Manuel Liñán. Foto: MarcosGpunto.

Manuel Liñán. Foto: MarcosGpunto.

Flamenco

Manuel Liñán, Premio Nacional de Danza: "El baile flamenco me permite abandonar la realidad"

El bailaor granadino se presenta en los Teatros del Canal con 'Muerta de amor', un montaje sobre el deseo, la fantasía y lo carnal. 

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Ejerce Manuel Liñán (Granada, 1980), con desbordada vehemencia, un constante ejercicio de superación, aunque mantiene la norma de sumergirse sin ningún tipo de blindaje en el riesgo que implica la lucha consigo mismo. Su palmarés, brillante. Como ejemplo: Premios MAX en 2009, 2013, 2017 y 2021; Premio de la Crítica del Festival de Jerez en 2016 y 2020, muestra donde le fue concedido el Premio Revelación en 2012. En 2017 se le otorga el Premio Nacional de Danza.

Coreógrafo invitado del Ballet Nacional de España y colaborador del director Daniel Fish para la Ópera de Estrasburgo, sus últimas obras son ¡Viva!, de gran éxito internacional y merecedora de un amplio reportaje en el New York Times, y Pie de hierro, el conflicto que surge de la relación de Liñán con su padre. Ahora anuncia Muerta de amor, que podremos ver a partir de este jueves en la Sala Roja de los madrileños Teatros del Canal.

Pregunta. ¿Cuál es la razón del femenino para el título?

Respuesta. Es una expresión española que usamos a veces cuando ya no podemos soportar tanta belleza, cuando hay tanta densidad, o por lo menos en mi círculo y en mi modo de hablar, incluso en tono coloquial, a veces decimos “me he quedado muerta”, estoy muerta de amor. Y luego, también, Muerto de amor es un soneto de Rafael de León, que está en el espectáculo y ha sido muy insinuante a la hora de la creación. Y esa es otra razón por la que elegí el término “muerta”, en femenino, debido a la interpretación que le doy al soneto.

“Siempre he tenido una carga y un sentimiento de culpabilidad. Por lo tanto, bailar este tipo de historias me libera”

P. ¿Es el amor el concepto que protagoniza su nuevo espectáculo?

R. Yo creo que es lo que gira en su entorno en un sentido más amplio. El protagonista sería el deseo, la fantasía, el abrazo y su carencia, lo carnal, también lo espiritual. Creo que el espectáculo se enmarca dentro de varios criterios interpretativos con respecto al amor.

P. Dice que no entiende la danza sin el abandono de la realidad. ¿Con qué intención quiere abandonar esa realidad?

R. Es verdad que lo que me permite el baile flamenco es perder el control, disipar la conciencia del tiempo, sentirte en el aire. Creo que para mí eso es abandonar la realidad. Lo que pretendo es no tener textura ni forma, sino que vuele en un espacio y exista como emoción, no como materia. Es como estar en otra dimensión. Concretamente, en una ocasión noté que no estaba en este campo terrenal, que había dejado mi cuerpo. De esto hace tiempo, pero recuerdo que la gente que se encontraba a mi alrededor sintió como si todos hubiéramos hecho una especie de viaje que nos transportaba a otro lugar.

P. También habla de buscar el impulso para conectar con lo inexplicable, con Dios. ¿Cómo concibe a Dios o ese mundo inexplicable?

R. Sí, aquí la palabra Dios aparece directamente como lo inexplicable. Llegué a la conclusión de que realmente al conectar con lo divino, llamémosle en este caso Dios, es cuando precisamente ocurre que a través de la danza llegas a un estado que prescindes de la materialidad, que no tienes gravedad y te unes con algo que es superior. El baile es un vehículo para transitar hacia lo divino y las relaciones que tengo a mi alrededor son el sustento. En este caso, los hombres son la provocación, lo que hace que mi cuerpo tome ese impulso para que sea traspasado a mi baile, y sea mi baile el que conecte con lo sublime. Hay una frase por ahí que dice: “Creo en los hombres que me llenan de gracia, porque ellos quizá han sido ese vehículo”.

P. ¿Este espectáculo implica una liberación? ¿Es una manera de poner sobre el escenario una serie de argumentos para, a través de la danza, clarificarlos y hacer soltar el lastre que sobre ellos se asienta?

R. Claro que sí, contar esto a través de la danza supone para mí un hecho liberador, ya que acerca de esas relaciones, y desde mi infancia, siempre he tenido una carga y un sentimiento de culpabilidad. Por lo tanto, bailar este tipo de historias me libera.

P. Bajo su dirección y con sus coreografías, además de con su baile, ha dado paso en el escenario a otros bailaores: José Maldonado, Aberto Sellés, Juan Tomás de la Molía, Miguel Heredia, José Ángel Capel, David Acero y Ángel Reyes. ¿Cada uno tiene un papel distinto?

R. Sí, el rol de cada uno está muy definido. Todos somos bailaores de flamenco, pero hay también bailarines de danza española.

[Manuel Liñán, baile sin guion en Jerez]

P. Y aparece una mujer también, la cantaora Mara Rey. ¿Qué representa ella dentro del espectáculo?

R. Mara Rey es la musa, la que enciende esa chispa llamada deseo. Si la tuviéramos que personalizar dentro de esta historia, le pondría el nombre de La Nati, una gitana que había en Los Tarantos, el tablao de Granada donde yo empecé a bailar. La Nati cantaba y me descubrió las coplas que fueron mi banda sonora de entonces y me dio a conocer el romanticismo de toda esa música. Es una figura que tengo muy presente y Mara escenifica ese papel. Precisamente, las estructuras coreográficas están basadas en esas coplas, las que me acompañaron en mis primeras relaciones, aquellas que van escritas de hombre a hombre y a causa de la censura de la época tenían un doble sentido o guardaban un secreto. No podían expresarse abiertamente y las declaraciones de amor que contenían estaban camufladas.

P. ¿Un resumen a vuelapluma de Muerta de amor?

R. Le diría que en esta obra trato el amor como un estado y ese es el mensaje del espectáculo, que independientemente de los hombres y de las relaciones, lo que me parece más importante a la hora de la creación es tener la sensación de estar constantemente vivo, que yo pueda querer y que puedan quererme.