Teatro

"Sólo los fracasados dicen que el teatro público debe arriesgar"

Gustavo Pérez Puig

2 mayo, 1999 02:00

El director de escena Gustavo Pérez Puig cumplirá pronto diez años al frente del Teatro Español, el escenario municipal de la capital desde el que ha seguido una política controvertida pero incontestable si se atiende al éxito de público de las obras que ha programado. Y para este director, batido en muchas lides teatrales, el público siempre tiene la razón.

Gustavo Pérez Puig es un señor muy fumador, un castizo con miles de anécdotas taurinas, faranduleras o futboleras que apostillar en una conversación. Un director de escena sin pelos en la lengua, algo que en el mundo del teatro, el mundo de la simulación por excelencia, resulta chocante. Por eso y por su discurso liberal destaca en su gremio como una "rara avis". Los habitantes de la casa deshabitada, de Jardiel Poncela, puede ser su despedida del Teatro Español si el PP no gana las próximas elecciones en Madrid, lo que propiciaría su vuelta al teatro privado, donde siempre ha estado. Pero al decir de las encuestas, lo más probable es que abra la próxima temporada con la última de Buero Vallejo, Misión al pueblo desierto, y así celebrar los 50 años del estreno de Historia de una escalera.

Pérez Puig ejerce como director desde los años 50 y se jacta de haber sido alumno y admirador de los dramaturgos de "la otra generación del 27", la de Jardiel Poncela, López-Rubio, Tono, Mihura y Edgar Neville, a muchos de los que ha llevado a escena. Por otra parte, también despuntó en los cincuenta por escenificar a Valle (La marquesa Rosalinda, 1957), a García Lorca (La casa de Bernarda Alba, 1951) y a Alfonso Sastre (Escuadra hacia la muerte, 1953), además de haber dirigido numerosos clásicos. Pertenece a TVE, para la que ha realizado muchos dramáticos y programas de teatro.

-El próximo año cumplirá diez años al mando del Teatro Español ¿Qué criterios políticos y artísticos ha seguido para dirigir un teatro público?
-Cuando llegué me encontré que no podía seguir la mejor tradición del Teatro Español, la que creó Cayetano Luca de Tena y prosiguió José Tamayo. Ellos hacían clásicos pero yo tengo, a veinte metros de este teatro, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). Entonces opté por romper normas que aquí habían sido invariables, como la de no tocar los clásicos más que de vez en cuando. En este tiempo hemos hecho Las mocedades del Cid y El arrogante español, además de El príncipe Constante de Calderón, que fue una producción invitada. Luego, hemos producido autores españoles del siglo XIX y del XX, como Zorrilla, Benavente, Mihura o Jardiel. La segunda decisión ha sido abrir el teatro en verano. Los teatros institucionales nunca habían abierto en verano. El Museo del Prado no se cierra en verano, entonces ¿por qué vamos a cerrar el Teatro Español que tiene aire acondicionado? Curiosamente, el éxito de público ha sido el mismo que en invierno. Y la tercera decisión, fue diseñar una programación flexible.

Contrario al INAEM

-¿Qué quiere decir con una programación flexible?
-Hay dos tendencias a la hora de programar un teatro público. Una, la que se ha seguido siempre y que consiste en hacer tres o cinco obras al año. Tengo la obra un mes en cartel como máximo y si el público quiere verla, pues que se chinche. Ese sistema es muy comercial para mí pues cobro por montaje. Pero mi ética no me permite hacer eso. Hay que mantener una obra un mes, o cinco o doce, el tiempo que el público diga. Y por último, en el Español hemos hecho teatro infantil, que tampoco se hacía, con piezas como El gato con botas, El guerrero del antifaz y El tesoro.

-Y ¿no cree que el teatro público debe arriesgar por los autores jóvenes?
-Creo que para eso están las salas alternativas. En tiempos estuvo el TEU y el teatro experimental. En el fútbol, lo que no hace la selección nacional es arriesgar llevándose a unos juveniles. Empiezan en los juveniles, siguen en tercera división, pasan a segunda, luego a primera y por fin a la selección nacional. Un teatro público debe arriesgar lo justo, porque para hacer caprichos con el dinero de los demás... pues no. El que los quiera hacer, que lo haga con su dinero.

-Entonces ¿no comparte la filosofía del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM)?
-Por supuesto que no, en absoluto. Soy antagónico a su filosofía pero me parece bien que ellos lleven sus ideas a cabo en el teatro María Guerrero. Además, ellos tienen la sala Olimpia y allí pueden hacer experimentos.

