Ana Curra, en un concierto en Gijón.

Ana Curra, en un concierto en Gijón.

Música

Ana Curra, diva punk de la Movida: "Los 80 se idealizan: a los Pegamoides la censura nos hacía cambiar las letras"

La cantante actúa este sábado en el Festival Nocturama de Sevilla, donde rememorará su etapa en Parálisis Permanente y enarbolará sus últimas canciones apocalípticas.

1 diciembre, 2023 02:01

Musa punk de la Movida, Ana Curra (San Lorenzo de El Escorial, 1958) vivió a fondo aquellos años en que se produjo una eclosión festiva en España. Jóvenes que habían padecido la horma nacionalcatólica se bebieron la marmita entera de libertad que les ofreció una democracia balbuciente. Tuvo su lado bueno, el sentido hedonista y disfrutó de la vida, la ferviente creación artística y una estética que rompió la grisura del pasado. Y también su lado oscuro: violencia y drogadicción.

Curra, que formó parte de Alaska y los Pegamoides y de Parálisis Permanente (junto a su compañero Eduardo Benavente, malogrado en un accidente de coche), transitó todas esas contradicciones. Alguna cicatriz le dejaron pero hoy sigue viviendo el punk (o para ser más precisos: el postpunk siniestro) a tope. Lo demuestra la gira intensa que viene desarrollando este año, que ahora hace escala en el Festival Nocturama de Sevilla este sábado. Buena ocasión para recordar con ella aquellos turbulentos 80 y sus analogías con nuestra época.

Pregunta. Vaya 2023. Con la tournée reivindicando El acto en su 40 aniversario y los temas nuevos. ¿Se está resarciendo del parón pandémico?

Respuesta. Fue una pena. Se me cayeron las giras por Estados Unidos y por Colombia que tanto había costando montar. Pero, bueno, había que salir adelante. Yo no me perdí el tiempo. Saqué el libro de las Conversaciones con Sara Morales. Y también dos canciones Aphrodita la monarca e Hiel.

P. Le salieron muy apocalípticas, ¿por cierto? Habla de que vamos directos a la extinción.

['Espectros de la Movida. Por qué odiar los 80]

R. Es que basta con abrir los ojos para darte cuenta del sitio horrible en el que estamos. Pero vivimos como hormigas sin mucha conciencia de lo que pasa alrededor, como las dos guerras que tenemos encima y el cambio climático que muchos se atreven a negar. Parece que ya no tenemos capacidad para identificar qué es sustancial en nuestras vidas.

P. ¿En Sevilla también centrará su concierto en El acto?

R. Será como un resumen de mi carrera, con canciones de la época de Parálisis permanente hasta hoy. El acto es un disco que es parte de mi vida y tiene absoluta vigencia. Y creo que un festival como Nocturama encaja, que tiene un concepto ecléctico muy acorde a nuestro espíritu.

P. Dice que Iggy Pop le cambió la vida cuando lo vio en el Rockola. ¿Cuando sube al escenario se econmienda al su espíritu?

R. Para mí la santísima trinidad son Iggy Pop, Bowie y Lou Reed. Y sí: subo al escenario siempre con la intención de ofrecer una ceremonia ritual de exorcismo en la que invoco al público.

P. ¿Qué destacaría de esos tres gigantes que ha mencionado?

R. Iggy es el talento innato, con una capacidad de transmisión brutal. Viéndole se te va la olla por su propuesta tan visceral y tan contagiosa. Es pura animalidad. Reed, con la Velvet, cambiaron el paradigma del underground. Fueron, con sus letras literarias y con sus queers y prostitutas, una convulsión tras el mensaje de paz y amor de los jipis. Bowie es el perfecto artista mutante, que supo siempre rodearse de los mejores. Su personalidad era la más amplia. Llegará a la altura de Beethoven con los años.

P. ¿Cómo recuerda el Rockola en el que vio a Iggy?

R. Fue el lugar donde me formé. Se programaba con un sentido de la actualidad alucinante. Traian no solo a gente ya asentada y con prestigio sino también a figuras emergentes. Ayudó a que España saliera de su retraso franquista. Fu el sitio idóneo para vivir nuestra revolución de significados y saciar nuestra necesidad de buscar. Allí vi, aparte de a Iggy, a bandas como Killing Joke. Aparte, actuaría en su escenario unas 7 u 8 veces.

