Marina ha forjado una obra de madurez, de afianzamiento y a la vez de confirmación. Al mismo tiempo es un trabajo con el diseño de la libertad que ella misma se ha otorgado al prescindir de cantos de sirena e ir directamente a lo que le dicta su misma necesidad artística. Con una voz fresca, de timbre bellísimo y de imponente capacidad de transmisión; con infinitos matices y en muchos casos sobrecogedora, lírica cuando lo requiere el estilo -la malagueña- , dramática en la seguiriya o popular en los tangos de Granada, Marina nos ofrece la manifestación sincera de una música viva en la que
el hecho de utilizar una serie de formas flamencas, pertenecientes a la más venerable tradición, no impide su modernidad, fundamentada en el talante de su propia actitud abierta. Y es este aspecto una de las claves del disco: la profundización en un lenguaje que la cantaora revitaliza con un despliegue de equilibrio e inteligencia, pero también con la pasión gozosa de la creatividad.