Teatro

¿Es Shakespeare el autor de "Romeo y Julieta"?

"Sopa de Mijo para cenar", de Fermín Cabal, se estrena en segovia

7 noviembre, 1999 01:00

El día 12 se presenta en el teatro Juan Bravo, de Segovia, "Sopa de mijo para cenar", estrenada hace 20 años y firmada entonces como creación colectiva. Pero como explica Fermín Cabal en este artículo, la pieza fue escrita por él sobre una obra de Darío Fo. Ahora, sube a escena gracias al director José Antonio Ortega y la actriz Gloria Muñoz.

¿Es Shakespeare el autor de "Romeo y Julieta"? ¿Escribió Molière "Don Juan"? ¿Tenían razón los editores alemanes de Villón cuando acusaron a Brecht de haber robado un centenar de versos al poeta francés? ¿Y los herederos de Brecht cuando negaron a Darío Fo el derecho a reescribir el texto de esa misma obra?
En otros terrenos poéticos parecería absurdo plantearse semejantes preguntas. ¿Se le puede ocurrir a alguien reescribir "Campos de Castilla" o "La familia de Pascual Duarte"? Pero el teatro, también en eso, es diferente. Entre nosotros es bastante habitual utilizar los materiales más diversos, los mitos clásicos, por supuesto, pero también las novelas, cuentos, memorias, cartas, reportajes periodísticos, e incluso, guiones de cine como punto de partida de una obra nueva.

Porque el texto (que es, literalmente, un tejido, que posee una determinada textura) no puede reducirse a la anécdota, a la fábula, y mucho menos al tema. Creo que Aristóteles acertaba plenamente cuando explicaba que el alma del drama era el "mito", entendido este como "la composición de los hechos" (según la traducción de García Yebra). Es decir, el autor opera sobre los materiales de la fábula y compone, estructura, un texto que constituye el verdadero objeto artístico. Y así, "El alcalde de Zalamea", de Lope de Vega, puede ser confrontado por Calderón, o, en nuestros días, "La virgen roja" de Celdrán, encontrarse con la de Arrabal (y ambas con la película "Mi adorada hija Hildegart", y las tres con el libro de un periodista, que fue quién descubrió al personaje). Y cada una de ellas es una obra diferente.

Pero a veces esto es difícil de explicar, o de entender, y hay quien no lo acepta, porque estima que el autor de la fábula es el de verdadero mérito. Según eso, Shakespeare no sería el autor de "Romeo y Julieta", pues él "se limitó" a recoger la historia de la famosa novela de Mateo Bandello, que fue un auténtico best-seller en su época, y a "dramatizarla", operación al parecer banal y al alcance de cualquiera. Y ciertamente, en Bandello ya está "casi" todo: el conflicto, los personajes principales y secundarios, las consecuencias, el desenlace... Entonces, ¿qué es lo que puso Shakespeare? Pues el texto.

Digamos, entonces, que Bandello es el autor de la fábula. Pero Shakespeare es el autor del texto.

Y en el teatro, las mejores fábulas del mundo pueden dar lugar a textos irrelevantes. Algo que también pasa en el cine: véanse las adaptaciones innumerables de "las grandes novelas de la historia", a todo trapo y con repartos estelares: "Guerra y Paz", "Madame Bovary", "La Regenta", "Moby Dick", "Ulises", "La colmena", los tropecientos mil "Quijotes", ¿sigo?

Soy el padre o la madre

Digo todo esto para reivindicar, creo que estoy en mi derecho, la paternidad de esta "Sopa de mijo para cenar", que ahora, veinte años después de su estreno, vuelve a los escenarios. Paternidad o maternidad, porque no estoy muy seguro de qué parte me corresponde en el parto. Los hechos se remontan a un lejano 1978, año bullicioso, de recién estrenada democracia, cuando, junto a un grupo de amigos, casi todos ellos antiguos compañeros de Tábano: Gloria Muñoz, Luisa Hurtado, Rafael El Brujo, Trini Rugiero, Gonzalo Tegel, Antonio Lara y Felipe Gallego, me embarqué en esta aventura sin imaginar los quebraderos de cabeza que me iba a proporcionar. El capitán Araña de la operación era José Antonio Ortega, uno de los directores de la Sala Villarroel de Barcelona, que produciría el espectáculo.

José Antonio había contactado con un autor italiano casi desconocido en España, un tal Darío Fo, hombre, al parecer, comprometido políticamente, radical, inconformista y de extrema izquierda maoísta. Y además, muy gracioso, aunque resulte difícil de creer con semejante curriculum. Fo había escrito una obra que a Ortega le encantaba: "No se paga, no se paga" era el título original, y cuando la leí me pareció, lo digo sinceramente, que tenía mucho mérito, pero que se podía mejorar. Y como, según me dijeron, el autor, nuestro camarada, estaba de acuerdo en que podíamos "adaptarla a nuestra conveniencia", metí la obra en el cajón y me dispuse a reescribirla sin pensármelo más. Así nos las gastábamos.

Prohibir la obra

Desgraciadamente, a Darío Fo no le gustó la "versión". Luisa Hurtado y yo nos reunimos con él en su casa de Cesenato durante el verano del 79 y el hombre, con muchísima paciencia, nos explicó los muchos fallos que encontraba en el nuevo texto, y su desacuerdo con algunos enfoques políticos del asunto. Por ejemplo, en su obra, al final, se llama a los vecinos del barrio a atacar a la policía desde las ventanas de las casas con el fin de crear conciencia de "autodefensa". A mí me pareció un disparate romántico semejante idea y opté por un final distinto que le pareció "reformista". Finalmente, Darío pidió que retiráramos su nombre del cartel, porque no se reconocía como autor, y tras alguna discusión, amigable y generosa, hay que decirlo, aceptó que se estrenara como "una obra de F.C. basada en una idea de Darío Fo".

Pero, a la mañana siguiente, a punto de subir al tren que nos llevaría a Milán, Franca Rame, la mujer de Fo, nos comunicó que habían estado discutiendo de nuevo el asunto y que habían decidido prohibir las representaciones de la obra. De vuelta en Barcelona, los actores y el director se indignaron por la actitud de Fo, y decidieron seguir adelante. Aunque compartía su enfado, no me sentía a gusto con este planteamiento y me retiré del proyecto, que se estrenó el 20 de septiembre en la Sala Villarroel bajo la sufrida rúbrica de "creación colectiva", que no faltaba a la verdad, pues pienso que lo era: de Fo y mía, aunque a todos nos pese.

Cuando escribo estas líneas, a unas semanas del estreno, todavía no sé si podré convencer a Darío Fo para que firme conmigo la obra. "Sopa de mijo para cenar" es, ciertamente, una corruptela de "Non si paga", pero le debe su inspiración y su buen humor, y creo que hay mucho más de Fo en ella de lo que él cree. Y además, qué diablos, pienso que es mejor que el original. Así que no se puede quejar.