Teatro

La realidad es variable

"El polígrafo", de Lepage

16 enero, 2000 01:00

El teatro municipal de Barcelona, el Mercat de Les Flors, reabre sus puertas con El polígrafo, de Robert Lepage. La obra tiene una larga vida: estrenada por el actor y director en 1987, ha conocido múltiples versiones por todo el mundo. Ahora ha sido rescatada en una coproducción hispano-italiano-canadiense.

El actor y director de cine y teatro Robert Lepage vuelve a nuestros escenarios con una de sus piezas más aclamadas: El Polígrafo. Y lo hace con una producción en la que han participado cuatro instituciones teatrales: el Mercat de Les Flors, de Barcelona; el Centro Servizi e Spettacoli di Udine y la productora Segnali, ambas de Italia; y Ex Machina, empresa productora de Lepage con sede en Quebec.

La unión de estas instituciones y empresas ha permitido a dos actores catalanes y otros tantos italianos desplazarse hasta el centro que Lepage dirige en Quebec, La Caserne Dalhousie, para ensayar esta curiosa pieza que ha viajado a lo largo y ancho del mundo. David Selvas (Testamento, Así que pasen cinco años) y Laia Marull (Maror, o los films La sombra de Caín y Lisboa) protagonizan la versión en castellano junto con Nestor Saied, reputado actor italiano de origen argentino que actúa también en la versión italiana de El Polígrafo.

Thriller metafísico

La vida de esta obra es larga. Calificada de thriller metafísico inspirado en un hecho real, la pieza fue creada en 1987 por Lepage y su habitual colaboradora y actriz Marie Brassard. Ambos, junto con el actor Pierre Phillipe Guay, partieron de ejercicios de improvisación que eran anotados por un observador, Gyllian Raby. Tras el estreno en francés en Quebec, en 1989 se tradujo al inglés para su representación en Londres, lo que le valió a Lepage para ser galardonado con el premio a la dirección de la revista Time Out. El guión prosiguió su proceso metamórfico con las traducciones, las periódicas anotaciones de guión y los cambios que introducían los actores y llegó incluso a hacerse una versión bilingöe en Toronto. Lepage y Guay fueron sustituidos y en 1990 la pieza recorrió los festivales de verano de toda Europa, representándose en Barcelona en el mes de julio. Desde entonces, la obra se ha visto en multitud de países y ha sido llevada a escena por otras compañías canadienses. En 1996 se tradujo al japonés y fue representada con un reparto de actores nipones. Ese mismo año, el canadiense convirtió la obra en una película.

El interés de Lepage con esta pieza era explorar la realidad y la ficción, investigar la obsesión que tiene el hombre por conocer la verdad. Para ello se sirvió del asesinato de una mujer ocurrido en misteriosas circunstancias en Quebec. Todos sus amigos fueron considerados sospechosos, la policía estaba convencida de que el asesino era uno de ellos. Seis años después del homicidio, Lepage recrea el caso y lo hace coincidir con el momento histórico de la caída del Muro de Berlín, en clara referencia al descalabro del socialismo. La acción sitúa a un realizador que decide rodar una película y escoge a una actriz para el papel de la víctima. La casualidad lleva a que la actriz sea vecina del principal sospechoso, sometido ya a la Máquina de la Verdad o "Poligraphe", término que en francés se emplea para referirse al detector de mentiras que usan los investigadores criminales pero cuya traducción literal es "muchas escrituras" o lo que es lo mismo "muchas lecturas". éste es el mensaje de la obra: lo variable que puede llegar a ser la realidad dependiendo del punto de observación en el que uno se sitúe; no hay verdades absolutas.

Artes mezcladas

El espectáculo se inspira también en la atmósfera de las películas negras, aunque las víctimas y los asesinos brillan por su ausencia. Y como todos los espectáculos de Ex Machina mezcla las artes audiovisuales con las de la interpretación.

Con este montaje, el Mercat cumple con uno de sus objetivos: el de ofrecer programas de carácter formativo y de reciclaje a los actores y colaborar con creadores contemporáneos internacionales. Un lujo en el caso de Lepage, considerado uno de los maestros de la escena internacional, cuyo trabajo se distingue por perseguir una convergencia de los distintos lenguajes que permitan aparecer nuevas formas artísticas. Según ha confesado, su objetivo es lograr obras inesperadas, que logren impactar a los espectadores del nuevo milenio. Para ello, aplica un proceso de creación guiado por criterios intuitivos y evolutivos y en los que los actores y técnicos trabajan con gran libertad.

Además, a la hora de crear un espectáculo a Lepage no le interesa partir de temas o argumentos concretos, sino que sus obras nacen de elementos diversos: objetos, anécdotas, recuerdos... que permiten a los creadores la libre asociación de ideas y generar piezas orgánicas de resultados inesperados.

Los que conozcan alguno de los espectáculos que se han visto en España (Elsinore, Las agujas y el opio y La geometría de los milagros), reconocerán rasgos comunes en todos ellos como son su dimensión cinematográfica y el sentido ritual del teatro que tiene este original creador.