Image: Serse o la fuga de Haendel de la ópera seria

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Música

Serse o la fuga de Haendel de la ópera seria

20 noviembre, 2015 01:00

La contralto Sonia Prina. Foto: Javier del Real

Este domingo, el Universo Barroco del CNDM abre su programación con la versión en concierto de Serse, de Haendel, una rara producción del compositor alemán que se aparta radicalmente de sus anteriores propuestas operísticas. Malena Ernman y Sonia Prina, en los papeles estelares.

El CNDM inaugura su Universo Barroco de esta temporada con un plato fuerte, la ópera Serse de Haendel, una rara avis en la producción del autor, un intento por su parte de captar la atención del públicoo ofreciéndole, en el Londres de 1738, una obra que se apartaba radicalmente de sus anteriores propuestas operísticas, encuadradas en el terreno de la ópera seria más acrisolada. Porque este nuevo fruto es, en efecto, una obra cómica con todas las consecuencias, más allá de que en ella puedan localizarse también momentos de evidente seriedad. De todas formas, hay que recordar que el elemento de comedia o, incluso, de talante cercano a lo bufo, ya había aparecido en escenas de óperas anteriores del músico: Agrippina, Flavio, Partenope u Orlando.

Serse es por tanto, si se quiere, una composición en cierto modo experimental, que no tuvo demasiado éxito en su presentación en el King's Theatre de Haymarket. El respetable tampoco se había entusiasmado con las precedentes obras del compositor, Giustino, Berenice y Faramondo. Sólo se dieron cinco funciones. Haendel partía de un asunto argumental, muy propio de la tradición veneciana, ya conocido a través de un libreto de 1654 escrito por Nicola Minato para Francesco Cavalli, adaptado más tarde por Silvio Stampiglia y puesto en música por Giovanni Bononcini (Xerse, Roma, 1694), cuyo trabajo fue parcialmente fusilado por el anglosajón.

La página más famosa de la ópera, la celebérrima Ombra mai fu, es en realidad un arreglo de la equivalente de Bononcini, quien a su vez la tomó sin problemas de la obra de Cavalli. Fue justamente ese larghetto, que no largo, como se lo ha denominado con fines espurios y comerciales, lo único que prácticamente se ha considerado representativo de la obra durante siglos. Es un aria festiva que canta el protagonista irónicamente a un plátano que le protege de los rayos del sol. Nada que ver por tanto con el sentido cuasi religioso, de aire lento y mortecino, con el que a veces se ha interpretado el fragmento. Es sin duda una página muy bella, de un gran valor melódico, muy sugerente y refrescante; nunca mejor dicho.

Pero en realidad la ópera está poblada de otros muchos números -¡hasta 52!- de mérito. Hay para dar y tomar, de todas las formas, disposiciones y caracteres, de mucho lucimiento en algún caso. He ahí una nueva originalidad, el da capo no es lo que prevalece; hay arias bipartitas e incluso monotemáticas, la mayoría de corta duración, otro rasgo singular y que poseen asimismo las piezas a dúo.

Entre el drama y la farsa

Ejemplo: el que mantienen en el segundo acto Serse y Romilda se extiende solamente durante 18 compases. Serse tiene asignada un aria amorosa magnífica al final del primer acto de los tres que componen la ópera: Più che penso, que se sitúa a medio camino entre el drama y la farsa. La acción trata de los amores del guerrero con dos mujeres, Amastre y Atalanta, aunque a quien ama es a Romilda, que es la novia de su hermano. Finale lieto, naturalmente. La fémina que se queda sin novio, Atalanta, se consolará con "un altro amante": Trovar sapró. No podemos dejar de mencionar alguna que otra aria de interés, como la última del personaje central, Crude furie; o la tan patética È gelosia; o la lírico-heroica Chi cede al furore, ambas de Romilda... Sin duda los intérpretes de aquel estreno londinense debieron de contribuir a dar forma y categoría a la ópera, aunque luego el público no lo tuviera muy en cuenta. Recordemos que Serse fue cantado por el famoso castrato Gaetano Majorano, Caffarelli, y que las tres damas en cuestión fueron servidas por auténticas divas: Antonia Merighi, Elisabeth Duparc y Margherita Chimenti...

No es mal reparto el que va a cantar en el concierto del día 22 en el Auditorio Nacional. El papel estelar se asigna en este caso no a un contratenor, como en otras ocasiones, sino a una mezzo, que sin duda podrá actuar con mayor flexibilidad: la sueca Malena Ernman (1970), artista de rara versatilidad, que cultiva también el repertorio ligero: hace años representó a su país en Eurovisión. La acompañan la habitual Sonia Prina -semanas atrás Bradamante en el Real en otra obra de Haendel, Alcina-, Adriana Kucerova, Kerstin Avemo, Marina de Liso, Christian Senn y Luigi de Donato. La parte musical estará bien servida por los agrestes timbres del Ensemble Matheus y por la batuta del espumoso Jean-Christophe Spinosi, tan acostumbrado a estos pentagramas.