En 'Le congrès ne marche pas', La Calòrica recrea el Congreso de Viena a ritmo de vals. Foto: Sílvia Poch

En 'Le congrès ne marche pas', La Calòrica recrea el Congreso de Viena a ritmo de vals. Foto: Sílvia Poch

Teatro

La Calòrica transforma el Congreso de Viena y el final del Antiguo Régimen en toda una fiesta escénica

Tras éxitos como 'Las aves' y 'Fairfly', la sugestiva compañía lleva al Teatro Valle-Inclán 'Le congrès ne marche pas', un vals sobre el surgimiento de nuestra sociedad capitalista.

2 octubre, 2024 03:16

En otoño de 1814, tras algunas derrotas de Napoleón previas a Waterloo, las cuatro grandes potencias del Antiguo Régimen –Prusia, Rusia, Austria e Inglaterra– se reunieron para celebrar la primera cumbre internacional de la historia en Viena con el objetivo de perpetuar su poder. Concebida como una reunión sencilla, lo que iba a ser cosa de unos días terminó prolongándose nueve meses. “El congreso no avanza, baila”, escribió el delegado belga, Charles-Joseph de Ligne, en una carta.

Las mismas palabras resuenan hoy en Le Congrès ne marche pas, el último proyecto de La Calòrica. Una fiesta a la que estamos todos invitados del 2 al 20 de octubre en el Teatro Valle-Inclán. “El Congreso de Viena supuso la configuración de la Europa actual. Allí se dibujaron las fronteras y se crearon las tensiones entre el bloque ruso y el occidental", cuenta el director de la obra, Israel Solà (Vallirana, 1982) a El Cultural.

Se trataba aquella de una época, además, en la que el Antiguo Régimen y las monarquías absolutistas creían que durarían eternamente. ”No se daban cuenta de que estaba naciendo la Europa del capitalismo, en la que nosotros vivimos ahora y que, de alguna manera, estamos viendo morir”.

“La primera parte causa muchísima desazón porque es difícil soportar la desfachatez de estos personajes”. Israel Solá

”También creían que eran el único modelo viable posible y en menos de cincuenta años todas esas monarquías sufrieron revoluciones –continúa–. Igual que esos reyes no eran capaces de ver lo que vendría después, hoy en día el capitalismo es un sistema que va a tener que mutar en otra cosa, pero no somos capaces de ver en qué”.

Escrita por Joan Yago, a la fiesta que ha montado La Calòrica acuden todo tipo de embajadores, desde el anfitrión austríaco Klemens von Metternich, al zar de Rusia Alejandro I o los cónsules ingleses lord y lady Castlereag, pasando por la princesa Catalina de Bragation, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Charles-Maurice de Talleyrand, o incluso el representante español. “Pedro Gómez de Labrador juega un papel muy ridículo. La Historia cuenta que nadie le tuvo en cuenta y que se fue de allí un poco sin conseguir ninguno de los objetivos relevantes para España”.

Una escena de la obra. Foto: Sílvia Poch

Una escena de la obra. Foto: Sílvia Poch

Durante los meses que duró el Congreso, cuenta Solá, las fiestas se volvieron interminables, algo que no se escapa al ambiente lúdico de la obra, que tiene un algo “de excesivo”. Con una escenografía grandilocuente y vestuario de época, La Calòrica recrea Le Congrès ne marche pas como si fuera un vídeo de un museo. “La gente se encontrará con un espectáculo muy visual, con imágenes del siglo XIX mezcladas con una voz contemporánea que va explicando quiénes son los personajes, qué hacen y de qué hablan”.

Todo eso, claro, aderezado con mucho vals. “La música suena constantemente durante la pieza y los personajes bailan. Un poco a lo Buñuel. Como si estuvieran encerrados en un bucle, incapaces de entender lo que hay más allá de su realidad”.

Bailan y, otra peculiaridad, también hablan en francés. “Queríamos replicar un documento casi histórico, también en esa línea del museo, y creíamos que era importante que ellos hablaran en la lengua que se utilizó durante el Congreso”.

Algo que no ha impedido que lo que lleva de recorrido desde que en 2023 estrenara en el Lliure de Barcelona, se vendieran todas las entradas. No obstante, advierte Solà, “la primera parte causa muchísima desazón porque es difícil soportar su desfachatez”. Solo hacia el final se genera una especie  de  “catarsis”.  Mientras tanto, bailemos.