Estamos ante una de las indiscutibles divas del presente, impulsada, es cierto, como otros, por una hábil campaña de márketing. No es que no posea valores artísticos, algunos relevantes, como un atractivo timbre oscuro de soprano lírica, una más que considerable extensión y una técnica solvente para defenderse sin aparentes problemas de cualquier embiste. Pero, a la postre, su canto nos parece un tanto monótono y ayuno de delicadeza. Martini, Scarlatti, Bellini, Donizetti, Verdi, Gounod, Bizet, Massenet y músicos rumanos son cantados en un solo plano. La emisión a veces es en exceso entubada pero la intérprete sale del paso con donosura e inteligencia. Nos acordamos de un recital similar de Schwarzkopf en el Prades de los años cincuenta. Aún hay clases. Bien el pianista Jeff Cohen.