Image: Otello cierra Tenerife

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Ópera

Otello cierra Tenerife

José Cura aguantará el tirón en el montaje de Del Monaco

30 octubre, 2008 01:00

Un momento del otello del Saint Gallen. Foto: Zoubek Wolfgang

10 óperas para no perderse

Verdi servirá de clausura al 38 Festival de ópera de Tenerife en una producción escénica de Giancarlo del Monaco que dirigirá en lo musical Mario de Rose.

Hablar del Otello de Verdi es hablar de teatro musical bien hecho, de madurez compositiva, de milagrosa destilación de valores dramáticos, de equilibrio y justeza de medios, de lirismo de altos vuelos, de concisa y desnuda tragedia; y, por supuesto, de realización sonora impecable y directa, comunicativa y viva. Un prodigio de armadura que nos trae el fabuloso control de elementos del ya anciano creador, capaz, en un momento crítico de su trayectoria, y después de un silencio de más de 15 años, con la excepción de algunas revisiones -Simon Boccanegra, Don Carlo- y un Réquiem, de alumbrar una partitura de una fuerza, una energía y una vena melódica y contrapuntística inesperadas.

Boito, el inspirado libretista y Ricordi, el entusiasta editor, trabajaron inteligentemente durante años para que el compositor, que se consideraba ya retirado, se interesara finalmente por la historia de Shakespeare, a quien, y eso lo usaron como arma los instigadores, había admirado profundamente y algunas de cuyas tragedias había ya puesto en música, aunque no llegara a hacerlo con la nonata El rey Lear. El 5 de febrero de 1887 La Scala de Milán subía por fin el telón para estrenar Otello, que tendría su continuación seis años después con Falstaff, asimismo con Shakespeare como base literaria.

La elaboración de Otello fue larga y laboriosa. Hasta que "el chocolate no estuvo listo", símil que empleaban Boito y Ricordi, pasaron muchos años. Verdi fue encariñándose con la idea y penetrando en todos los resquicios de la narración, que ofrece una verosimilitud dramática espeluznante y que requiere unos medios artísticos de primer orden.

Montaje tenebrista
Hay algunos de calidad incontrovertible en la producción que anuncia el Festival de ópera de Tenerife para el próximo día 4 de noviembre. Procede de la localidad suiza de Saint Gallen y viene firmada por la experta mano de Gian Carlo del Monaco, un director de escena avalado por su conocimiento de una obra que mamó al lado de su padre, Mario del Monaco, probablemente el mejor Otello de la posguerra.

Las dudas, los celos, los remordimientos, las exaltaciones y los arrebatos de este crédulo, feroz y al tiempo tierno personaje, cuya conducta viene marcada por las manipulaciones del alférez Iago, encontraban en el arte y en la heroica voz del tenor florentino un magnífico servidor. Las esencias de esa interpretación imaginamos que habrán quedado en la despierta sensibilidad de su hijo, que ha ideado una puesta en escena tenebrista y desnuda, en la que los personajes deambulan por un espacio inclinado. Sus tribulaciones y el sentido dramático de la acción vienen remarcados y enriquecidos por proyecciones alusivas en una gigantesca pantalla. Un planteamiento de fuerte carga psicológica, muy propio de un drama semejante.

Siempre se ha hablado, con razón, de las dificultades del papel principal, que necesita un tenor muy completo, capaz de expresar los altibajos y la progresiva evolución del moro veneciano y de mantener el tipo desde la terrorífica salida -Esultate!-, con ascenso a una apoyatura de si natural agudo, hasta la patética muerte -Niun mi tema-, pasando por el fulgurante dúo con Iago del final del segundo acto -Si pel ciel marmoreo giuro!-, el impresionante Ora e per sempre addio o, particularmente, Dio! Mi potevi scagliar. José Cura, que canta en estas funciones, no es el tenor ideal, ya que, entre otras cosas, flaquea en el agudo -que tiende a emitir abierto y poco timbrado-, aunque viste bien al personaje y le otorga una autoridad escénica y actoral indudable.

A su lado estará la Desdémona de Chiara Taigi, soprano spinto de buenos graves, amplio y algo tembloroso centro y zona alta un tanto débil, pero que parece adecuada al cometido. Lucio Gallo, un barítono lírico de buena prestancia, que se desempeña ya en partes de carácter, será Iago. Los demás papeles serán atendidos por cantantes eficientes -Alves, Lorenzo Moncloa, Yordanova, Palatchi, Bellanova y Feria-, aderezados por el Coro de la ópera y la Sinfónica de Tenerife, lo que es una garantía. El vestuario es de Maria Filippi y la iluminación de Zoubek Wolfgang. Tenemos escasas referencias del maestro director, el argentino Mario de Rose, habitual colaborador de Cura. Sabemos que es también compositor, autor de tres óperas, Alicia y el ángel entre ellas.