-Pero se desmarca del PP en aquéllo de que el teatro público debe promocionar la nueva dramaturgia.
-No sé dónde dice eso pero me da igual. El teatro público debe apostar por que la gente vaya al teatro con material de primera división. El teatro público debe apostar por educar al público y para ello hay que ofrecer buenos espectáculos, de buenos autores, con buenos intérpretes y buenos decorados. Así se educará al público y los experimentos, como decía don Eugenio d'Ors, con gaseosa y en la sala Olimpia. Y punto. Además, no sé por qué autores jóvenes ha apostado el Centro Dramático Nacional porque Buero no es precisamente un novel, Nieva tampoco y Max Aub está muerto.

-El programa dice autores vivos, actuales.
-Creo que Shakespeare es más actual que muchos de nuestro tiempo, y también Jardiel y Mihura. Apuesto por autores jóvenes buenos. En mi tiempo yo aposté por autores jóvenes, que salieron del teatro universitario como fueron Alfonso Sastre, Mihura, Jaime de Armiñán, Marsillach, Alfonso Paso, que entonces tenían vientitantos años. ¡Eso eran autores jóvenes! pero los de ahora tienen cincuenta años.

El teatro sin público no es nada

-No exagere. Hay una nueva dramaturgia que está funcionando.
-¿Que está funcionando? ¿A qué nivel? A nivel de siete espectadores. Mire, el teatro si no tiene espectadores, no es nada. El libro que no se lee, no sirve.

-Su teoría es la que permitió que Valle Inclán fuera un autor rechazado, incomprendido en su momento. Y hoy, ¿quién lo cuestiona?
-En 1957 yo estrené La marquesa Rosalinda y fue apoteósico. Es importante subrayarlo porque yo, al que llaman carca y demás, que me da igual, pues yo monté a Valle. Pero en fín, este tema del riesgo y los teatros institucionales es muy complicado.

-Insisto, según usted, si no se lleva a escena a un Valle Inclán de nuestro tiempo, no pasa nada.
-No, no, si surgiera, se haría.

-Valle surgió y nadie lo estrenó.
-Vamos a hablar en serio. Cuando Valle surge hay veinte autores que son mejores que él.

-¿Se refiere a Echegaray?
-Hablo de Benavente, de Arniches, de Jardiel, de García Lorca, de los hermanos álvarez Quintero, de Pemán, de Muñoz Seca, que como autores de teatro son más comerciales que él.

Espanto a las comedias de hoy

-O sea, que si dejamos actuar al mercado, a la demanda, los buenos autores surgirán, estrenarán.
-Mire, si hoy surgiera un Valle-Inclán, yo le aseguro que lo estrenaría o un empresario privado o el Teatro Español. Lo que pasa es que me quedo espantado con cada comedia que me mandan.

-¿Cómo se sabe si una obra es de éxito?
-Si me leo una comedia de un tirón, la hago y es un éxito. Y si la dejo un día tras otro, prefiero no hacerla. Ahora llevo veinte años sin equivocarme en eso. Hago las comedias que me gustan. Recuerdo que un ex-director del INAEM, José Manuel Garrido, el mejor que ha habido nunca (y quiero que lo diga, por favor), me mandó un día una comedia para que me la leyera. Al día siguiente estaba llamando a María Manuela Reina, que era la autora.

-Pero también el éxito depende de la puesta en escena. La misma obra no tiene siempre el mismo éxito. La venganza de Don Mendo, por ejemplo.
-La venganza... desde que acabó la guerra prácticamente la he hecho yo sólo. La hice en televisión con Tony Leblanc, Saza, Ismael Merlo y Manolo Gómez Bur. Y en teatro con José Luis Ozores, con Antonio Casal, Gómez Bur, Saza, con Manuel Dicenta, José María Rodero, y siempre ha tenido éxito. Pero sí, un montaje puede cargarse una obra.

-Y es cierto que a veces interesa que una obra no triunfe.
-Jamás he logrado eso ni lo he pretendido.

-Una obra se monta, se obtiene una subvención, se cumple con una serie de representaciones...
-Es posible que haya algunos listos que se aprovechen del nombre de un autor, saquen una subvención, cumplan lo mínimo y acaben. Pero, aún esos, lo que querrían es que fuera un éxito.

-Y ¿qué le parece el sistema actual de subvenciones al teatro?
-Siempre he pensado que hay que premiar el éxito, nunca el fracaso. No vale dar una subvención diciendo "¡hombre!, pobre fulanito, que le va muy mal, vamos a darle esta subvención para que siga adelante". Si a fulanito le va mal como productor, es porque es mal productor. Ahora, si le va bien, vamos a premiar el esfuerzo. Si fulanito ha perdido pasta, peor para él, que no fuera empresario. El ser empresario no consiste en ganar, consiste en arriesgar para ganar, empatar o perder.

