Teatro

Autores para mayorías

Las series de televisión acogen una larga nómina de dramaturgos

16 mayo, 1999 02:00

A muchos autores de teatro les gustaría vivir de sus obras, pero ése es un privilegio que sólo tienen cuatro o cinco en nuestro país. De forma que muchos de ellos, que por otro lado gozan de gran prestigio en el teatro, han acabado escribiendo guiones de televisión. ¿Nombres? Benet i Jornet, Ignacio del Moral, Fermín Cabal, José Luis Alonso de Santos, Antonio Onetti, Yolanda García Serrano, Sergi Belbel, Jordi Galcerán, David Plannell, Joan Barbero, entre otros. Todos ellos firman los folletines y comedias que inundan la pequeña pantalla y que muchos definen como "el teatro popular de nuestros días".

Pocos dramaturgos pueden vivir exclusivamente del teatro en nuestro país. Los hay que son funcionarios o profesores en escuelas de arte dramático; algunos imparten conferencias o se dedican al periodismo; y hay otros, quizá los más afortunados, que se han hecho un hueco en las televisiones y en el cine escribiendo guiones. Al fin y al cabo, teatro, cine y televisión tratan los mismos géneros dramáticos aunque sus técnicas narrativas sean distintas.
Uno de los primeros dramaturgos en pisar platós de televisión fue Josep Maria Benet i Jornet (autor de "E.R" y "¡Hombres!", entre otras). Comenzó en 1975 en TVE con la adaptación de una de sus obras y luego continuó con dramáticos originales como "Viuda pero poco" o "Recordad, peligro de muerte". En la actualidad, es socio fundador de la productora "Tres B". Ha creado los dos folletines o melodramas más populares de la televisión catalana: "Poble nou" y "Nissaga de poder". ésta última alcanzó los 400 capítulos y la semana pasada se estrenó la segunda parte -"Nissaga: l’herencia"-, en cuyos guiones también colabora otro dramaturgo de fama, Sergi Belbel.
Para Benet i Jornet "el teatro y la televisión tienen un formato muy distinto pero a los dramaturgos les resulta fácil adaptarse porque tienen cierta práctica con los diálogos. Con eso y un poco de sentido común, pueden escribir guiones".

Del Moral, muy solicitado
Ignacio del Moral es también dramaturgo y uno de los guionistas más solicitados por las productoras de comedias de televisión madrileñas. Aterrizó en este mundo a principios de los 90 y tras haber publicado y representado muchas de sus obras -"Soledad y ensueño de Robinson Crusoe" (1983), "No hay función por defunción" (1985) o "La mirada del hombre oscuro" (1993, que fue adaptada al cine como "Bwana")- se estrenó con Antonio Mercero en una serie mítica: "Farmacia de guardia".
"Yo era de las pocas personas que confesaba que me gustaba la televisión. Así que, cuando José Luis Alonso de Santos me llamó para trabajar en una serie no tuve demasiadas dificultades, entre otras razones porque mi teatro es bastante realista", explica del Moral, quien en la actualidad escribe la serie "El comisario", en la que también colaboran los dramaturgos David Planell y Joan Barbero.

Evolución desenfrenada
Del Moral, que ha co-escrito "Ay señor, señor", "Querido maestro", "Hermanas" y "Todos los hombres sois iguales", entre otras- ha seguido de cerca la evolución del género televisivo. En su opinión, a partir de los años 90 se inició una carrera desenfrenada por producir comedias con resultados bastante chapuceros. "Médico de familia"-escrita por guionistas que nada tienen que ver con el teatro- fija un modelo siguiendo una fórmula muy conservadora que viene a repetir aquello de "la familia que reza unida permanece unida". El triunfo de este modelo, dirigido a captar telespectadores de todas las edades, provoca la desaparición de los géneros y que la práctica mayoría de las series la imiten. La renovación llega con "Compañeros" y con "Periodistas", que incorporan temas más sociales y personajes más conflictivos.
Del Moral considera lógico que los dramaturgos hayan entrado en este nuevo oficio: "la escritura no es tan diferente, está a medias entre el cine y el teatro. De hecho, la comedia de tresillo es lo que vemos en televisión. Además, creo que los dramaturgos son los que mejor lo hacen. Hay otros guionistas, procedentes del periodismo y de la publicidad, que han sido educados en la televisión pero adolecen de formación dramática. Por el contrario, de nosotros desconfían porque creen que vamos a hacer largas y pesadas escenas, muy dialogadas. Todo eso se puede corregir, pero lo que no se aprende fácilmente es el soporte de la dramaturgia".
Otro autor que lleva años en las series televisivas es Fermín Cabal. En su opinión también era lógico que los dramaturgos aparcaran en este medio: "creo que los oficios que tienen un lenguaje común son intercambiables. Y los dramaturgos escriben bien televisión pero suelen fracasar en el cine. La razón es el tiempo narrativo: en televisión y en teatro, el tiempo de las acciones físicas es en tiempo real, mientras que en cine hay muchas elipsis temporales".

