente a un producto que necesita pulido y eliminación de un número importante de escenas insustanciales.
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El mensaje se diluye en un mar de posibilidades endulzado por agrupaciones corales que no hallan su destino. Los momentos cúspides, varios, se hunden sin remedio en las profundidades de un trabajo que no cristaliza.
No obstante, es meritoria la intención primera al crear esta joven compañía que tiene como objetivo servir de plataforma para el inicio profesional de los miembros de su cuerpo de baile. Seguro estamos que otras muchas serán las agradables sorpresas que nos depara su futuro reciente.