Image: Pelléas et Mélisande o la anti-ópera

Image: "Pelléas et Mélisande" o la anti-ópera

Música

"Pelléas et Mélisande" o la anti-ópera

El próximo sábado se estrena en el Real la obra maestra de Debussy

9 enero, 2002 01:00

María Bayo y Simon Keenlyside durante los ensayos en el Real. Foto: Javier del Real

La obra maestra de Debussy, Pelléas et Mélisande, uno de los títulos fundamentales del teatro musical del siglo XX, llegará finalmente al Teatro Real. Será el próximo sábado, a punto de cumplirse el centenario de su creación en la ópera Cómica de París, el 30 de abril de 1902. En producción del Gran Teatro de Ginebra, realizada por Patrice Caurier y Moshe Leiser , será dirigida desde el foso por el prestigio maestro Armin Jordan, con un reparto encabezado por María Bayo, Simon Keenlyside y Jean-Philippe Lafont.

La única partitura operística, en sentido estricto, de Debussy, si exceptuamos piezas como la incompleta La caída de la casa Usher, sobre el relato de Poe o El martirio de San Sebastián, a partir de D’Annunzio -y que podrá verse en unos días en el Teatro de la Zarzuela-, constituye uno de los ejemplos más atípicos del del repertorio lírico. Alejada de los esquemas de la ópera tradicional como de la casi obligada influencia wagneriana, Pelléas es un universo propio y cerrado que sume al oyente en un mundo de fascinantes nebulosas donde importa más lo sugerido que lo que realmente se dice.

La obra de teatro del escritor belga Maurice Maeterlinck, uno de los "popes" de la poesía simbolista, hoy olvidado, brindaba esa atmósfera de evocaciones que buscaba el compositor. La partitura tuvo una gestación de casi una década, y cuando la terminó, Debussy tuvo que vencer las reticencias del director del teatro, Albert Carré, y después del propio Maeterlinck, quien quería como protagonista a su mujer, Georgette Leblanc. Al final se representó gracias al director André Messager, con la soprano Mary Garden, y aunque las críticas fueron duras, la obra logró inmediatamente la adhesión de los compositores jóvenes como Ravel, Dukas o Satie.

La ópera se desarrolla en tres actos, divididos en trece escenas unidas por interludios orquestales de extraordinaria belleza que tienen tanta importancia como las partes cantadas, llegando a alcanzar momentos muy dramáticos según se va intensificando la historia. Si el texto de Maeterlinck puede resultarnos hoy algo pasado de moda, el poder de la música es tal que no ha dejado de fascinar a los mejores directores musicales y escénicos.

Paisaje de irrealidad
Los melómanos más impenitentes recuerdan todavía las escenas que en 1962, con motivo del centenario de su nacimiento, presentó Jean Fournet con la Orquesta Nacional y Nadine Sautereau y Pierre Mollet como solistas, en el Palacio de la Música y en el Monumental. En 1966 llegó al Teatro de la Zarzuela, con Franco Capuana en el foso y Marcel Lamy en la escena, con un elenco en el que se incluía la misma Mélisande de la vez anterior, junto a André Vessières, Germain Ghislain y André Jobin.

Las dos últimas ediciones han contado en el podio con un defensor de este particular paisaje sonoro como Ros Marbà, quien ha brindado con ellas dos de sus más redondos trabajos madrileños: en 1980 en la Zarzuela, en una estilizada recreación de José Luis Alonso y con Victoria de los ángeles, y diez años más tarde con la Sinfónica de RTVE y un impresionante Gabriel Bacquier como Golaud.

La producción del Real
El maestro catalán cederá la batuta a Armin Jordan, director suizo que cuenta en su haber con una notable traducción discográfica de la obra. La protagonista femenina cuadra muy bien, por estilo y sensibilidad, con las características de María Bayo, que ha dado muestras de su afinidad con el repertorio francés en su Manon, su Micaela o en los tres personajes de mujer de Los cuentos de Hoffmann. Aquí volverá a dar vida a ese ser frágil y misterioso, del cual no se sabe muy bien de dónde viene, que se desvanece de la misma manera que ha aparecido, y con el que ya obtuvo un importante éxito en La Monnaie de Bruselas, en una producción de Herbert Wernicke. Para el papel de Pelléas (pensado para un tipo de voz muy lírica y típicamente gala, a caballo entre las cuerdas de tenor y barítono), se ha inclinado la balanza hacia la opción del recio cantante británico Simon Keenlyside, lo que le otorgará una mayor oscuridad tímbrica, haciéndolo más viril. El poderoso barítono francés Jean-Philippe Lafont sabrá hacer justicia al atormentado y violento Golaud, el marido engañado por su hermano, mientras Franz-Josef Selig y Birgitta Svendén encarnarán presumiblemente, con la debida autoridad, a los monarcas del imaginario reino de Allemonde, Arkel y Geneviéve. La puesta en escena cuenta con la garantía de Patrice Caurier y Moshe Leiser, un tándem de bien reconocido prestigio en los principales escenarios internacionales.