Escribir "biblias"
El autor de "Vade retro" o "Caballito del diablo" trabaja en la actualidad en la "biblia" de una nueva serie. Es decir, en "parir" la idea original de la comedia, desarrollarla en una sinopsis y construir los personajes estableciendo las relación entre estos. Es decir, el documento que servirá para convencer de las bondades del producto.
Pero Cabal tiene una opinión nefasta del género: "las series me parecen patéticas. No soy espectador de televisión y las comedias me aburren muchísimo. No he encontrado ninguna que me guste. ¡Todo es tan chato!". Sin embargo, ha acabado haciéndolas. Su buena reputación como dramaturgo y director de escena le hubiera permitido vivir exclusivamente del teatro siendo un autor de encargo. él prefirió serlo para televisión.
Cabal, que ha firmado comedias televisivas como "De tal Paco tal astilla" o "Juntas pero no revueltas" (adaptación de "Las chicas de oro"), estima que hay una falta de tradición en escribir series televisivas porque ante la enorme demanda de guionistas se ha tenido que improvisar una profesión en diez años. El resultado: todas las comedias son iguales y los actores actúan de las misma forma.
Esta nueva profesión ha tenido que nutrirse de dramaturgos o de periodistas o publicistas formados en algún cursillo o en las denominadas "factorías de ficción" aparecidas hace un par de años. Sobre éstas, hay opiniones para todos los gustos: "Allí se aprende muy deprisa, pero tiene limitaciones", explica Cabal. "Me recuerdan los estudios de guionistas del Hollywood de la época dorada", señala Benet i Jornet. O más crítico se muestra Del Moral, que llama "guionista domesticado" al que allí se forma: "las factorías no me gustan; pagan mal, controlan mucho el producto; es como trabajar en cadena por lo que el resultado es impersonal".
Sin embargo, todos coinciden en que los medios de producción deciden el estilo dramático de la serie. Joan Barbero, -autor de las obras "Veinte por veinte" y "Bestias" y co-guionista de algunas de las películas de Ventura Pons ("Esta noche jamás", "¿Qué te juegas Mari Pili?"), opina que lo que determina el estilo de una serie es el método de producción: "por lo general, todas son bastante teatrales, con muchos diálogos y sin escenas de acción. Filmar escenas de acción resulta costoso y pesado, por lo que todo se soluciona en interiores y con mucho diálogo".
Con la excepción de los melodramas de Benet i Jornet, hay un rasgo que identifica a muchas de la series: el realismo y el costumbrismo.
En este sentido, el sevillano Antonio Onetti, co-guionista de "El super" desde hace cuatro años y autor de obras como "Malfario", "Los peligros de la jungla" o "Madre caballo", señala que para él ha sido una ventaja ser un autor realista a la hora de escribir en televisión: "En la televisión, como en el teatro, predomina la palabra, mientras que en el cine lo principal es la imagen. Además, tuve la ventaja de ser un autor realista y las series dicen mucho de las gentes de un país. Viéndolas, uno se puede hacer una idea aproximada de cómo viven".

