Teatro

Lo último de Ernesto Caballero

Un busto al cuerpo

19 abril, 2000 02:00

El próximo día 28 la compañía Teatro Cruce estrena en el Juan Bravo de Segovia Un busto al cuerpo, la última obra de Ernesto Caballero. Una irónica reflexión sobre la cirugía estética y las contradicciones que provoca el modelar nuestro físico. EL CULTURAL adelanta un fragmento del texto.

SINOPSIS

Una mujer piensa someterse a una operación de aumento de pecho. Esta decisión va a desencadenar, tanto en ella como en sus dos mejores amigas, una inesperada conmoción. Un busto al cuerpo es una comedia de ideas y silicona.

DRAMATIS PERSONAE
En Un busto al cuerpo son tres mujeres de generaciones distintas las que se enfrentan a la posibilidad de cambiarse, tres mujeres con sus propias convicciones y deseos que se encuentran y desencuentran, y muestran que alterarse físicamente es algo que trasciende lo individual y que las hace verse hacia dentro a la vez que proyectarse hacia fuera.

Escena 6Cristina 1 y Cristina 2 en una sala de exposiciones.

Cristina 2: ¿Medieval?
Cristina 1: Pequeños, pálidos, redondos como manzanas, duros, firmes y separados.
Cristina 2: No estamos en la Edad Media.
Cristina 1: En efecto, estamos en una época en que por fin empezamos a ser dueñas de nuestro cuerpo.
Cristina 2: Y si queremos implantarnos…
Cristina 1: La perfección también está a la venta.
Cristina 2: ¿La perfección? Cristina, lo que de verdad no podemos permitir es que una cuestión como ésta deteriore nuestra relación.
Cristina 1: Estoy de acuerdo.
Cristina 2: No sé, últimamente estoy un poco nerviosa.
Cristina 1: No te preocupes, también yo he estado muy irritable.
Cristina 2: Siempre hemos estado muy compenetradas. Tenemos los mismos gustos, coincidimos incluso en los momentos de malhumor.
Cristina 1: Y entonces todo nos lo tomamos a pecho…

(Ríen)
Cristina 2: (A un conserje). Por favor ¿dónde está la sala de arte contemporáneo? Ah, es ésta. Claro.
Cristina 1: Claro, claro...
Cristina 2: Tendríamos que aprender de las nuevas promociones. Ahí tienes a Cristina. Para ella todo es admirablemente más sencillo.
Cristina 1: O más simple.
Cristina 2: Es otra manera de entender las cosas.
Cristina 1: ¿Y esto qué es?
Cristina 2: Un triángulo y un círculo.
Cristina 1: Ya…
Cristina 2: Se titula: Muchacha con un aro en el pezón.
Cristina 1: Claro.
Cristina 2: Claro.
Cristina 1: Claro.
Cristina 2: Claro.
Cristina 1: Qué manera más esencial y contundente de expresar el sometimiento de la identidad femenina. El aro como un grillete atenazando el pecho de la Madre Tierra. Claro.
Cristina 2: Perdona, pero a mí me parece que se trata de una reivindicación radical del cuerpo femenino. Esa chica se ha puesto un aro en el pezón para manifestar con ello que sólo ella es la propietaria de su cuerpo y que el pezón no sólo está destinado a las tradicionales funciones amamantadoras.
Cristina 1: ¿Qué dices? Ese pezón está sometido.
Cristina 2: Ese pezón es libre.
Cristina 1: Ese pezón está siendo torturado.
Cristina 2: Ese pezón te está diciendo "¡por fin soy yo mismo y no tengo que ocultarme!"
Cristina 1: ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Acaso te lo ha dicho?
Cristina 2: Sí, lo está diciendo a gritos: "¡El piercing es algo más que una moda!".
Cristina 1: Por supuesto: una espantosa forma de mutilación corporal. ¡Pobre chica!
Cristina 2: Nadie le ha obligado.
Cristina1: Eso cree ella.
Cristina 2: Ya empezamos.
Cristina 1: ¿Pero es que a estas alturas tú vas a negar la presión que existe hacia el cuerpo femenino? Tú misma estás presionada por los índices de audiencia de la televisión.
Cristina 2: Eso no es verdad. Además, es preferible perforarse el cuerpo en uso de tus facultades que te lo perforen siendo un bebé. Tú se los hiciste a Cris.
Cristina 1: Yo no quería, fue mi madre.

(Aparece un grupo de turistas japoneses)
Cristina 2: Y por tu madre sí lo hiciste.
Cristina 1: Total por dos agujeros en las orejas...
Cristina 2: Total por un agujero en el pezón...

(Reparan en los japoneses)
Cristina 2: Disculpen, se trata sólo de una discusión de… teoría estética entre amigas. Somos amigas, a pesar de nuestras diferencias. Cristina en su día quemó sostenes, hizo streaking, hizo mooning, hizo flashing, hizo footing… Tiene unas referencias. Pero yo… Yo pensaba…pienso… bueno, ahora ya no sé lo que pienso… pero pienso que a veces pienso que el orgullo del cuerpo femenino pasa por nuestra capacidad de intervención sobre el mismo… Se trata de mi propia autoestima… Cristina sin embargo piensa sin pensar lo que piensa, y en eso la envidio. Piensa que lo hago para construirme a través de la mirada de los hombres, y está muy equivocada…¿o no? Yo que sé…No sé si realmente lo piensa, o si soy yo la que piensa que lo piensa. Ya sé que son ustedes japoneses, pero seguro que me comprenden. ¿O no?
Cristina 1: La comprendo, sí, la comprendo, casi tanto como a mi hija, Cristina. Le puse ese nombre por ella, no por mí, por Cristina, mi amiga, sí, somos amigas, yo sólo un poco mayor, sólo un poco, y me revienta tener que asumir este papel pater-maternalista…Cristina no entiende que aunque hay cosas, no todas, que ya están conseguidas, no entiende, no quiere entender algo tan elemental como es el hecho de que todavía hay partes del mundo, en el Japón también, donde las mujeres no son consideradas las dueñas de su propio cuerpo. Sí, hoy en día, me gustaría que entendiera mi amiga Cristina, que en cuanto te confías aparece un diseñador homosexual que te obliga a ceñirte el artefacto que surge de su misoginia, o el médico que te dice si debes o no amamantar, si puedes o no ir con el pecho al descubierto, o surge una mente calenturienta que se empeña en poner de moda cosas tan aberrantes como colgarse pendientes en los pezones. Y eso aquí como en Japón (Se abrazan).
Cristina 2: ¿Llevas sujetador?