Teatro

La palabra nunca dejó la escena

Autores, directores y productores analizan las últimas tendencias

28 marzo, 1999 01:00

En los escenarios, los creadores vuelven a preferir la palabra ¿o siempre fue así? Tras el protagonismo del teatro-espectáculo o gestual de los años ochenta, en el que emergieron nombres como La Fura dels Baus, Bob Wilson o Carbonne 14, hoy se habla del regreso al teatro de texto. Quizá debido a la saturación de imágenes. Así lo pregonan los autores, quienes argumentan que incluso compañías que no querían ni hablar de dramaturgia en tiempos pasados, ahora les reclaman. Sin embargo, directores, actores y productores no terminan de ponerse de acuerdo sobre este asunto. ¿Ha existido realmente otro tipo de teatro que no tuviera en cuenta la palabra? Y si hay de verdad demanda de textos, ¿dónde están los nuevos creadores? ¿Dónde las buenas obras? La batalla entre autores y directores continúa. El público dirá.

En el teatro español se tiene la sensación de que ha regresado el texto pero el hecho es que no ha dejado de haber obras de teatro ni escritores de teatro. Quizá lo que ha ocurrido es lo contrario, que ha dejado de existir la fascinación que había con el teatro que había prescindido de la palabra para dar entrada a otros lenguajes y a la potencia de la imagen, al espectáculo visual.
El director de escena, José Carlos Plaza, no comparte la idea de que el texto regresa: "Es que el teatro de texto no se ha ido nunca. Es verdad que ha habido un teatro basado en el cuerpo y en la fuerza de la imagen, pero su trascendencia ha estado más en los medios de comunicación, en los especialistas, que en la realidad diaria del teatro en España. El problema es que al surgir ese otro teatro visual parecía que invalidaba todo lo demás. Pero, insisto, en los medios, para los especialistas, no para el público."
Desde otro lugar de la creación, el escritor Ignacio del Moral mantiene criterios parecidos: "Hemos sufrido el espejismo del teatro de festivales, que ha tenido mucha repercusión, pero que no era la norma en los teatros. El asunto es que el teatro más exportable de un país a otro es el que se puede entender por encima del idioma, el teatro-danza, el que apuesta por una solución visual de las cosas, y es lógico. Pero el teatro de consumo siempre ha sido de texto."
Esa facilidad de entendimiento de la que habla Ignacio del Moral ocurre fuera de las propias fronteras. De puertas adentro, el teatro digamos visual choca con el efecto contrario: su interpretación, el entendimiento por parte del espectador, que tantas veces se ha perdido entre los significados de las imágenes.
"La imagen llegó a ser muy mosqueante" -comenta Carlos Marqueríe, creador desde La Tartana de bellísimos momentos sin palabras-. "Lo era en el sentido de que el significado tiende a ser ambiguo, muy abierto y además se produjo un atiborramiento de imagen verdaderamente grande. Esa ambigöedad tuvo mucha importancia en su momento, y yo lo he vivido y defendido en primera persona, pero ahora ha llegado el momento, para mí, al menos, de definir claramente las cosas. Ahora necesito ser mucho más conciso y eso sólo se puede hacer con la palabra."

