Ian Bostridge
Un recital no funciona sin una historia que contar
1 diciembre, 2005 01:00Ian Bostridge. Foto: Peter Adamik
Nunca se propuso convertirse en cantante. Hasta la veintena, Ian Bostridge (Londres, 1964) colmó sus inquietudes musicales en los coros de Cambridge y Oxford, donde se doctoró en Filosofía e Historia, hasta que su profesor de alemán le hizo escuchar a Fischer-Diskau: "Fue algo extraordinario, me sentí muy cercano a su transparente linea de voz o el uso de la mezza voce. Me ayudó a ver que debía hacer caso a mis facultades y a decidir que quería dedicarme a esto". Una década más tarde debutaba en el Wigmore Hall de su ciudad natal y hoy es uno de los intérpretes de referencia del repertorio liederístico. Muchos lo consideran el heredero musical de su compatriota Peter Pears -aunque él se sienta más cercano a Fritz Wunderlich- mientras habla de nuevos tiempos para un género "que me ha ayudado a ser mejor cantante de ópera y madurar como intérprete", y al que ha servido desde Bach, Schumann, Schubert, Wolf hasta Henze, de quien presentó el pasado año en el Real un ciclo de canciones.Bostridge vuelve ahora a nuestro país para ofrecer dos recitales -esta tarde en el Festival Ar-more 2005 de Vigo, con La Bella Molinera, y el día 19, en el ciclo del Teatro de la Zarzuela- y en febrero actuará en el Liceo. Su presencia coincide con la aparición de su último registro discográfico junto a la Filarmónica de Berlín y Rattle, Serenade for tenor, de Britten, de quien es uno de sus más importantes valedores y cuya ópera Muerte en Venecia protagonizará en la próxima temporada de la English National Opera. El tenor justifica el escaso peso del repertorio vocal inglés en las programaciones a lo poco que se ha escrito en esta lengua: "nuestros compositores tardaron en valorar su lengua. Prefirieron que la voz sonara en francés, italiano o alemán. El inglés, como idioma para el lied, ha quedado muy desfavorecido en nuestra historia musical. De hecho, se limita al siglo XVII, deteniéndose con Purcell, y no vuelve a aparecer hasta la llegada del XX, con Vaughan Williams y más tarde con Britten. Ahora ha vuelto muy fuerte, pero ya en el campo de la ópera".
A veces se señala que la voz de Bostridge, de lírico-ligero, no destaca por su belleza. Sin embargo, posee una modélica dicción, un buen dominio del legato, además de una muy cuidada atención al texto, algo fundamental para entender su acercamiento al lied: "La historia que hay que contar, supone la parte más importante para hacer auténtico un recital. Desde los trovadores de la Edad Media el cantante es básicamente un contador de historias. Por ejemplo, los poemas que fundamentan los lieder de Schubert poseen tal fuerza dramática que, a través de la melodía, hacen que un recital se transforme en algo más cercano al teatro musical. En el momento de confeccionarlo intento siempre que haya un hilo conductor lógico, para llegar a una gran unidad artística entre música, poesía y teatro. Mi intención no es la exhibición de la voz como en el belcanto".
Para Bostridge resulta muy saludable que exista esa tensión entre las nuevas formas de interpretación y el peso de la tradición: "Si fuéramos completamente libres, estaríamos perdidos de alguna manera. Y si sólo se atiende a lo que han hecho otros antes que tú, puedes resultar aburrido y poco original. No creo que el público de hoy, cada vez más joven, llegue a un recital tan condicionado por lo que ha escuchado en casa. Para mantener con vida este género hay que conmover a esta nueva gente. Al final la única responsabilidad que tenemos es establecer una comunicación fluida entre ellos y la música".