Teatro

Juego peligroso

"¿Quién teme a Virginia Woolf?"

6 febrero, 2000 01:00

Después de casi un año de gira, llega al teatro Albéniz de Madrid, el 12 de febrero, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee. Es una de esas citas inexcusables para ver a dos grandes de la escena: Nuria Espert y Adolfo Marsillach.

Estrenada el 8 de mayo del pasado año, ¿Quién teme a Virginia Woolf? está haciendo una de las mejores giras a las que una obra de teatro puede aspirar: hasta hoy se ha representado en 17 ciudades españolas y, según cifras aproximadas, ha sido vista por unas 60.000 personas. No podía ser de otra manera con un cartel encabezado por Nuria Espert y Adolfo Marsillach, que ha vuelto a actuar después de 17 años y que ha acabado teniendo una función trinitaria en el proyecto al ser, además de protagonista, autor de la versión y director.

Adaptación

Adolfo Marsillach escribió la adaptación de la obra en 1996, cuando todavía era director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y, según dice, motivado por la idea de trabajar con Nuria Espert, con la que no actuaba desde 1967 (La puta respetuosa y A puerta cerrada, de Sartre). Inicialmente la obra le decepcionó, quizá fruto de las tres ediciones (una inglesa, otra francesa y una tercera argentina) que manejó: "Tras su lectura, el texto no coincidía con la idea que yo tenía. En mi opinión, se había quedado un poco anticuado, estaba ambientado en una sociedad que no es la de hoy, con expresiones que a los espectadores de la época podían resultar chocantes pero que ahora había que evitar". El resultado es una versión en la que el autor ha intentado "desbrozar las zonas más melodramáticas; evitar los insultos y algunas escenas reiterativas; limitar también las copas, demasiadas a mi juicio, y lo más importante porque considero que es el eje de la dirección, la interpretación y la versión, proyectar la necesidad que tenemos todos los seres humanos de jugar. Ellos se inventan un juego, incluso se inventan un hijo para jugar, mantienen un amor por el placer cruel de jugar y eso me pareció apasionante". Para subrayar esta idea, un tablero de ajedrez, metáfora en el que las figuras representan la singular pelea que les permite sobrevivir.

En definitiva, explica: "Me interesó plantear un combate dialéctico. Creo que la obra tiene una gran influencia del teatro del absurdo y que el tratamiento que le he dado es terrible porque he escogido el camino del sarcasmo dialéctico. Al final me ha quedado un matrimonio que ejerce menos la violencia física pero que es más perverso".

Dirección

Proyectada inicialmente para que fuera dirigida por Lluís Pasqual, éste desistió una vez que la producción se había puesto en marcha y Marsillach aceptó sustituirle. Dirigir y actuar tiene sus problemas, que el actor-director ha resuelto grabando los ensayos en video y analizándo su trabajo posteriormente: "Autodirigirse tiene un efecto contraproducente si el director es compasivo consigo mismo, pero no es mi caso porque soy más exigente con mi trabajo que mis más feroces críticos". Todavía graba las funciones, vigila el desarrollo de la obra, ya que durante el tiempo que vive un espectáculo, éste corre el riesgo de mecanizarse. En fin, la puesta en escena, dice, "huye de lo tenebroso, es elegante, limpia, salimos vestidos de esmoquin y de la escenografía diría que es casi minimalista".

Interpretación

"Me gusta trabajar con actores buenos. Nuria es una actriz singular, yo también y eso quiere decir que no somos actores habituales. Esta singularidad tiene un doble efecto: que a unas personas gustamos mucho y a otras nada. No somos actores de término medio". Respecto a cómo se enfrenta a su personaje, dice: "He intentado llevarlo a un terreno irónico que me permitiera distanciarme". Hay, además, otros dos personajes, interpretados por Pep Munné y Marta Fernández-Muro, que cumplen un papel esencial: representan al joven matrimonio testigo del combate dialéctico de la pareja protagonista y que, se supone, tomarán el relevo.

Marsillach, que en alguna ocasión ha manifestado su preferencia por la dirección frente a la interpretación, dice que esta experiencia "ha resucitado algo que yo creía tener dormido y es el placer del actor que a diario se enfrenta al público y eso que me canso mucho".