El Teatro Real hace coincidir a dos de las mejores sopranos del mundo
La estadounidense Sondra Radvanovsky y la noruega Lise Davidsen interpretarán este fin de semana en el escenario madrileño piezas de Donizetti, Verdi y Strauss.
6 enero, 2024 02:34Coinciden en Madrid, en el escenario del Teatro Real, dos de las voces de soprano más acreditadas de nuestros días. Un lujo. Dos cantantes que podríamos encuadrar en la categoría de lírico-spinto o spinto, voces amplias y sustanciosas, de notable volumen: Sondra Radvanovsky (sábado 6) y Lise Davidsen (domingo, 7). La primera, nacida en la localidad estadounidense de Berwyn en 1969, aunque está nacionalizada canadiense, posee un instrumento de timbre sedoso, de cierta penumbrosidad.
Pese a su edad, emite aún con franqueza, con un juego respiratorio de rara perfección, de tal forma que, en cualquiera de sus interpretaciones, el sonido, a lo largo de dos octavas bien cumplidas, sale nítido, bien conformado, homogéneo, envuelto en ricos reflejos plateados. El fraseo, muy natural, y la dicción, impecable, contribuyen a reforzar la solidez y expresividad de unas interpretaciones de rara musicalidad.
La descubrimos va a hacer 24 años en unas representaciones bilbaínas de Il trovatore de Verdi. Nada más salir nos dejó con la boca abierta: cantó maravillosamente la soñadora aria Tacea la notte placida. Aquel timbre tan rico en armónicos nos dejó huella. Pasó el tiempo y volvimos a disfrutar de su arte en unas representaciones de Norma de Bellini en Oviedo.
Ambas son cantantes encuadradas en la categoría de lírico-spinto, voces amplias y sustanciosas, de notable volumen
Poco a poco ha ido instalándose en nuestros escenarios (Real, Liceo, Maestranza) y asentándose aún más. El Real la aplaudió a rabiar, con bises incluidos, en Tosca hace tres temporadas. Sus Reinas donizettianas han hecho época.
La voz de la noruega Lise Davidsen (Stokke, 1987) ha empezado a ser conocida y valorada hace relativamente poco. Posee un volumen descomunal (su estatura es de casi 1,90) y un timbre irisado, vibrátil, de un metal refulgente y espejeante, que nos llega a través de poderosas volutas a veces difíciles de controlar.
Grave oscuro, bien asentado y agudo de raro poder de penetración, con un punto, a veces peligroso, de insolencia en las zonas más elevadas, en donde se bordea lo excesivamente agresivo. En todo caso, demoledor. De momento, no abandona el repertorio propio de una lírica de gran aliento o de una spinto con arrestos. Su Elisabeth de Tannhäsuser de Wagner (con la que ha triunfado en Bayreuth), su Ariadne en Naxos de Strauss están haciendo época.
Esperemos que espere algún tiempo en desembarcar en el repertorio abiertamente dramático y que no se lance ya a abordar una Brünnhilde o una Elektra. Ha crecido mucho desde su recital en la Schubertíada de Vilabertran, donde la descubrimos cantando unos Wesendoncklieder de Wagner. En España se la ha escuchado después en La Coruña, Barcelona y Madrid. Vuelve de nuevo al Real, tras su recital de hace meses en los ciclos del Teatro de la Zarzuela.