Image: Compositores en serie

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Música

Compositores en serie

El boom televisivo se orquesta en Tenerife y Úbeda

2 julio, 2010 02:00

Michael Giacchino, en el Festival Int. de Cine de Úbeda. Foto: Marcelo Gongora.

Dos festivales rivales competirán durante este mes por constatar el gran fenómeno de las bandas sonoras para series de televisión. El Cultural ha hablado con Michael Giacchino y Bear McCreary, máximos representantes del género.

N unca antes las bandas sonoras habían tenido tanto de "bandas" ni convocado a un público tan dividido. El origen del enfrentamiento nos remite a la cabecera de dos festivales nacionales dedicados a la música para cine que desde hace cuatro años se reparten los grandes nombres del género durante el mes de julio. Uno es el Festival Internacional de Música para Cine de Tenerife (IV FIMUCITÉ), que arranca este lunes con una programación que ahondará, hasta el 10 de julio, en el legado de Alex North (2001: una odisea del espacio), el tándem creativo John Williams-Steven Spielberg y los trabajos de Bear McCreary (Battlestar Galactica, Caprica). A 1.800 kilómetros de distancia, en Jaén, se ubica el Festival Internacional de Música de Cine de Úbeda, que también homenajea a North, y que cuenta para su sexta edición, entre los días 14 y 18, con la participación del oscarizado Michael Giacchino (Up, Lost, Star Treck) y reclamos como Dave Grusin (El graduado, Los Goonies), Christopher Lennertz (Supernatural) o Randy Edelman (El show de Truman, Harry Potter). Empate técnico es el veredicto emitido por los expertos, para quienes tamaña coincidencia ha convertido el verano de 2010 en la odisea de todos los años, una vez más, en dos espacios diferentes.

Juan Ángel Saiz dirige Rosebud Bandasonora, una de las tiendas de referencia dedicadas al género. Sus clientes son "frikis del cine fantástico y de terror que buscan artículos muy concretos", perfil que coincide con el aficionado medio de Úbeda; "melómanos no necesariamente cinéfilos pero sí más sinfónicos", que cada año se reúnen en torno a la programación de Tenerife; y, en medio, el consumidor ocasional, "que ha visto Trainspotting o Full Monty y no se quita la melodía de la cabeza". En la última década han desaparecido certámenes especializados como el de Sevilla, reconvertido hoy en Festival de Cine Europeo, el madrileño SONCINEMAD o la sección musical de la Mostra de Valencia. Tenerife (con 200.000 euros de presupuesto para 2010) y Úbeda (con cerca de 69.000) hacen auténticos malabarismos para seguir atrayendo a figuras del panorama nacional e internacional en sus conciertos y coloquios. En este tiempo que llevan paralelamente en activo, las ventas de discos de bandas sonoras han caído más de un 30%, por lo que su objetivo es también servir de escaparate a las últimas tendencias, volcadas cada vez más en ediciones limitadas de coleccionista y una nueva variedad de productos de merchandising. El sector se resiente pero el futuro, se lee en la letra pequeña, se anuncia esperanzador gracias a un fenómeno de última hora: la música de calidad para series de televisión.

