Música

Tomás Marco

“Soy un outsider de circuitos y modas”

22 diciembre, 2005 01:00

Tomás Marco. Foto: Esteban Cobo

El año Quijote termina con música. El próximo martes, en Albacete, el compositor Tomás Marco estrena El caballero de la triste figura, una ópera de cámara con libreto propio que requiere cuarteto de solistas, coro y once instrumentos. Guillermo Heras dirige la escena y José de Eusebio la música. Este nuevo Quijote musical es una producción de la Orquesta de la Comunidad de Madrid e irá en junio a La Abadía, en Madrid, y al Cervantes de Alcalá de Henares.

Suele decirse, con toda la razón, que España, y Madrid en particular, vive unos años de asombrosa creatividad en el terreno de la composición musical. Desde De Pablo y Halffter hasta Jesús Torres, escriben aquí todos los días al menos tres generaciones de grandes compositores. Uno de los más importantes, y desde luego el más original, es Tomás Marco (Madrid, 1942), que siempre ha ido por libre. Tras llevar a la escena Homero y a Calderón, Marco estrena ahora a Cervantes.

-Tras Selene, Ojos verdes de luna y El viaje circular, ésta va a ser su cuarta ópera.
-O la quinta. Para mí Segismundo es también una ópera.

-La odisea, La vida es sueño, el Quijote: no le dan miedo los grandes mitos literarios.
-Son obras enormes que yo he situado en perspectiva "de cámara".

-Una drama, un poema y ahora una novela.
-En El caballero he tenido que traducir para la escena una novela grandísima. He utilizado únicamente palabras de Cervantes. El libreto parece un guión de cine: en hora y media se suceden un prólogo, un epílogo y siete escenas. Pasan muchas cosas.

-¿Y los personajes cantados?
-Don Quijote es un barítono, Sancho, un tenor y hay una mezzo llamada La Narración que introduce algunas escenas. Me he dado el lujo de hacerle cantar aquello de "En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme...", que no se canta en ninguna de las versiones anteriores.

-No es La Narradora, sino La Narración, en abstracto, como en los autos sacramentales.
-Pensé que fuera Cide Hamete Benenjeli, el narrador que supuestamente le cuenta la novela a Cervantes, pero luego me decidí por La Narración, a la manera del autor soberano que reparte los papeles en El Gran Teatro del Mundo.

-¿Y la soprano?
-Es fundamental y polivalente, como en El viaje circular. Hace de Dulcinea, Ventero, Montesinos, Condesa y Pedro Recio sin cambiar de tesitura, pero sí de estilo. Ha sido una suerte contar con María Rey-Joly que aparte de una magnífica voz tiene una seguridad absoluta, es una lectora estupenda y actúa muy bien. De hecho, los cuatro papales están asumidos por grandes cantantes. Y se les entiende el texto, que es una de mis obsesiones.

-Cada uno tenemos nuestro "Quijote" distinto. ¿Cómo es el suyo?
-Yo lo presento como una peripecia de aventuras, porque lo es. Durante los primeros siglos, la novela se vio casi exclusivamente como una cosa cómica. Pero en Don Quijote hay también un tremendo personaje trágico, o trágico-grotesco si se quiere. La ópera acaba además con la muerte de Don Quijote.

Tras la triste figura.
-¿Caballero de tristuras?
-él mismo se puso el nombre de "El caballero de la triste figura". Como toda gran obra de arte, acaba siendo un trasunto de cierto dolor existencial que se expresa incluso a través de la comicidad. Es una crítica feroz de la sociedad de su momento, de unos ideales de que no se corresponden con sus realidades.

-Se sorprenden los cantantes de que en esta ópera tienen que "cantar bonito".
-No se trata de cantar bonito o feo, sino de tratar las voces como tales. Otra cosa es que puedan ser llevadas más allá del canto tradicional, como hago a veces en el coro. Pero, cuando se trata de cantar, como en el epitafio, por ejemplo, con unos versos que son una preciosidad, hay que cantar "bonito". Esa música debe ser atractiva para corresponderse con el texto.

-Desde hace algún tiempo, se dedica plenamente a la composición. ¿Echa de menos su labor de gestor?
-Todo lo contrario. Yo, que no soy rico por mi casa, como Mendelssohn, de algo he tenido vivir. Siempre he dicho que me considero compositor por encima de todo y ahora, que me he podido prejubilar, me dedico a enteramente componer. Y a escribir sobre música.

-Usted conoce muy bien a sus colegas, tanto de aquí, como de fuera y de todas las épocas. ¿Cómo ve su propia música?
-No soy yo quien tiene que valorarla. Sí sé que mi música es un poco "outsider" a circuitos y modas, pero ya lo era cuando yo era pequeñito. Mis cosas de hace treinta años resulta que ahora están bien y a la moda, y antes no lo estaban.

-Cinco óperas, cuatro cuartetos de cuerda, dos sinfoniettas, y siete sinfonías. No hay ningún otro español con tantas sinfonías.
-No lo sé. Estrenadas, creo que no. Vengo de Ljubljana, de estrenar mi Séptima con la Filarmónica Eslovena. Acabo de terminar una obra para flauta dulce y orquesta, para álvaro Marías y la ORCAM, y ya estoy con otras cosas.

-¿Oiremos pronto en España la Séptima?
-Es un sinfonía larga, casi cuarenta minutos y lleva coro, por lo que no será fácil. En España te suelen pedir una cosa pequeña y de diez minutos, para ponerla de obertura. Imagino que se tocará en mi centenario.