Subvencionar la taquilla

-Y ¿cómo repartiría usted las subvenciones?
-Daría las subvenciones premiando la asistencia de público, a tanto dinero por entrada vendida. No vale premiar previamente algo que no se sabe cuál va a ser el resultado. Te dicen en un papel que es una comedia de Buero Vallejo, que el reparto está muy bien (luego nunca es ese, pero bueno), el escenógrafo es bueno, el director de prestigio. No señor, usted que es empresario, se gasta los millones que haga falta y si usted tiene una recaudación colosal, se le da el doble o lo que sea para que gane más dinero y tenga tiempo para planear otro espectáculo. Si lo hace mal, pues se jode y punto. Yo no he visto nunca que porque un restaurante vaya mal, el Gobierno le tenga que dar algo. La subvención debe ser a posteriori, que es lo que está haciendo el cine, subvencionar por taquilla.

-Pero sin la subvención previa, muchas compañías de teatro no montarían espectáculos.
-Por eso la figura del empresario está desapareciendo. Ya no hay nadie que se arriesgue a jugarse un dinero en el teatro. ¿Cómo es posible que las compañías que se forman sólo actúen los fines de semana en Alcorcón y en Majadahonda? Una compañía, si se forma y sale a provincias, trabaja todos los días. Y si usted no es capaz de arrostrar ese riesgo, no sea empresario, sea representante.

-Realmente, su discurso mercantilista es chocante en el mundo de la farándula. ¿Por qué cree que casi nadie lo comparte?
-Sí, mi postura está totalmente al margen del resto. Mi postura es única, pero no creo que sea mercantil sino honesta. Mercantil es la de los otros, los que piden dinero, no lo invierten y se lo quedan. Y además, hablo igual desde el teatro público que desde el privado. A lo mejor el 13 de junio vuelvo al privado y seguiré diciendo lo mismo.

-Si el PP vuelve a ganar las elecciones, ¿seguirá usted aquí?
-Espero que gane y espero seguir aquí. Pero antes tengo que llegar a un acuerdo con José María Álvarez del Manzano, que me ha apoyado en todos estos años contra viento y marea. Y si no es así, me iré feliz por haber dejado el teatro lleno porque me lo encontré vacío. Me encontré un solar al lado y hemos construido un edificio anejo. Me encontré un personal crispado y al mes negociamos un convenio y hoy el personal trabaja de maravilla. Para mí sería estupendo tener que irme en junio, no porque se perdieran las elecciones, sino por la satisfacción de haber cumplido.

-Sigue sin contestarme ¿Por qué cree que su discurso basado en el éxito de público, o sea en las leyes del mercado, no lo comparte la mayoría de la profesión?
-Pues hombre, es normal porque los demás no tienen ese éxito. Leí un artículo de uno que me parece que se llama Moncho Alpuente. Una vez hizo una cosa en el Albéniz y le dieron un montón de millones. Fue una hecatombe. Escribía que había pasado por el Español y que era indignante que un teatro institucional llevara ocho meses llenando. Entonces ¿para qué está? ¿para que esté vacío? O sea que un espectáculo está para que no tenga éxito. ¿Cómo se puede sostener esa teoría por alguien que tenga dos dedos de frente? Y éste escribe ese artículo y nadie dice nada.

Dramáticos en televisión

-La mayoría defiende que el teatro público debe arriesgar.
-Sí, los fracasados, todos los que no triunfan.

-¡Hombre!, son la mayoría de los que dirigen los demás teatros públicos.
-No, todos los que los dirigen no. Marsillach seguro que no está de acuerdo con eso.

-Y hablando de él. ¿Ha leído sus memorias?
-Sí, me he divertido muchísimo. Es que escribe muy bien, fenomenal. Me lo he pasado bomba.

-Usted que ha dirigido tantos dramáticos en TVE ¿Cree que el teatro que ahora se emite puede captar espectadores?
-Mire, el error de ese teatro es una herencia que ha recibido Pío Cabanillas de López Amor. Este último decidió que el teatro había que rodarlo en los teatros y así es un coñazo. El teatro hay que hacerlo en estudio y la prueba más palpable es que se han emitido siete obras, cinco grabadas en el teatro, que han tenido 100.000 personas de audiencia, y dos grabadas en estudio hace catorce años. Una de éstas es Yo me bajo en la próxima ¿y usted?, realizado precisamente por mí, y ese día hubo 700.000 espectadores.

-Entonces ¿el teatro televisado puede funcionar?
-No, el teatro televisado no. El teatro hecho para televisión. Pero hay que hacer una versión adaptada a televisión, intercalar algún exterior. Eso sí puede funcionar. Seguro.