Teatro

Por el camino del riesgo

Congreso de salas alternativas

31 mayo, 2000 02:00

Javier García Yagöe, Carme Portaceli y Juan Mayorga son tres de los creadores que participan en el Congreso Extraordinario de Salas Alternativas de España que acoge el festival de Sitges. Un congreso que va a debatir sobre el futuro del teatro alternativo y los caminos de la creación que se abren una vez que éste ha alcanzado unos niveles de calidad y profesionalidad.

El peligro de la etapa actual es que las salas alternativas queden completamente absorbidas (parcialmente ya lo están) por las dos tendencias principales del teatro: la ola espectacular-consumista de un lado (producir con criterios básicamente mercantilistas...), y la ola política-cultural de otro lado (adaptarse a la exigencias de correción cultural propia de los teatros públicos: productos bien acabados, uso y esplendor de las nuevas tecnologías...)". Con estas palabras, el director del teatro Malic de Barcelona, Tony Rumbau, plantea una de las cuestiones que va a presidir los debates del Congreso Extraordinario de Salas Alternativas de España, que tendrá lugar en Sitges del 5 al 7 de junio.

Organizado por la Coordinadora de Salas Alternativas de España, que agrupa a 26 teatros de pequeño y mediano formato, el debate se desplaza este año hacia un asunto más ideológico que económico o administrativo. Juan Muñoz, presidente de la citada coordinadora y director del teatro Pradillo de Madrid, coincide con Rumbau: "Tras quince años de funcionamiento hemos alcanzado unos niveles de calidad y profesionalización que nos exigen producciones cada vez más cuidadas, ya que también tenemos un público más exigente. Sin embargo, corremos el riesgo de hacer un teatro desprovisto de mensaje, más desideologizado, cuando precisamente nuestros orígenes fueron una respuesta al teatro comercial, buscando ser un ámbito para el teatro contemporáneo".

Subvenciones miserables

Hay quien duda de que las alternativas sean precisamente un espacio de experimentación y hay otros que mantienen que están ocupando el espacio de los teatros públicos. Una directora con una larga trayectoria tanto en el teatro público como alternativo, que se ha distinguido en las últimas temporadas por ofrecernos los títulos más interesantes de la cartelera catalana, Carme Portaceli, declara que "la forma de trabajar en las alternativas sigue siendo un desgaste para los creadores, ya que se hace a costa de un gran esfuerzo que no es recompensado económicamente. Las actuales subvenciones son miserables y, además, se limitan a directores y producciones locales, que es lo más perverso que puede ocurrir. Y aunque sí creo que hemos avanzado, y es tremendo lo que los creadores españoles sabemos hacer, únicamente veo que se experimente en el Institut del Teatre".

Joan Ollé, director del Sitges Festival, traslada el debate al teatro institucional: "Muchos de los montajes que estrenan las alternativas podrían haberse estrenado en un teatro público, lo que demuestra que los programadores de éstas tienen más cojones que un toro, porque con cuatro perras llegan mucho más allá que los teatros públicos. Lo que se ve es que está habiendo un intercambio de papeles cada vez más evidente".

Juan Mayorga, autor de salas alternativas aunque también ha estrenado en el Centro Dramático Nacional, cree que "está claro que hay un pasadizo entre el teatro oficial y estas salas. Pero en contra de lo que algunos dicen, estas salas no son un teatro de segunda división, sino un espacio en el que hay una clara vocación por hacer un teatro que yo llamo Arte. Como dramaturgo, constato que mi trabajo depende de estas salas, pero no por voluntad de estar en ese gueto, sino porque ningún empresario privado me llama y porque el teatro público lo hace de forma anecdótica. Por eso, para seguir en contacto con mi público necesito de la supervivencias de las salas"

El dedo en la llaga lo pone Javier García Yagöe, director de la sala Cuarta Pared de Madrid: "El gran reto es cómo seguir insistiendo por el camino del riesgo y la innovación cuando seguimos trabajando en unas condiciones mínimas. Autofinanciarnos es difícil porque nuestros aforos son pequeños y estrenar autores desconocidos es complicado. Por eso, necesitamos de las subvenciones, al igual que el CSIC funciona con presupuestos del Estado para investigar. Por el contrario, lo que sufrimos es un permanente cuestionamiento a nuestro trabajo".