Minimalismo, el espíritu embotellado
La Casa Encendida acoge a los grandes nombres del género
6 marzo, 2008 01:00Daan Vandewalle
¿Los límites de la composición? Con esta pregunta La Casa Encendida rinde tributo, a partir del lunes, a destacadas figuras del minimalismo, entre las que destacan Christian Wolff, Aki Takahashi, Dahh Vandevalle, Terry Riley y Stefano Scodanibbio. Música destilada con la obra de John Cage como referente.
Puesto que su música rara vez exige un virtuosismo exagerado, los compositores minimalistas suelen tocar ellos mismos sus propias obras, lo que restaura la figura del músico completo, que no sólo idea música sino que también la hace sonar, una figura que desde hace un siglo y medio viene declinando en favor del músico especializado. Por lo tanto, en este ciclo se tendrá la ocasión de ver a los protagonistas sobre el escenario, y no sólo saliendo a saludar, como es costumbre.
Riley & Riley. Terry Riley, que viene a ser el "hindú" del grupo, tocará el piano, el sintetizador y la tambura en sus dos conciertos monográficos, acompañado por su hijo, el guitarrista Gyan Riley, y por el gran contrabajista Stefano Scodanibbio. Alvin Curran, Gordon Mumma y Christian Wolf tocarán también el piano en sus conciertos respectivos, mientras que Alvin Lucier dirigirá en el suyo a miembros del Proyecto Guerrero. En el concierto de clausura, dedicado a un acción teatral de Cornelius Cardew, el Grupo Sipha, el Coro de Cámara de Madrid y el Centro de Percusión Okho serán dirigidos en lo musical por Llorenç Barber y en lo escénico por Raúl Arbeloa. Paralelamente a este ciclo de conciertos, de cuya dirección artística es responsable Xavier Göell, tendrá lugar una serie de conferencias y coloquios en torno al fenómeno del minimalismo musical bajo la coordinación de Carmen Pardo, filósofa de la Universidad de Barcelona. Junto a los maestros americanos, participarán en estas sesiones el musicólogo Makis Solomos y la propia profesora Pardo. Los signos de interrogación que rodean al título anuncian que, en este ciclo, la reflexión y la duda tiene tanta importancia como la propia interpretación de las partituras. Es lo propio de una música que, de puro estilizada, no tiene más remedio que ponerse en cuestión constantemente a sí misma.
Por lo mismo, se trata de un tipo de música esencialmente conceptual, proclive, desde su sencillez, a la referencia a todo tipo de géneros y contextos. Títulos como Night Ragas, de Riley; Nothing is real para piano, tetera amplificada y minicadena, de Lucier; 19 from the Sushi Box de Mumma; o las Variaciones de Wolff sobre el americanísimo Halleluja. I'm a bum, nos orientan sobre la variedad de enfoques que este ciclo abarca.
Menos es más. La idea de minimalismo resulta ser muy rica, tanto en música como en las artes plásticas. Se ha resumido en eslóganes como el del arquitecto Mies van der Rohe, menos es más, y responde siempre al impulso de reducir el material, sea sonoro o espacial, al mínimo posible. Esto suele conducir a músicas de tipo repetitivo, con ritmos o melodías que se repiten obstinadamente, o, en general, a músicas sencillísimas, despojadas de todo adorno innecesario. Además de las escuelas americanas ya citadas, se han acercado al mundo del minimalismo musical compositores tan diferentes como Gyürgy Ligeti, que tendió puentes entre el mecanicismo repetitivo y la rítmica de los pueblos africanos, y Arvo Pärt, que practica un despojamiento de tipo ascético. El minimalismo ha encontrado en la música un campo fértil. La naturaleza abstracta e inasible de la música parece invitar a un esfuerzo de destilación infinito. A veces, el juego de la simplificación termina en música de una pequeñez insulsa. Otras veces, sin embargo, cuando se acercan al límite, los destiladores dan en el clavo y logran embotellar el espíritu.