Ha vuelto Prêtre al podio de la Filarmónica de Viena para el tradicional Concierto de Año Nuevo. Y lo ha hecho, a sus 85 años, aún en mejor forma de la que manifestaba en 2008: ágil, movedizo, comunicativo, de una gesticulación facial muy expresiva, de una mímica contagiosa; divertido y ameno. En el CD y en el DVD que Decca se ha apresurado a sacar al mercado, podemos recrearnos con sus maneras y con su muy franca relación con los instrumentistas, que también se lo pasan pipa. Un cúmulo de detalles que nos hacen retrotraernos a los añejos conciertos de Willi Boskovsky.

El secreto del fraseo de Prêtre reside en el rubato, que ha ido puliendo con el tiempo, a la vez que ha eliminado ciertos amaneramientos. "No me gusta -explica el francés- la palabra director, prefiero la de intérprete". Precisamente la interpretación es su forma de respirar la frase. En estas piezas rutilantes, la Filarmónica suena a las mil maravillas y recompone su tradicional ligereza y espumosa transparencia, algo perdidas en los adustos planteamientos sinfónicos de Barenboim en la pasada edición.

En la obertura de El murciélago nos entregamos al sutil juego dinámico y rítmico de la batuta, más sugerente que medidora. El resto es una fiesta. Falta en la misteriosa introducción de Las alegres comadres de Windsor de Nicolai un mayor toque poético, aunque la realización, después, es magistral. Algunas páginas francesas de Johann Strauss padre, Offenbach, Lumbye se combinan con las polcas y valses tradicionales. Una gozada.