Trompetas de Boeing
Todo cambió con el accidente del vuelo 815 de Oceanic. Lost, la serie que más fans acapara de la historia de la televisión, revolucionó hace seis años la manera de plantear la música para la pequeña pantalla. Hasta entonces, el proceso consistía en la elaboración de bloques temáticos que se aplicaban en la sala de montaje, capítulo tras capítulo, según unas sencillas pautas dramáticas de causa-efecto. Entonces apareció Michael Giacchino, compositor italoamericano curtido en la industria del videojuego, para acabar definitivamente con los trasnochados métodos de la American Broadcasting Company. "J. J. Abrams [creador de Lost] no es sólo un tipo increíblemente perfeccionista -nos cuenta Giacchino desde su estudio de Los Ángeles- sino que además habla de todo en términos de emoción y de comunicación. Sí, el ritmo de la tele es frenético. Pero Abrams quería que cada personaje tuvieran una música propia, que tocara la fibra del espectador". Tanto es así que para la primera temporada, que narra el fatal accidente de un avión de pasajeros en una isla perdida del Pacífico, Giacchino no dudó en utilizar el fuselaje del aparato para desarrollar el leitmotiv de cada personaje, cuyos originales metales pronto se convirtieron en la sensación de la industria. Desde entonces, su contestador acumula cientos de ofertas, y a sus 42 años la pasada ceremonia de los Óscar le bendijo con una estatuilla por su brillante trabajo en Up, cuya partitura se incluye en el programa que dirigirá él mismo el próximo 17 de julio en el Patio del Hospital de Santiago. "Fenómenos sociales como el de Lost amplificados por el poder de internet han conseguido que los compositores de televisión tengan cara y nombre propio", sentencia.

En otro lugar impreciso, esta vez del universo, la civilización lucha por la supervivencia en el remake televisivo de Battlestar Galactica, de Ronald D. Moore. Concebir música para el espacio se puede convertir en un salto sin red si se mira el listón marcado por eméritos como John Williams, cuyas orquestaciones se han grabado a fuego en el imaginario colectivo a pesar de que los científicos aseguran que allá fuera no hay más que silencio. "Para llenar ese vacío -nos explica Bear McCreary- recurrí a una combinación única de música sinfónica, étnica y rock que estallan al mismo tiempo". Lo más llamativo de esta gigantesca masa sonora es su alejamiento estético del MIDI y sus habituales violines enlatados. De hecho, McCreary ostenta el récord de volumen de orquesta "real" para una serie. "Lo que hicimos en Human Target -se jacta- fue una heroicidad y una declaración de principios". Del estreno de su Battlestar Galactica Symphony se ocupará la Sinfónica de Tenerife la noche del 9 de julio.

Generación catódica
Pero no todo lo que se compone para televisión está tamizado por la ciencia ficción. En Italia, Ennio Morricone y Paolo Vivaldi, cuyo trabajo para Exodus ha cautivado a la crítica, defienden una música para televisión que nada tiene que envidiar en calidad a los conciertos sinfónicos. Sean Callery (Nikita, 24, Bones), Ramin Djawadi (Prison Break), Johnny Klimek (Sin rastro), Nathan Barr (True-Blood) , Christopher Lennertz (Supernatural) y Debbie Wiseman (Warriors) forman el núcleo duro de esta generación catódica. En España unos pocos -Mario de Benito (Cuéntame cómo pasó), Fernando Velázquez (Gominolas), Eva Gancedo (Siete vidas), Arnau Bataller (Unió Musical Da Capo) o Carles Cases (California)- se reparten el pastel a la sombra de una verdad incómoda."¿Se hace televisión de calidad en España?", se pregunta Diego Navarro, director de FIMUCITÉ. "Precisamente lo que les falta a las series españolas", añade al otro lado del teléfono David Doncel, su homónimo en Úbeda, "es un poco de seriedad". Pero eso es otra historia.

Un todoterreno llamado North

Fue nominado en 14 ocasiones, pero el único Óscar que recibió Alex North (1910-1991) fue honorífico, como reconocimiento a una carrera que arrancó en 1951 con Un tranvía llamado deseo y culminaba en 1988 con Good Morning, Vietnam. En medio, la partitura rechazada por Kubrick para 2001: una odisea del espacio en nombre de Khactaturian, Strauss y Holst. En recompensa, los festivales de Tenerife y Úbeda la invocan en su centenario. El 10 de julio, en el Auditorio de Tenerife, Diego Navarro dirigirá a la Sinfónica local para un monográfico sobre temas de ¡Viva Zapata!, La rosa tatuada, Un tranvía llamado deseo o Espartaco, que también será interpretada, al piano, por otra leyenda viva de la vieja escuela, Dave Grusin, el día 16 en Úbeda. "Será mi particular homenaje al faro que me iluminó", nos advertía.