Nadie escapa a la palabra
El dramaturgo Jaime Salom acaba de estrenar en Nueva York. Para él, la palabra es la base y el fundamento del teatro y sí ha detectado un regreso al texto: "Es que aparte de la vuelta al teatro de texto o a valorar más el texto en el teatro, como queramos, se puede comprobar que compañías que se dedicaban a ese teatro visual de los setenta u ochenta han terminado entrando en la palabra. De todas formas, el teatro es tan amplio que todo cabe en él, en el teatro entra todo lo que tenga algo que aportar."
Pero Salom va un poco más lejos en su saludo a este regreso de la palabra que él reconoce: "Las grandes revoluciones del teatro las han desencadenado los escritores. Por otro lado, el público está más activo ante un escenario desde el que le cuentan una historia."
Una idea que habría chocado con los espectáculos de cuerpo y voz de los setenta, pero que engancha con la opinión, por ejemplo, de un actor como Juan Echanove, que diversifica su actividad artística en los tres medios, en el cine, en el teatro y en la televisión: "Una de las razones principales de esta vuelta del texto está en el cansancio del espectador por la imagen. El público busca la presencia física del actor en el teatro, escuchar lo que dice, asistir a su interpretación y a través de ella, vivir un momento de verdad, de emoción; a partir de ahí valora el resto de los elementos del montaje."
Angel Facio, creador libérrimo, director que desde Los Goliardos o por libre ha indagado en muchos textos y los ha modificado hasta que han sido más suyos que del autor que los escribiera inicialmente, no cree en absoluto en esa supuesta vuelta del teatro de texto; tampoco cree en la vuelta del público a las salas, a pesar de lo que digan los números: "Lo que pasa es que hay que leer bien los números. Hay más espectadores de teatro que hace algún tiempo. Bien. ¿Pero qué van a ver? Van a ver musicales, grandes espectáculos; no teatro de texto. Ahora se llevan los musicales y la gente acude a lo que se lleva; no llama la atención el teatro, sino el gran espectáculo." A Facio no le asombra la vuelta de la palabra. Recuerda que llevamos 30 siglos de teatro de texto y sólo momentos pasajeros de otras iniciativas artísticas que lógicamente han ido modificando la forma de enfrentarse a una puesta en escena. "Pero -continúa- la palabra siempre ha sido fundamental y es fundamental, aunque sea para mentir."

Una imagen no vale más de...
Ignacio del Moral no cree que la sentencia de que una imagen vale más que mil palabras sea cierta. Muchas veces, dice, es exactamente al contrario. "La verdad -dice José Carlos Plaza- es que hay dos maneras de hacer teatro, con y sin palabras, y las dos son válidas, a condición de que se hagan bien. Pero la palabra ni ha dejado ni dejará de estar en el teatro. Ni siquiera ahora, que se hace teatro vivo a través de Internet y que la tecnología permite abrir posibilidades que desconocíamos hasta ahora y que no sabemos adónde nos llevará."
El lado empresarial o industrial del teatro también apuesta por la palabra. Alejandro Colubi, desde su atalaya de productor y propietario del teatro Marquina de Madrid, donde ser representa esta temporada una de las obras contemporáneas de mayor éxito internacional -"Arte"- considera que sin texto no hay teatro: "Se han hecho muchos experimentos de otras clases de teatro, pero la realidad es que no han cuajado entre el público. Y trabajamos para el público. Creo que seleccionamos ahora mejor los textos y que se ofrece un producto mejor. Un buen texto te permite entrar en contacto con directores y actores de mayor nivel y apostar por un producto de calidad, un montaje con el que además de satisfacer los gustos del público estés aportando algo."

