Teatro

16 crónicas y 18 fragmentos

“Metropolitano” y “Monos locos y otras crónicas”

20 febrero, 2000 01:00

Alternativas

Entre los diversos autores de hoy que coinciden en La Alternativa de Madrid, EL CULTURAL analiza las obras que Antonio Fernández Lera y Borja Ortiz de Gondra estrenan esta semana. Dos dramaturgos con pocos elementos en común pero que definen el teatro de una época.

La crisis de los grandes sistemas ideológicos, en el último tramo del siglo XX, no se circunscribe sólo al ámbito político; ha originado fragmentaciones múltiples. En teatro, a las construcciones acabadas y rematadas están sucediendo otras menos definidas y menos cerradas. Esto lo condiciona todo: desde la idea de personaje hasta la idea de argumento y, naturalmente, la idea de escenario que da paso a un concepto de espacio escénico más flexible y más amplio; lo cual modifica también la naturaleza del espectador. éste se convierte en una realidad móvil e integrada, como elemento activo, y no como receptor pasivo del hecho teatral.

Autores como Borja Ortiz de Gondra (Bilbao, 1965) y Antonio Fernández-Lera (Madrid, 1952) que estrenan estos días -distintas edades, distintas estéticas- participan en grado sumo de esta abolición de las formas. No son homologables, aunque su mirada sobre el mundo tiene elementos coincidentes: por un lado, esa temporalidad hecha astillas y una espacialidad dispersa; un intento de aproximar la escena al espectador, de echar encima de este, de una manera envolvente, la acción dramática. O, cuando menos, de atenuar las barreras de separación. Nada nuevo, por supuesto, pero que va definiendo la estética de una época. Y el pensamiento. Puede que haya paternidades compartidas por estos dos autores que el azar, en forma de proximidad de estrenos, y la urgencia periodística, ha reunido en este artículo: Heiner Möller. Pero las paternidades nunca son unívocas y aquí pudiera haber ecos del absurdo, de Beckett, de Koltés, de la crueldad artaudiana.

Ruptura o compromiso
Lo que al llamado teatro alternativo se le reprocha en ocasiones es cierta indiferencia por el compromiso y la solidaridad en favor de la ruptura y la vanguardia formal. Esa fragmentación, fragmentos creo que llama Ortiz de Gondra a sus textos, se manifiesta también en la intención ideológica. Metropolitano (Reconstrucción) demuestra que esa ideologización del teatro de Ortiz de Gondra no emana de una dialéctica sostenida, sino de los escombros de esa dialéctica: cascotes, trozos, situaciones aisladas...No hay una coherencia crítica doctrinal, o discursiva, sino una parcialización cruda y sensorial de los problemas de la realidad. Es una disposición más cinematográfica, más de videoclip, aunque no menos efectiva.

En Antonio Fernández-Lera está además el sentido creador de la luz, la poética de la iluminación: Bob Wilson. Fernández-Lera anduvo en el meollo de Espacio Cero y de La Carnicería entre otras estimulantes aventuras; junto a Rodrigo García que es uno de los poquísimos autores que se niegan a considerar el teatro como objeto cultural: como objeto y, además, manipulable. No parece casualidad que el equipo que colabora en esta ocasión con Antonio Fernández-Lera lo formen el propio Rodrigo García, Carlos Marqueríe -autor, pintor y diseñador de luces- y uno de los actores fetiche de Rodrigo, Miguel Angel Altet.

Los monos locos y otras crónicas (Triángulo, días 24, 25 y 26 de febrero) es un ejercicio de destrucción y violencia inquietante. Y hablo solo por los indicios que me proporciona el texto. Palabra reveladora, nunca ocultativa. Fernández-Lera ha logrado, casi desde los inicios de su actividad dramatúrgica, una rara conjunción entre palabra poética y palabra dramática; una poética teatral con fuerte asentamiento en el discurso literario, en la luz, en la plasticidad cruel. Es una visión del mundo y del poder llena de interrogantes y de evidencias, llena de contingencias dolorosas y, quizá, no irrevocables.

Sin una generación a que acogerse, sin grupo específico al que pertenecer, aunque sí con afinidades, Fernández-Lera es un raro en el panorama escénico español.

Ortiz de Gondra en cambio, le guste o no, tiene una denominación de origen: el premio Marqués de Bradomín, en torno al cual, por lo menos en cuestiones de edad, se aglutina un grupo bastante coherente a pesar de sus diferencias. Metropolitano (Reconstrucciones), (Cuarta Pared, a partir del 22 y 23 de febrero. Ciclo nuevos directores), es una muestra evidente de esa crisis radical del personaje y el argumento al que aludía al principio.

Fragmentos convulsos
No es una historia con cabeza, tronco y extremidades, exposición, nudo y desenlace. Son fragmentos convulsos, 18 escenas como 18 gritos. Una mirada ácida o agresiva o solidaria; un pensamiento sincopado, una idea desflecada. Es Metropolitano... un rompecabezas que adquiere sentido por la retroalimentación recíproca de sus partes.

Hablarle a Ortiz de Gondra de realismo puede ser una provocación; más no lo es afirmar que Metropolitano... no está fuera de la realidad ni del compromiso: no es un texto monotemático, es un texto monoprofético. Fulgores de desastre, de opresión social, de soledad y desasosiego: un texto políticamente incorrecto. A causa de una coincidencia premonitoria, algunos de estos fragmentos podían estar iluminados por las columnas de humo de estos días de El Ejido, por los violentos rebrotes racistas en Iberia, por las viejas hogueras de Harlem.