Image: Cómo Levine aterrizó en Boston

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Música

Cómo Levine aterrizó en Boston

Las principales formaciones del mundo ponen fin a la crisis de titularidades

7 noviembre, 2001 01:00

Pasado mañana se reúne el Consejo de Dirección"."Pero... pasado mañana es domingo". "Por eso, ¿lo entiendes?"
Richard Dyer colgó el teléfono. Sí, entendía lo que su comunicante trataba de decirle. El veterano crítico musical del Boston Globe comprendió que ese 26 de octubre tenía que ejercer de periodista y llamó a su periódico para reservar una columna en la primera página de la sección de cultura.

¿Por qué el domingo, a las 11 de la mañana? Era sencillo: si el Consejo aprobaba la moción de ofrecer el puesto de director musical de la Sinfónica de Boston a James Levine, había que ponerse en contacto rápidamente con él; desde esa hora, Levine estaría en el Carnegie Hall de Nueva York, ensayando. Por lo menos eso le había asegurado Ronald Wilford, presidente de la CAMI/Columbia y agente artístico del músico, a Mark Volpe, intendente de la orquesta bostoniano. Con esas premisas, Volpe convocó el viernes a su Consejo para el día y la hora en cuestión.

El Consejo aprobó la propuesta y marcó el número del Carnegie Hall; a los pocos instantes, Levine daba el "sí" y cerraba, con ello, la más larga crisis del juego de las "sillas musicales" iniciada en la primavera del 98, al otro lado del Atlántico, cuando Claudio Abbado anunciase que no seguiría al frente de la Filarmónica de Berlín al término de su contrato.

En el otoño del 99, la Filarmónica berlinesa dio la campanada al designar sucesor de Abbado a Simon Rattle. Pero sólo 24 horas después, la mini-crisis en cuestión se expandió a uno y otro lado del océano, cuando Seiji Ozawa, director de la Sinfónica de Boston desde 1973, anunció que también en el 2002 cambiaría de "silla", al hacerse cargo de la ópera de Viena. En los meses siguientes, se movieron las "sillas" de Kurt Masur en Nueva York, Wolfgang Sawallisch en Filadelfia, Christoph von Dónhanyi en Cleveland y Lorin Maazel en Munich. Los directores, y sobre todo sus agentes, comenzaron a moverse, con sonrisas en la cara y dagas florentinas a la espalda.

En el curso de 2000 las "sillas" se fueron repartiendo: a Filadelfia, Christoph Eschenbach; a Cincinnati, Paavo Järvi, hijo de Neeme Järvi, que afianzaba su posición en Detroit; a Munich, Mariss Jansons, que compatibilizaría el cargo con las direcciones de Pittsburg y Detroit; a Cleveland, Franz Welser-Müst. Pero también se produjeron desaires insospechados, como que Riccardo Muti le dijera públicamente "no" a la Filarmónica de Nueva York. Y en noviembre otra sorpresa: Lorin Maazel, que en teoría se iba de Múnich para dedicarse a la composición, dijo en Nueva York "¿por qué no yo?" y la Filarmónica contesto: "de acuerdo". Meses antes, Ronald Wilford dejó caer en Boston un "mensaje" de su patrocinado Levine: "desde niño, Jimmy ha soñado con dirigir vuestra orquesta".

El mensaje fue bien recibido, pero las conversaciones resultaron arduas: Levine (o sea, Wilford) pedía honorarios astronómicos y, sobre todo, exigía más ensayos semanales, algo que casi se consideró como insulto. Así las cosas, el "comité de búsqueda" consideró otros nombres: Bernard Haitink, Sir Colin Davis, Giuseppe Sinopoli... Pero en abril del 2001 el péndulo hizo un extraño movimiento: Sinopoli moría en Berlín, y de pronto otra silla, la rectoría de la Staatskapelle Dresden, quedaba libre. Cuando de Boston llamaron a Haitink para preguntarle si aceptaría hacerse cargo de la formación, el septuagenario maestro explicó que había aceptado horas antes la sucesión de Sinopoli en Dresde.

Entre medias, otra "silla" se ocupó; agobiado por sus problemas cardiacos, Mariss Jansons renunció a tener bajo su férula a tres orquestas, y abrió su propia sucesión en la Filarmónica de Oslo que él había catapultado a los grandes festivales. Otro septuagenario, André Previn, ocupó su lugar. En Boston se reanudaron las negociaciones con Levine, aunque un peculiar evento con presencia española casi dio un vuelco a la situación: al inicio del verano, debutó con la orquesta Rafael Fröhbeck de Burgos, con la Segunda Sinfonía de Mahler en un programa y Vida de héroe de Strauss en otro; el entusiasmo de los músicos fue tan enorme que pidierona Mark Volpe que se le designara titular, pero la "comisión de búsqueda" rechazó de plano la idea.

Así llegamos a septiembre. Ozawa abre su última campaña con la agrupación, y no se sabe aún el nombre de su sucesor. Volpe decide pisar el acelerador en el tema Levine y finalmente se aceptan casi todas las condiciones planteadas por el director del "Met", entre ellas que compaginará los dos puestos. Y el 29 de octubre, lunes, Levine vuela de Nueva York a Boston y es presentado en rueda de prensa como "director designado". La larga crisis concluye, las "sillas" quedan ocupadas. Y al fondo, un vencedor aparentemente en la sombra, Ronald Wilford, que no tuvo suerte en el otoño del 99, cuando perdió la Filarmónica de Berlín, pero que ahora copa con sus peones sedes cruciales: en Nueva York, Maazel; en Oslo, Previn; en Boston, Levine; en Viena, Ozawa. Las cartas están repartidas y el juego a punto de empezar, pero Wilford -al que algunos dieron por "musicalmente muerto"- tiene más ases que el resto.