Palabras frente a realidad virtual
Un criterio comercial, o empresarial, también está en la reflexión de Marqueríe: "Sí, sí, la cuestión comercial también ha influido. Antes, la imagen tenía un mercado. Ahora es diferente por dos razones: la primera es la saturación de la imagen, la segunda es que los medios de traducción han evolucionado y ahora se puede exportar cualquier clase de montaje sin temor a que el texto no sea entendido. Quizá haya una tercera razón: se impone la palabra porque, ante el exceso de información de esta sociedad, necesitamos un contacto directo con la realidad".
Estamos hablando de regreso del teatro de la palabra, y eso supone también hablar de autores. Un poco más allá, estamos hablando de cómo marcha el teatro. Nada mejor que la opinión de los fabricantes. En este caso hay más acuerdo. Juan Echanove busca buenos y nuevos textos: "Es verdad. Ahora me siento con muchísimas ganas de buscar, encontrar y ponernos en marcha. Vayas donde vayas, si tienes una buena historia que contar, un buen texto y haces un buen trabajo, la gente va al teatro. Es más, creo que gracias al teatro más contemporáneo, por ejemplo, el de La Fura, el público acude al teatro de texto. Si alguien va al teatro por primera vez y se encuentra con La Fura, necesita ir a una obra que cuente una historia para tener una referencia. Y van."
Puede que sí, desde luego, pero la pregunta es ¿dónde buscar? ¿Dónde están los textos? En este caso, José Carlos Plaza y Angel Facio comparten la opinión. Plaza cree que "no conseguimos sacar autores; no veo que lo estemos haciendo. No hay. La calidad de los actores y la calidad de los directores ha mejorado en los últimos años, pero no la de los autores." Facio no anda lejos al afirmar que "si vuelve el teatro de texto no será por los nuevos autores; la calidad de los nuevos autores no puede ser peor. Leo muchas obras de muchos autores nuevos, me suele tocar ser jurado en premios de teatro y las cosas que leo no son buenas".
Pero el problema para Facio va más allá. "El teatro en España se ha venido convirtiendo en teatro de aficionados. Hay más de mil compañías. En los países más desarrollados teatralmente no hay más de cien. Yo pregunto ¿hay actores para mil compañías? ¿hay directores para mil compañías? No, creo que no. Se ha llegado a una ‘amateurización’ total."
Siguiendo con los autores, Ignacio del Moral es más optimista: "no es que no haya autores después de mi generación, la de los que salimos en los ochenta. Es que no se consolidan trayectorias, no hay confrontación diaria con el público. Hasta que los espectadores no tengan el hábito de ir al teatro, que no lo tienen, será muy difícil que salgan nuevos y buenos autores. Pero yo me encuentro todos los días con escritores y guionistas que están deseando escribir teatro. Hace unos años eso no pasaba."
Alejandro Colubi, que sí comprueba que la gente acude más al teatro ahora, encuentra otras razones para la falta de autores: "hay menos oficio del que había antes. Los escritores prefieren trabajar para un guión, que es más fácil, y han ido perdiendo el sentido de la carpintería teatral. Estrenar teatro se hace cada vez más difícil. Los nuevos autores tienen más de 40 años. Por otro lado, las salas alternativas, que es donde se deberían forjar los nuevos autores no están cumpliendo con esa función, salvo dos o tres excepciones." Si añadimos a las opiniones anteriores el hecho de que el teatro comercial tiene poca tendencia a estrenar autores vivos, el panorama se va ensombreciendo.
Jaime Salom es rotundo cuando se refiere a este asunto:"cada vez se estrenan menos obras de autores vivos. Si miramos demasiado hacia fuera y hacia atrás en el tiempo nos convertiremos en estatuas de sal."
Quedan abiertos varios debates al hilo del regreso del teatro de texto. Si existe esa vuelta o no, tendrá que ir de la mano de autores, porque alguien tiene que escribir las obras. Si hay autores o no depende de que los teatros estrenen, se arriesguen, y de que el público con su asistencia corrija los detalles. Si va el público o no a las salas en mayor medida que antes depende de cómo se interpreten las cifras. Angel Facio decía que sólo van a los grandes espectáculos, a los musicales, pero que al teatro van los mismos de siempre, una minoría.

El público busca estrellas
Ignacio del Moral opina tres cuartos de lo mismo y José Carlos Plaza piensa que "en realidad, la gente no va al teatro por un texto, sino que van a ver a una estrella o si existe un reclamo especial. Viven el teatro como un acontecimiento social".
En estas mismas páginas hemos hablado de las salas alternativas pormenorizadamente y lo hacemos cada semana. Ellas, sin embargo, representan un número insignificante de espectadores y quizá se les esté exigiendo demasiado. Quizá necesiten más tiempo y el vértigo diario no se lo conceda y la necesidad de subsistir tampoco. Tal vez sean los otros teatros, los nacionales, los autonómicos y los comerciales los que estén obligados a tomar decisiones nuevas. En muchos teatros se sigue haciendo lo mismo que en los años cincuenta y su público fiel envejece con los telones y las bambalinas. En los teatros oficiales, entre los clásicos y los grandes textos de siempre queda poco lugar para el autor vivo, para el texto vivo.
¿Regresa el teatro de texto? ¿Nunca se fue? A lo mejor los nuevos autores están condenados a estrenar sus obras para cincuenta personas. Puede que el teatro siga ahí, en crisis (así está desde que se inventó). Lo mismo que el teatro de la imagen tuvo menos gancho real del que quizá le atribuimos, el teatro de la palabra interesa a menos gente de lo que dicen sus creadores.