Teatro

En tiempos de mudanza

Lluís Pasqual estrena “El jardín de los cerezos”

13 febrero, 2000 01:00

Lluís Pasqual . Foto: María José Rasero

El teatro Lliure se despide del barrio de Gracia con un último estreno: L’Hort dels cirerers (El jardín de los cerezos), de Anton Chejov, dirigida por Lluís Pasqual y protagonizada por Anna Lizaran. La elección del texto tiene un significado especial, pues el argumento de la obra gira en torno a una familia que vive tiempos de mudanza y ve amenazado su mundo. Pero no es exactamente el caso del teatro cuyo futuro parece asegurado.

Explica Lluís Pasqual que se decidió a montar L'hort dels cirerers (El jardín de los cerezos, de Chejov) el año pasado, mientras ensayaba Esperando a Godot, también en el Lliure. Alguna frase pronunciada por Anna Lizaran durante un ensayo les remitió al mítico texto del ruso, y no lo pensó dos veces: "La siguiente tiene que ser Liuba", le dijo a la actriz, refiriéndose al personaje principal de El jardín de los cerezos. "Pero yo no puedo hacerlo", dijo Lizaran. "Ahora ya sí podemos", contestó el director.

Con el estreno el próximo jueves, día 17, de este paradigmático texto en el que se habla de adioses y vacíos, los gestores del teatro pretenden despedirse de su sede del barrio de Gracia de Barcelona antes de dejarla vacía para ocupar el edificio del Palau de l’Agricultura, que abrirá sus puertas la temporada próxima. Será el simbólico colofón de una temporada marcada por el recuerdo y la despedida, "aunque no es nuestra intención ponernos ni nostálgicos ni autocomplacientes", afirma Pasqual.

"Está claro que esta obra propicia un juego de simbolismos, pero su elección responde más bien a una intuición que a una justificación. Es el texto ideal para hablar de un momento de tránsito en el que la gente del Lliure, como los personajes, dejamos los lugares de la memoria para irnos en busca del futuro. Y no es ésta la única similitud que encuentro entre la obra de Chejov y la actual situación del Lliure. También es la obra que mejor refleja en este momento mi situación personal".

Anton Chejov (1860-1904) escribió El jardín de los cerezos, su último y tal vez su mejor texto, el mismo año de su muerte. Sus primeras intenciones al abordar su escritura eran, según desvela su correspondencia, escribir un vodevil sobre los cambios en la propiedad, y así aparecen mezcladas las clases medias, con los nuevos ricos y las inferiores de su época. En ella, al igual que en otras de sus piezas representativas, perfiló unos personajes marcados por la resignación y el dolor, que esperan algo que no se nombra nunca o que, simplemente, no llega.

Precursor de formas y temas
Se considera al teatro chejoviano precursor del teatro contemporáneo, porque anticipa temas y preocupaciones. Así, no es descabellado emparentar a los protagonistas incapaces de comunicarse del dramaturgo ruso con, por ejemplo, los personajes de Samuel Beckett, tan condicionados por lo que no se dice, por los silencios y las ausencias. También Pasqual compara a Chejov y al autor irlandés: "Ambos crean obras que funcionan como universos autosuficientes, donde todo tiene una razón de ser. Ambos proporcionan dentro del propio texto cualquier pregunta que el director se formule. A ninguno de los dos les hace falta adorno de ningún tipo. Es suficiente con lo que el autor dejó escrito y un reparto bien confeccionado".

Tanta desnudez ha creído necesaria Pasqual que ha decidido prescindir de adornos escenográficos. Un escenario a la italiana pero con galerías laterales, y las desnudas paredes del teatro bastarán para acoger un reparto en el que el director dice haber pensado durante más de seis meses. "En el Lliure no se puede mentir. Los actores deben ser más verosímiles que en otros escenarios, se nota enseguida si haces trampas. Por eso he prescindido de cualquier artificio, para subrayar la proximidad entre actores y público".

En la ficha artística, muchos nombres conocidos de la sala, "actores cuya piel se ha forjado entre estas paredes", subraya el director: Anna Lizaran, Jordi Bosch, Pep Cortés, Manuel Dueso, Teresa Lozano, Fermí Reixach, Santi Sans, Francesc Garrido, Nacho Fresneda, Bea Segura, Rosa Vila y Tilda Espluga.

Falsamente naturalista
"Era esencial escoger a unos actores tras los que hubiera un equipo de personas. Estamos ante una obra falsamente naturalista, Chejov nos ofrece un pedazo de vida, pero con una gran carga poética. Era esencial escoger bien a los intérpretes".

El montaje es una serie responsabilidad, no sólo por su dificultad implícita sino, como apunta Pasqual, "por los magníficos referentes anteriores, que yo he visto, como las puestas en escena de Peter Brook o Giorgio Strehler". Sin olvidar que el primero que lo dirigió fue, en 1904, y recién terminada su escritura -de hecho, el equipo esperaba ansioso la versión definitiva del texto- Contantin Stanislavski en su Teatro de Arte de Moscú.

Pasqual no es ajeno a la obra chejoviana. En 1979 dirigió también en el Lliure Las tres hermanas, y por aquel entonces ya deseaba llevar a escena El jardín de los cerezos. "Este texto es de esos tres o cuatro que todo director quiere montar algún día, aunque tanto los gestores como los directores meditan mucho la cuestión antes de programarlo. Ahora me parece que esta obra es la más difícil de todas las de Chejov. Me parece, por ejemplo, mucho más complicada que Las tres hermanas, aunque quizá yo ya no tenga aquella inconsciencia que tenía cuando la monté con 27 años".

Ahora tiene 49 y quizá es el momento, tanto para Pasqual como para el resto de responsables del Lliure, de pronunciar las frases que, en boca de Firs, cierran El jardín de los cerezos. Especialmente aquella que dice: "La vida ha pasado como un soplo". Mientras, quiso Chejov, que cayera la tarde y se escucharan los chasquidos de un hacha contra un árbol.

Teatro y cuentos

Anton Chejov cultivó básicamente dos géneros a lo largo de su vida: el teatro y el relato corto, y en ambos fue, no sólo brillante, sino también innovador. En ambos casos podría hablarse de un antes y un después de la producción chejoviana, en los que utilizó una técnica narrativa similar: la llamada "acción indirecta", basada en centrar el argumento sobre datos al parecer irrelevantes pero que devienen fundamentales a medida que el texto avanza. En el campo teatral no puede hablarse de Chejov sin referirse a su relación con el Teatro de Arte de Moscú, de Constantin Stanislavsky, con quien empezó su colaboración en 1898. El trabajo conjunto de ambos creadores, prolongado a lo largo de los años, no sólo estimuló al dramaturgo, que para la compañía escribió sus mejores textos, incluídos El tío Vania, Las tres hermanas, La gaviota o El jardín de los cerezos, sino que sirvió a la perfección al famoso método actoral desarrollado por Stanislavsky.