Rocío Molina, un volcán en Nimes
La bailaora dialoga con la guitarra de Riqueni en 'Impulso', una de las propuestas más atractivas de la 30.ª edición del festival flamenco
15 enero, 2020 07:50Según datos oficiales, entre 1936 y 1939 partieron con destino a Francia unos 440.000 españoles, huyendo de la guerra y de las represalias franquistas. Entre 1959 y 1973 emigraron hacia Europa 1.066.044 españoles, en este caso en busca de mejor fortuna. El 21% recaló en Francia. A esto hay que añadir la colonia de gitanos españoles residentes en Argelia y que, a causa de la guerra y más tarde con la independencia en 1962 de ese país, se instalaron en el sureste francés, la mayoría en Marsella y sus alrededores. En 1968 apareció en la ciudad de Nimes un emigrante andaluz, procedente de Baeza (Jaén) que con el tiempo adoptó el nombre artístico de Pepe Linares. Era albañil y cantaor. Llevado por la pasión y la nostalgia, colocó la primera piedra flamenca en el territorio, y sin imaginar lo que ese modesto y primer impulso llegaría a ser, organizó las actividades –concursos y espectáculos– que fueron el germen de lo que es hoy uno de los principales acontecimientos dedicados a ese género musical y dancístico. Ahora, el Festival de Nimes, en las manos sensibles e inteligentes de la dirección del Teatro Bernadette Lafont –que ha sido tan receptiva ante la evolución natural de un arte vivo–, cumple 30 años, avalados por un antiguo y reconocido prestigio internacional.
Uno de los espectáculos, si se puede llamar de este modo, que ha sido programado para celebrar la efeméride es Impulso, esa aparición en el escenario de dos seres que en un momento dan la impresión de estar ausentes de este mundo y en otros se transforman en “ángeles fieramente humanos” al redimirse por el sonido de la guitarra y la escritura gestual del baile. Son Rocío Molina y Rafael Riqueni: una performance abstracta, un encuentro que parece fortuito pero que está lleno de afinidades en un espacio inabarcable, un ritual en otra dimensión, una acción de correspondencias orgánicas que respira, que nos traslada a un universo donde el arte adquiere su más alta expresividad.
“Más que un encuentro”, dice Riqueni, “lo veo como un diálogo”. Efectivamente, dentro de su indefinición, puede tratarse de un diálogo sin principio ni fin, más allá del tiempo. “Es algo maravilloso, por los momentos que se van sucediendo. Sé que ella admira y se siente muy identificada con lo que yo toco. Existe una vinculación tan profunda como sutil, pero siempre cálida. A veces no doy crédito a lo que Rocío hace, es un volcán de imaginación. Tengo la certeza de que se ha encerrado en su estudio y ha trabajado a fondo con mi música, pero después, durante la representación, todo es fresco, como naciendo en ese instante, concebido y realizado por primera vez”.
"'Impulso' no es una obra ni un espectáculo, es mostrar las tripas de la búsqueda. Bailar a Riqueni es un regalo que yo me hago". Rocío Molina
Impulso es un proyecto de Rocío Molina que comparte con artistas diferentes, y uno de ellos lo lleva a cabo con Rafael Riqueni, que antes de estar programado en Nimes, se ha mostrado una sola vez en el Claustro de los Muertos del Monasterio de San Isidoro del Campo, durante el Festival de Danza de Itálica, Sevilla. “No es ninguna obra, no es ningún espectáculo, se trata de mostrar las tripas de la búsqueda”, ha declarado la bailaora malagueña, que termina afirmando: “La guitarra de Riqueni es la referencia de todas mis obras y bailarle a él es un regalo que yo me hago”. En un lenguaje de signos que comparte con el guitarrista, Molina se lanza al abismo de la improvisación consciente, del que una y otra vez sale indemne, resurgiendo luminosa. Para la ocasión, el compositor e intérprete trianero ha escogido diversos pasajes de Parque de María Luisa, uno de sus títulos capitales de reciente publicación, más una monumental soleá y su versión de la marcha procesional Amargura, de Manuel Font de Anta. “Ella lo embellece todo. Es una creación añadida a la música y, en último caso, una conjunción de los dos. Al verla bailar mientras toco, siento algo profundo que me conmueve, que me lleva a lugares desconocidos, y es entonces cuando mi guitarra adquieren un movimiento y una dinámica acorde a lo que ella me inspira”.
El Festival de Nimes, en esta su trigésima edición, ha diseñado un cartel en el que da paso a otras figuras del baile, como Rafael Estévez y Valeriano Paños, que acaban de recibir el Premio Nacional de Danza, y que presentan, en versión libre, El sombrero, inspirado en el Sombrero de tres picos, que De Falla estrenó en 1919 con coreografías de Massine y decorados y figurines de Picasso. El compositor gaditano estará también presente con el emblemático ballet El amor brujo, en la visión perturbadora de Israel Galván. Además, Eduardo Guerrero, con Sombra Efímera II, Patricia Guerrero con Distopía y dos contribuciones francesas: Chely la Torito con Poetika, el mundo imaginario de MamZelle Flamenka y Patrice Thibaud con Franito.
El toque electrónico
La guitarra tendrá asimismo una particular presencia con los conciertos de Vicente Amigo, Antonia Jiménez y Joselito Acedo, aunque también será significativa la participación de grandes nombres, como Alfredo Lagos, Dani de Morón y Javier Patino, en su especialidad de acompañar el cante y el baile. A ello hay que sumar los conciertos de cante, que van desde la siempre esperada, e inspirada, Mayte Martín, hasta la elegante Mariola Membrives, pasando por Tomás de Perrate, Gema Caballero, con una actuación en solitario y, por otro lado, voz principal en Luminescence, del músico y multinstrumentista iraquí, residente en Estados Unidos, Amir ElSaffar. El jerezano David Lago ofrecerá Hodierno, que es el título de su último disco, donde los distintos estilos, con un singular tratamiento sonoro, navegan a través de un despliegue de efectos electrónicos. “El término hodierno, relativo a lo actual, es ya una declaración de intenciones. El flamenco es un arte bastante arraigado que, al mismo tiempo, yo trato de enfocarlo hacia el presente y al lugar al que me ha llevado un camino de tan extensa trayectoria”.
Larga vida, pues, al Festival de Nimes por los 30 años abriendo sus puertas a todos los caminos del flamenco y felicidades para aquellos que lo han hecho y lo siguen haciendo posible.