Josep Bros: En España hay hambre de ópera
El tenor catalán protagoniza Lucia di Lammermoor en el Teatro Real
17 octubre, 2001 02:00El próximo domingo se iniciarán las representaciones de Lucia di Lammermoor en el Teatro Real de Madrid, un título que vuelve a estar de moda en nuestro país. En las próximas semanas también subirá a los escenarios del Campoamor ovetense y del Palacio de Festivales de Santander. Destaca en ellas el nombre del tenor Josep Bros, uno de nuestros artistas de mayor proyección internacional, que asumirá todas las funciones del coliseo regio junto a un reparto en el que alternan Edita Gruberova y María José Moreno, con dirección musical de Friedrich Haider y escénica del contestado Graham Vick en un montaje del Maggio Musicale Fiorentino.
Muchos críticos lo consideran como uno de los mejores intérpretes del repertorio donizettiano y la misma Gruberova le ha elegido para su tercera grabación de Lucia di Lammermoor. Vinculado desde años a este título, ha ido profundizando en él, "porque la partitura da para mucho. Mi visión sufrió un vuelco a partir de mi colaboración con Zubin Mehta en 1995, primero en Tel Aviv y luego en el Maggio Musicale. Con los años, mi voz ha ganado redondez y cuerpo, sin olvidar que soy un lírico ligero".
-Pese a ser una lección de bel canto, Edgardo se presta a acentos veristas. La generación anterior tenía este enfoque equivocado.
-Edgardo es un hombre muy atormentado que tiene la suerte o la desgracia de estar enamorado de Lucia. De no ser por ello estaría perdido. El personaje se presta a darle ese toque verista, porque si bien el final es bel canto puro, hay momentos, como la escena del matrimonio, donde resulta fácil sacarlo de contexto estilístico, lo que no deja de ser un error.
-Sin embargo, esos acercamientos han creado modelos. ¿No tiene miedo de que el público venga con otra versión en el oído?
-No siempre lo que espera el público es lo que demanda la partitura y tampoco lo más adecuado para servirla. Nuestro papel viene de recuperar una partitura donde están señaladas las intenciones del compositor. Es fácil ganarte a un público con sobreagudos que pueden venir a cuento o no. Y que conste que no me considero un purista, sino que parto de un profundo respeto al creador, que ha escrito todas las indicaciones que yo debo dar.
-Pero todo el mundo no sabe apreciarlo. A veces, hay sectores que demandan esos trompetazos a los que nos han acostumbrado.
-No se puede generalizar porque hay públicos para todos los gustos. Siempre hay un sector que quiere lo que quiere, pero yo trabajo con respeto, incorporando cosas que quizá la mayoría no se da cuenta, pero que perciben algunos, lo que ya me compensa. No tengo prisa por ganar el éxito. Si trabajo bien, sé que llegará. En la ópera actual parece que todo el mundo corre mucho. Da la impresión de que todo está subido en un escalón más alto del que le corresponde. No se deja tiempo a madurar. Y la madurez de la voz va paralela a la de la persona. Voy incorporando nuevos personajes sin dejar de cantar ninguno de los que hacía antes.
-Algunos le señalan como un gran "técnico".
-Porque la técnica es fundamental. Y en títulos como Lucia su falta es más evidente. La técnica te permite disfrutar con tu trabajo y cuando tú lo haces, el público lo percibe. A mí me encanta sentirme bien en el escenario. No pienso en el final, en el agudo, en ese pasaje complicado si lo tengo bien asimilado. He cantado recientemente Puritani y Roberto Devereux y por mucho que digan que son infernales, cuando acababa estaba tan fresco o, si se me apura, más que al principio. El bel canto no es imposible, sino que basta tener los recursos. Si usas bien la voz, cantar es como un masaje.
-A pesar de que en muchos sitios es un repertorio odiado, caso del Salzburgo de Mortier, los autores belcantistas parecen revivir. ¿Qué ha tirado de ellos?
-La existencia de cantantes que lo hagan. Si no los hay, no merece la pena afrontar las óperas de Donizetti o Bellini. De todos modos se da una paradoja, ya que se montan en torno a las sopranos, y sin embargo el problema viene luego para encontrar al tenor.
Falta de batutas
-Son los directores famosos los que huyen de ese repertorio.
-Porque son contados los que lo conocen bien. Para empezar, hay pocos que les guste. Me parece injustificable que, si no les va, lo hagan porque implica un gran saber de cómo funciona la voz, añadido a una buena técnica orquestal. Cuando tienes a un señor en el foso que disfruta con lo que lleva entre manos y todo fluye, te entregas. No puede imaginarse la gente lo incómodo que es ir contra la orquesta.
-En Barcelona va a cantar la versión francesa de Favorita.
-Ya hubo una intención de darla en el 98 en versión de concierto, pero se dejó por varias razones. Para mí es como si estudiara una ópera nueva.
Euforia lírica
-¿Le ha sorprendido la euforia operística que vive Barcelona?
-Es un fenómeno general. En España, en el mundo, hay hambre de ópera. La demanda se ha multiplicado renovándose los públicos en todos los sitios. Es verdad que todavía hay algunos teatros con limitaciones, pero en general la entrada de gente joven ha sido general ayudando a que la atmósfera se refresque. Quizá es porque se han dado cuenta de que es el espectáculo más completo. El futuro será fantástico si se contruye una afición inteligente.
-A cuya creación no han sido ajenos los nuevos directores de escena. ¿Cómo es su relación con ellos?
-Depende, pero entiendo y respeto su trabajo. Desde luego, no se puede olvidar en qué época vivimos. Por ejemplo, yo quiero abordar en el futuro Romeo y Julieta de Gounod porque me apasiona y soy consciente de que debo perder peso para hacerlo creíble. Es mi actitud y lo voy haciendo poco a poco, sin prisas ni agobios, porque pienso que el físico es importante para ciertos papeles.
-Y protestar a un cantante.
-La ópera es un trabajo de equipo. De la misma manera que yo no quiero a ciertas personas ni en pintura, entiendo que algunos puedan no aceptarme. Si en el plan alguien no me va, me voy. Y no pasa nada.