El último Catón
MATILDE ASENSI
7 noviembre, 2001 01:00En ella ofrece una abrumadora alegoría sobre el sentido de la vida como un viaje que exige despojarse de aquello que impide disfrutar de su esencia para alcanzar una suerte de anagnórisis que sólo el magisterio de los sentidos permite alcanzar. Esa es la idea resumidora de la aventura. Pero no aclarar que se sostiene sobre una elaborada síntesis de ideas que remiten a un compendio de saberes literarios y filosóficos de la Antigöedad sería reducir su empeño al de un relato lleno de lances edificantes, como los que ofrecía el clásico modelo de las "novelas bizantinas". Y es así sólo en parte.
Y esa parte es la que toca a su argumento. Cuenta éste, sobre el escenario del mundo actual, la extraña investigación que inician tres personajes -una religiosa experta en paleografía, investigadora del Archivo Secreto del Vaticano, que pone tono y voz a su narración, un capitán de la Guardia Suiza y un profesor- a raíz de las misteriosas cicatrices que aparecen sobre el cuerpo de un etíope muerto por accidente. Tras descubrir que esos signos componen una palabra y que ese hombre está implicado en un secreto robo de reliquias de la Iglesia Católica, los acontecimientos dan un giro insospechado y el caso adquiere las dimensiones de un jeroglífico. éste responde a una razón cabalística y está organizado a partir del simbólico valor de números mágicos. De ahí que la peripecia tenga parada en siete ciudades -Roma, Antioquía, Rávena, Atenas, Jerusalén, Constantinopla y Alejandría- que además de ofrecer, desde el punto de vista constructivo, un despliegue escenográfico admirable, les servirán el camino para expirar los siete pecados capitales y acertar con el lugar donde residen los responsables de ese singular robo.
Pero esas claves sólo las podrán descifrar gracias al rigor de sus conocimientos y a una minuciosa interpretación de la Divina Comedia de Dante. De esta obra, en la que la autora parece haber bebido al modo borgeano toma El último Catón materia y estructura. Ya el título remite al maestro clásico, Catón de Utica, que el escritor italiano escoge para poner a las puertas de su Purgatorio y recibir a quienes llegan hasta allí, tras una larga travesía de sufrimientos físicos y morales, para obtener la recompensa del Paraíso. Y es que esa idea se corresponde con la verdadera trama iniciática en la que se ven implicados: un viaje desde el sofisticado mundo actual, con sus intrigas y sus valores trastocados, hasta lo único que de verdad cuenta en sus vidas. De ahí el paralelismo entre su misión y la experiencia de cada uno; de ahí que tengan que transitar por su propio purgatorio personal para descubrirse en otro lugar donde no cabe resistirse a ser ellos mismos, donde cada uno tendrá que vérselas con su mundo emocional. De ahí que entre discusiones y aclaraciones teóricas se vaya tejiendo, además de la solución a ese enigma dantesco, una experiencia terrible y sublime para los tres, y una historia de amor. Todo envuelto en un tono persuasivo que permite disfrutar de esta abigarrada mezcla de motivos que, sin duda, aportan un impulso definitivo al camino narrativo de su autora.