Teatro

Teatro para después de la historia

Estreno en Zaragoza de una autobiografía de Möller

12 abril, 2000 02:00

Fue el relevo de Bertolt Brecht en la Alemania socialista y hoy está considerado como el dramaturgo más decisivo de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el alemán Heiner Möller ha sido raramente escenificado en nuestro país, con la excepción del circuito alternativo. Testigo directo de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, su teatro ha sido tachado en ocasiones de violento, racional y distante. El teatro de un poeta, que como él mismo ha dicho, ha aprendido a "vivir sin esperanza ni desesperación". Hoy se estrena en el teatro del Mercado de Zaragoza Esquela de defunción, una reflexión autobiográfica en torno al suicidio de su mujer, la poeta Inge Möller. Además, la compañía vallisoletana de Ernesto Calvo acaba de montar Cuarteto, una de sus piezas más escenificadas.

Esquela de defunción es una reflexión del autor sobre el suicidio, a partir del patológico comportamiento de su esposa, la poeta y dramaturga Inge Schwenker, la cual tuvo varios intentos frustrados de suicidio hasta que finalmente lo logró gaseándose en el horno de la cocina. Escrito 20 años después de la muerte de su mujer, el autor siempre se mostró muy crítico con su esposa.

Para explicar las tendencias suicidas de Inge, la compañía aragonesa Ciudad Interior ha rastreado la escasa información disponible en castellano. Inge vivió su infancia con el traumático recuerdo de la muerte de sus padres. Estos perecieron en un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial y ella misma los desenterró de los escombros. Cuando conoció a Möller, abandonó a su pareja, un hombre bien situado en el establishment socialista de la RDA, y parece ser que al dramaturgo jamás le perdonó la carta de rectificación que escribió, después de que éste fuera expulsado de la Asociación de Escritores de la RDA.

Una autobiografía

La adaptación para la escena de Esquela de defunción, que firma su traductor habitual al español, Jorge Riechman, adopta así la máscara de la autobiografía para incidir en cuatro asuntos de interés que centran el teatro de Möller: sexo, muerte, amor y política. Aquí se sirve de recuerdos de su infancia, de sueños y deseos para ofrecer el retrato de un matrimonio peculiar, o más bien imposible, pues Möller sabe que siempre fue imposible el encuentro con su esposa.

La pieza se divide en dos partes. En la primera presenta varias escenas cotidianas del matrimonio; en la segunda, Möller se hace acompañar de un ser impreciso para ofrecer una reflexión sobre la Segunda Guerra Mundial pero también hace una parábola de la muerte de su esposa.

Según explica, Luis Merchán, director del montaje, la obra presenta una estructura con muchos saltos temporales, que se organiza en torno a tres personajes : un Möller anciano que recuerda (interpretado por Mariano Anós), un Möller joven que personifica esos sueños (Luis Carlos Arteaga), y la esposa Inge Möller (Ana García). La proyección de diapositivas de Hitler, Stalin y de la Segunda Guerra Mundial contribuyen a crear el ambiente que rodea a nuestro dramaturgo, pues ahí está precisamente el origen de su teatro.

No es arbitrario que la compañía Ciudad Interior haya elegido al dramaturgo alemán para celebrar su décimo aniversario de existencia. La formación, creada por alumnos de Mariano Anós, ha trabajado reiteradamente con textos de Möller (Yo, ¿quién?, Calma idílica, Liberación de Prometeo, Hércules II o La Hidra, Esquela de defunción) y, según Merchán, "sentimos por su teatro auténtica veneración. Creemos que gracias a su labor, el teatro europeo de mitad de siglo XX ha evolucionado hacia otros caminos". La compañía actúa hasta el día 16 en Zaragoza y después tiene previsto aterrizar en Madrid y Barcelona.

Respecto a Cuarteto, es una de las piezas más populares y representadas del autor, que adapta a la escena la historia de Las amistades peligrosas, de Chordelos de Laclos. Escrita en 1981, fue estrenada en Bochum al año siguiente.

El dramaturgo y director es siempre muy parco en las acotaciones lo que, por otro lado, tiene la ventaja de dar gran libertad a los actores y directores para su representación. En Cuarteto, sólo hace una indicación al comienzo de la pieza, cuando sitúa la acción "en un salón anterior a la Revolución Francesa/ en un bunker después de la Segunda Guerra Mundial". Es como si trazara un camino que va del racionalismo del Siglo de las Luces a la autodestrucción de la era tecnocrática".

Económica acotación que, sin embargo, ofrece tanta información y denota la labor de síntesis y sustracción del teatro de Möller, algo que es especialmente evidente en sus adaptaciones de mitos clásicos: "Creo que mi impulso más fuerte consiste en reducir las cosas a su esqueleto, arrancándoles la carne y la superficie (...) Penetrar tras la superficie para ver la estructura", declaró.

El título de la pieza se refiere al número de personajes que aparecen en la obra, aunque realmente sólo actúan dos, Valmont y Merteuil, que se desdoblan en las escenas de seducción. Tanto Blanca Herrera, en el papel de la marquesa, como Ricardo Vicente, en el de Valmont, recrean a dos personajes inteligentes, que hacen prevalecer su razón, y que se comportan casi como animales sin respetar la moral o la religión. La obra ha sido comparada, tanto por su género como por su poder dramático, con Las criadas de Genet.

Encontrar el registro

Para Ernesto Calvo, director de la obra, lo más difícil con Möller es acertar con el estilo y el registro de los intérpretes. Los personajes de Möller dicen largos parlamentos, en un tono muy filosófico, por lo que corren el peligro de resultar artificiosos y distantes. Sin embargo, señala Calvo, "si algo he logrado con esta obra, es en ese sentido pues muchos elementos del texto me los han descubierto los actores en los ensayos. De hecho, a modo de ejercicio, hemos llegado a ensayar el texto en un tono naturalista. Con Möller, el actor consigue que su línea de trabajo vaya pasando de un conflicto a otro con gran naturalidad. Creo que finalmente, estos personajes responden a sus emociones".

Cuarteto es un ejemplo también de la fragmentación estructural que Möller practica, ya que huye de una narración lineal que respete las tres unidades dramáticas tradicionales de acción, espacio y tiempo.

De la puesta en escena, Calvo señala que "es fría y racional como su teatro. Juego con la iluminación para acentuar los momentos en los que se alaba a la inteligencia o en los que el sentimiento gana terreno". Además, el vestuario contribuye a descontextualizar la época en la que está ambientada, pues éste cambia continuamente.