Los diarios íntimos de Amy Winehouse: "Escribo canciones sobre cosas que no puedo superar"
El libro 'De su puño y letra' profundiza en la infancia y adolescencia de la artista a través de diarios, poemas, cartas, dibujos y fotografías familiares.
29 marzo, 2024 01:01Ruidosa, brillante, audaz, dramática, salvaje. Así se definía Amy Winehouse a sí misma cuando tenía 16 años. La cantante, icono global y leyenda de la música con tan solo dos discos, Frank y Back to Black, sigue generando titulares y el interés por su figura ha llevado a cineastas como Asif Kapadia a grabar el documental Amy o a Sam Taylor-Johnson a rodar el biopic Back to Black que se estrenará en cines el próximo 12 de abril.
Estos días la cantante es también protagonista de Amy Winehouse. De su puño y letra (Libros del Kultrum), un libro que abre una ventana a los diarios de la brillante compositora para profundizar en su infancia y adolescencia a través de diarios, letras manuscritas, poemas, cartas y dibujos, así como fotografías del archivo familiar.
Un mosaico que nos ayuda a componer, aunque parcialmente, el puzle de la vida de una artista del norte de Londres que se convirtió en una estrella global de la música a la que perdimos antes de lo debido.
Nacida el 14 de septiembre de 1983, Amy Winehouse creció en una casa en la que la música sonaba a todas horas. Ya fuera en su propia casa como en la de su abuela Cinthya, la joven creció rodeada del sonido de cantantes como Frank Sinatra, Billie Holiday o Michael Jackson.
Con una gran sensibilidad artística, desde pequeña empezó a despuntar su espíritu creativo y aunque en un principio quería ser periodista, Winehouse mostró una gran capacidad para la lectura, la escritura y la interpretación.
Dibujar era otra de las manifestaciones que empleaba una joven que escribía notas y postales a sus familiares con motivo de algunas fechas señaladas. De hecho, este volumen recupera algunos de esos recortes que aún guardan y que demuestran su sentido del humor además de su encanto y su pasión por la vida.
Una joven con problemas de concentración
La escuela, sin embargo, nunca fue el lugar en el que mejor se desenvolvía la artista. Sobresalía en las asignaturas más creativas pero su dificultad para concentrarse era cada vez más evidente. Si bien es cierto que en estas páginas leemos algunos comentarios de sus profesores alabando su capacidad lectora o su ingenio para la interpretación y para la creación de escenas, también nos hacen cómplices de otros, como “podría hacerlo mejor” o “Amy se distrae con facilidad”, que atraviesan sus años escolares.
No obstante, enseguida se enamoró del teatro. “Nunca podremos olvidar los imborrables recuerdos de Amy en sus obras escolares, absorbía cada detalle del personaje e interpretaba desde las tripas”, recuerdan sus padres en estas páginas.
La propia Amy Winehouse lo dejó por escrito: “Cuando era pequeña mi sueño era ir a una escuela de teatro pero era algo que jamás pensé que me llegaría a suceder. Yo era una niña judía del norte de Londres y esas cosas no les pasan a las chicas judías del norte de Londres que se llaman Amy Winehouse”.
Pero lo cierto es que se equivocaba: en 1997 consiguió entrar en la escuela de Sylvia Young Theatre School tras cantar On the Sunny Side of the Street. Aunque alguna vez recordó que su estancia allí fue la más feliz de su vida, su expediente académico no demostraba la misma pasión. En este contexto, pronto se trasladó a The Mount para recalar, después, en la BRIT School de Croydon.
Deslenguada y malhablada, como ella misma se define, la adolescencia es una etapa complicada para todos y Winehouse volcaba sus vivencias, sentimientos y sensaciones en una poesía dramática y profunda. En uno de esos versos fechados en enero 1997 leemos: “Exhausta, enferma. Y llena de porquería. A eso le llamo poesía. Aun así… mi fin llegará”.
La escritura como catarsis
Antes de alcanzar la fama, Winehouse escribió una lista titulada Ambiciones para cuando sea famosa. En ella anota situaciones como ser fotografiada por David LaChapelle, actuar con Michael Madsen, hacer una colaboración con Missy Elliot y Timbaland, tener una colección de zapatos (más de 300 pares de zapatos) o tener gente que la admire.
Ya en esta época la música calmaba su ardiente interior pero su carácter reservado hizo que nunca mostrara sus cuadernos en los que apuntaba ideas y frases que en algún momento podrían llegar a formar parte de algunas de sus canciones más emblemáticas. “Amy se cobijaba en la escritura como catarsis con los momentos más dramáticos de su vida”, apuntan sus progenitores en el apartado dedicado a la evolución lírica de la cantante.
En el año 1999 fue aceptada en la Orquesta Nacional Juvenil de Jazz y no tardó en llamar la atención de la agencia Brilliant 19, quien le consiguió su primer contrato con EMI cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. Aunque entonces nadie lo sabía, aquello supuso el inicio de una carrera meteórica que iba a estar llena de altibajos, de ascenso al éxito y de descenso a los infiernos del alcohol, las drogas y relaciones sentimentales polémicas.
Su romance con el alcohol se reflejan en otra lista en la que apunta que en su nevera siempre habrá productos como vodka, kahlua, Baileys o cerveza; y su coqueteo con los trastornos alimentarios también se dejan entrever en otra lista en la que escribe: “perder seis kilos y mantenerme ahí. Pesar no más de 50 kilos”.
Fama y perdición
Para Amy la música era su tabla de salvación, su manera de procesar los sentimientos a los que no podía dar respuesta de ninguna otra manera. “Escribo canciones sobre cosas que en realidad no puedo superar en persona”, se puede leer en De su puño y letra.
A punto de cumplirse 14 años de la muerte de la cantante por una desmedida ingesta de alcohol, escuchar las letras de Frank y Back to Black es acercarse un poco más a esa mente que siempre tuvo claro que era diferente. “Si no lo he experimentado, no puedo ponerlo en una canción. Tiene que ser autobiográfico. Es un exorcismo, saco de ahí todas mis cosas. De no tener este medio para transmitir mis experiencias estaría perdida”, arguye la artista.
Y eso es precisamente lo que transmiten algunas de las desgarradoras letras que componen la breve discografía de esta gran renovadora del jazz. Mientras a la cantante le servían como terapia y vía de escape, al oyente le estremece. Su carácter autodestructivo también le llevó a convertirse en su crítica más feroz y, a pesar de ello, se rodeó de productores como Salaam Remi y Mark Ronson que consiguieron sacar lo mejor de la compositora.
Sin embargo, la lluvia de premios, los focos y el desmedido interés por su figura supusieron un choque para una mente frágil y el estrellato pronto se volvió en su contra haciendo que su turbulenta vida personal copara más titulares que su trayectoria artística. Por esta razón, si algo sorprende en este libro es que, lejos de dar una imagen completa de la artista, su discurso pasa por alto sus peores momentos y no se asoma al precipicio que la devoró.
Las leves pinceladas en torno a sus problemas con el alcohol o la anorexia, la completa ausencia de sus entradas y salidas a rehabilitación, de su polémica relación con Blake Fielder-Civil, a quien conoció en 2005 poco antes de lanzar Frank, o Pete Doherty o de las circunstancias de su muerte a los 27 años, dejan un relato inacabado.
Con todo, y a pesar de que los beneficios generados por la venta del libro será destinados a la Amy Winehouse Foundation, surge la duda de si la propia Amy Winehouse hubiera estado de acuerdo en publicar algo tan íntimo como sus diarios.