El violinista Leonidas Kavakos rompe su silencio con Bach y vuelve a la energía de Beethoven
Irrumpe en el mercado discográfico con dos álbumes dedicados a los genios alemanes.
15 abril, 2024 02:11“La nueva semilla es fiel. Arraiga con más fuerza en los lugares que están más vacíos”, escribe la psicóloga Clarissa Pinkola. Es quizá esa búsqueda de un lugar desde el que elevar su propia voz la que llevó al violinista Leonidas Kavakos (Atenas, 1967) a dejar de interpretar a Bach en público durante casi diez años.
De mentir a sus padres para escaquearse – “No sé cuándo fue la primera vez, pero siempre me pillaban si intentaba escaparme de casa. Tenía que volver y practicar”, ha confesado– , la evolución de este violinista ha sido vertiginosa: hizo su debut a los 17 años, para después convertirse en uno de los grandes virtuosos de este instrumento y trabajar regularmente con algunas de las mejores orquestas y directores del mundo.
Su relación con Bach empezó en los años ochenta, cuando escuchó una grabación antigua del Concierto para violín en re menor. Se hizo con una partitura y empezó a tocarla para satisfacer su sed juvenil de desafíos técnicos. “Me sentí tan feliz tocándolo como cuando interpreté el Concierto para violín de Brahms”, recuerda Kavakos. “Me abrió un mundo increíble de cómo un violín podía sonar y cómo su virtuosismo puede integrarse en un conjunto más amplio”.
Kavakos empezó con Bach en los ochenta, cuando escuchó una grabación antigua del 'Concierto para violín en re menor'
Todo cambió cuando escuchó una grabación historicista del belga Sigiswald Kuijken interpretada con un violín y arco barrocos. A partir de ese momento, y durante casi diez años, decidió dedicar incontables horas de estudio a encontrar una forma de interpretar una música con la que se sintiera a gusto. La chelista Natalia Gutman, con la que ha tocado en agrupaciones de cámara, le ayudó en ese camino, animándole a explorar Bach con una copia de un arco del siglo XVIII.
“Así que pedí un arco clásico”, escribe Kavakos en el libreto del disco, “y empecé a experimentar con él. Todo tomó forma gracias a ese arco. Poco a poco encontré mi voz en Bach con él”, desvela. Después pudo reproducir esos sutiles elementos de expresión y articulación con un arco moderno, un Tourte que le ha permitido “un enfoque contemporáneo bien informado”, compatible con sus intentos de imaginar cómo podrían haber sonado estas piezas en la época de Bach.
Pero su sonido no sería el mismo sin su preciado instrumento, un Stradivarius de 1734. “El violín es la voz del violinista. Yo puedo querer reproducir música en mi mente, pero sin él, nadie la puede oír. Una vez lo ves así, no puedes abandonar tu instrumento y tocar con otra cosa”.
Claro que todavía no había llegado a sus manos el Willemotte, que ha vuelto a su poder 25 años después de haberlo tocado por primera vez en una exhibición del Metropolitan de Nueva York. Ese flechazo no lo olvida: “Fue como si la tierra se moviera bajo mis pies”, ha señalado. “Cada nota ofrecía nuevas posibilidades”.
Kavakos rompió su silencio autoimpuesto con la publicación de Sei solo (Sony), un álbum en el que aborda un diálogo sincero con las Sonatas y partitas para violín solo, luchando contra la avalancha de notas con “frases largas y bien formadas, estableciendo una estructura de impresionante amplitud e integridad”, según la revista Gramophone, que le nombró en 2014 artista del año por segunda vez.
En Bach: violin concertos (Sony) ha continuado tirando de la fuente inagotable del alemán para publicar cuatro de los conciertos para violín –el BWV 1041en La menor, el BWV 1042 en Mi mayor y dos de ellos, el BWV 1052R en Re menor y el BWV 1056R en Sol menor, reconstrucciones de Shai Wosner de conciertos para clave– en un disco en el que ha eliminado todo lo accesible, dejando un solo instrumento para cada parte.
Para llegar a este punto ha vuelto a trabajar con su mentor, el pianista Ferenc Rados, quien, dice, le abrió la mente y le permitió poco a poco sentirse “lo suficientemente seguro como para compartir mi nueva forma de tocar Bach”.
Aunque pueda parecer sorprendente, la principal razón por la que Kavakos valora los consejos del pianista húngaro es porque este no toca el violín. “Escucharle me ha dado la oportunidad de acercarme a la música de otra manera”, declaró a The Strad.
“Un pianista no quiere hablar de la técnica del arco o del vibrato de la mano izquierda, pero puede centrarse en las armonías de otra manera, o en el ADN compositivo de la música. Y una vez que se entienden esas cosas, es más fácil incluir un elemento de instinto en la interpretación. Ese equilibrio entre intelecto e instinto es algo que lleva toda una vida conseguir”, dice.
El violinista acaba de publicar también el último capítulo de Beethoven for three (Sony), un recorrido por las sinfonías de Beethoven en formato de trío en el que cuestiona la distinción tradicional entre repertorio de cámara y de orquesta junto a dos amigos: el pianista Emanuel Ax y el violonchelista Yo-Yo Ma. “Lo que más me apetecía era explorar su intensidad y espíritu revolucionario, nunca pensé que estuviéramos simplificándolo”, recuerda.
[Kavakos, la poética del violín]
“En realidad, tengo que tocar mucho más que si fuera uno de los violinistas de la orquesta. Como la partitura se reparte entre solo tres personas, cada uno tocamos prácticamente todas las grandes melodías que tiene”.
La serie incluye, además, las sinfonías Nº 2 y Nº 5, en la primera entrega, y la Nº 6, Pastoral, y la Op. 1 Nº 3 en la segunda. De todas ellas, merece la pena escuchar el Allegro con brio de la sinfonía Nº 5, grabado en el Seiji Ozawa Hall de Tanglewood.
Fue precisamente ese festival el que dio pie a una colaboración que desde 2014 les ha permitido disfrutar tocando juntos mientras exploran lo que significa Beethoven para los músicos y el público de hoy: “No se trata de cómo tocas, sino de cómo piensas”, dijo el artista. "Piezas como estas son como mirar a las estrellas. No puedes tocarlas, sólo mirar lo que proyectan para comprenderlas".