La
Rondine siempre ha sido como el "patito feo" dentro de la producción pucciniana. Esta elegante comedia fue concebida como una opereta vienesa (una suerte de combinación entre
La Bohème y
La viuda alegre), aunque a causa de la I Guerra Mundial fue estrenada en Montecarlo, el 27 de marzo de 1917. En esta brillante producción de la ópera de Washington, Marta Domingo demuestra haber aprendido mucho de sus años como asistente de artistas como Franco Zeffirelli, consiguiendo uno de sus mejores trabajos. Como lo es el de Ainhoa Arteta, muy
glamourosa en su creación de Magda de Civry, una Mimí que ha ascendido socialmente pero conserva en su interior el alma de golondrina del título, que la llevará a su trágico fin. En este sentido, se ha optado de manera muy inteligente y sutil por el desenlace en el que la protagonista se sumerge en el mar al no poder soportar la carga de su pasado. Excelente el resto del elenco, con mención especial para Inva Mula como la desenvuelta doncella Lisette.