P. Acabó cerrando de mala manera, tras el asesinato de un rocker a sus puertas en 1985. ¿Cómo convivía con toda aquella violencia?

R. Las tribus urbanas estaban pegándose entre ellas todo el tiempo, los rockers con los mods, los punkis con los rockers… Sobre todo a partir de Quadrophenia. Siempre lo vi como una tontería. Era como un teatro.

P. Pero usted también ‘militaba’ en una de esas tribus.

R. Pero no de manera uniformada. Fui punki porque era lo que me tocó en aquel momento. Una debe ir con su tiempo, no nacer viejo. Aquel ramalazo de energía fue muy estimulante para nuestra generación. Pero nunca me he dejado llevar por las tribus. Aunque yo era más bien postpunk, o sea, siniestra, de Killing Joke, Joe Division… No tanto de los Ramones o los The Clash. Más oscura y menos melódica.

P. Da clases en el conservatorio de San Lorenzo de El Escorial, por lo que está en contacto con la juventud de hoy. ¿En qué se diferencia de la de entonces?

R. Ha cambiado mucho por la educación y por la facilidad en el acceso de la información. Veo analogías: hay jóvenes con inquietudes que indaga y otra que se deja llevar por la masa. Eso no cambia. Quizá, con todo esto de las redes, tienen más riesgos de perderse. Ahora lo que se impone es el reguetón. El trap, por otro lado, nos cuenta muchas cosas de la calle.

P. ¿Hay similitudes entre el trap y el punk?

R. Sí, yo lo llevo diciendo hace tiempo. La gente ahora hace canciones con herramientas caseras sin tener demasiado conocimiento de música. Es como algo que se ha heredado del punk, de la calle.

P. ¿Y más allá de las formas? El punk fue un grito de rebeldía y hedonismo nihilista. ¿Eso también lo ve en el trap?

R. Es que no se puede generalizar. Hay de todo, como decía antes. Las propuestas son muy variadas. Algunas son repetitivas y superficiales, otros se curran más en personalizar su estilo y su mensaje. Se nota también una búsqueda de raíces, como la de Tanxugueiras. Hay que buscar mucho, dedicarle tiempo para poder entender y calificar todo este aluvión.

P. ¿Cree que se idealizan mucho los 80? Más en estos tiempos en que se estrecha el círculo sobre la libertad de expresión.

R. Quizá sí se exagera un poco y se idealiza. A los Pegamoides nos hicieron cambiar algunas letras. No pudimos decir ‘Terror’ en el supermercado sino ‘Horror’ porque el tema del terrorismo. Era una cosa absurda. Pero pienso que a la censura siempre se la puede capear dándole una vuelta a las palabras, con un poco de ingenio. Aunque ahora es cierto que estamos en una involución, vamos perdiendo derechos ganados, se imponen los presupuestos populistas que se apropian de la palabra libertad. Hay una confusión del copón bendito.

P. ¿Quién mató la Movida?

R. No la mató nadie. Es ley de vida de los movimientos artísticos. Tienen un origen, un periodo de plenitud y una muerte. La Movida, es cierto, que se la apropiaron las instituciones y empezaron con unas locuras de presupuestos, con lo de Marca Madrid, con el deseo de atraer turistas… Los pocos que habían hecho la Movida, al ver aquello, apostatamos de ello. Pero es verdad que, pasadas tres décadas, empezamos de nuevo a ver las cosas con perspectiva y en su justa medida.

P. Es curioso. La crítica que se hace es que las instituciones inyectaran cantidades ingentes de dinero en la actividad artística, que eso contribuyó a matar la Movida pero luego la gente de la cultura se tiende a quejar de lo contrario: del desamparo institucional. Paradójico, ¿no?

R. Bueno, es que con la Movida no solo acabó el abrazo institucional. Llegó mucha gente que empezó a querer ser protagonista de la Movida pero eran ajenos a su raíz underground. Decían muchas tonterías. Luego, cambió la sociedad. La clase media creció. La vida que se vivía en las casas de la mayoría de españoles era diferente. Los ánimos se serenaron. Cambió el contexto y cambiaron los estilos expresivos: empezó el indie.

P. La punki en el conservatorio. Es una artista curiosa por esta conciliación que representa de dos mundos tan dispares.

R. Son dos pilares para mí. Yo creo que Bowie, en 100 años, será como Beethoven. Te lo digo yo que soy bruja.