Los límites ingratos
Uno de los aspectos más ingratos de la televisión es el de los límites que impone al guionista. Sometidas como están las series a los índices de audiencia, el dramaturgo-guionista debe respetar, además de las reglas formales y la economía de medios, argumentos "políticamente correctos" que no hieran al espectador y lleguen al mayor público posible. Es un caldo de cultivo formidable para la autocensura, para el triunfo de los argumentos conservadores y mojigatos, merced a lo cual se han desarrollado ideas rocambolescas. Por ejemplo, cuenta Barbero que en una de las series más famosas de la televisión catalana, "dos hermanos se podían acostar pero no podían fumar. No se podía mostrar ni un mechero".
Quien discrepa de esta opinión es Benet i Jornet, al considerar que "hay pocos temas tabúes, por no decir ninguno. Por ejemplo, la serie de Pajares "Tío Willy" presenta a un homosexual, o la de "Periodistas", que ha incorporado muchos temas sociales".

Argumentos conservadores
Yolanda García Serrano, que ha estrenado esta temporada en Madrid la comedia "¡Qué asco de amor!", participa en los guiones cinematográficos de Gómez Pereira ("Salsa rosa", "Entre las piernas" y "Amor de hombre") y ha co-escrito la serie "A las once en casa", opina que las comedias han mejorado sensiblemente en los últimos años, tanto desde el punto de vista técnico como dramático. "Y creo que ‘A las once en casa" (en la que un hombre llega a convivir con dos y tres mujeres) no hubiera sido posible realizarla si no hubiera sido para TVE; otras cadenas no se hubieran atrevido".
Así que nada de extraño tiene que los dramaturgos coincidan en señalar que el teatro es donde escriben con absoluta libertad. Cabal confiesa que ahí es "donde cometo mis locuras. Me gusta el espectáculo en directo, poder tocar a la gente al finalizar la función. Añoro esa sensación". Yolanda García Serrano habla de la escena como de un territorio más íntimo: "a diferencia de las series o el cine, no creo que el teatro se pueda escribir entre dos". Onetti lo considera como "su niña mimada": "A mí me libera escribir obras aunque ahora lo hago mucho menos". Mientras que Benet i Jornet reserva para la escena sus trabajos experimentales, los más personales: "por lo general no escribo obras cómicas ni divertidas, no es lo que me apetece. Prefiero un teatro ambicioso. No pretendo interesar al gran público como con los melodramas, sino a un determinado tipo de público"
Por su parte, Del Moral cree que sus mejores obras las ha escrito en los últimos años, cuando ha alternado su oficio en televisión con la escritura teatral. Y claro, ha habido contaminación de estilos: "Hay algunos que, como Sabato, defienden que el escritor sólo debe dedicarse sólo a lo que realmente le interesa y que es preferible que desempeñe otros oficios antes que convertirse en un mercenario de la escritura. Mi teoría es exactamente la contraria. No temo que mi estilo se adocene. Quizá, escribiendo en televisión he adquirido una mayor capacidad de síntesis".

Influencias
Una idea que comparte Onetti, quien, según dice, le seduce escribir por encargo. "Me divierten las limitaciones, adaptarme a unas estructuras preestablecidas, lo vivo como un reto y me parece un halago que alguien piense en mí para escribir. Y desde luego no siento que las series me hayan contaminado. Me han dado oficio y también una capacidad más selectiva a la hora de distinguir entre una historia que es un mero argumento para una comedia, o que me permite desarrollarla en teatro".
Por eso, no resulta descabellado que muchos compartan la idea acuñada por Del Moral de identificar estas comedias y melodramas de televisión con "el teatro popular de nuestros días", en el sentido que lo entendieron los hermanos álvarez Quintero a finales de siglo pasado o el propio Lope de Vega, apostilla Onetti. Pero con la diferencia, subraya Cabal, de que los Quintero lo hacían para un público de clase baja y las series están escritas para un público de clase media, signo de la evolución del país. Es decir, teatro como divertimento. Un argumento que tira por tierra Benet i Jornet: "el teatro es teatro y la televisión, televisión. Son distintos y no creo que haya medios artísticos mayores y menores. Decir lo contrario sería como volver a la discusión que se generó con la aparición del cine, sobre si era arte o no. Y, además, la televisión puede ser tan experimental como el teatro".
Aparte de estas consideracioners, parece como si estos dramaturgos de televisión, al dedicarse al entretenimiento en la pequeña pantalla, se hubieran librado de la obligación de ofrecer desde la escena diversión inmediata. Por ello reservan para el teatro sus textos más exquisitos pero quizá por ello también lo condenan a seguir siendo un asunto de minorías.