Teatro

El arte de recitar

Golpe a golpe, verso a verso

7 junio, 2000 02:00
Pedro Casablanc
La dama duende.
Dirección: José Luis Alonso de Santos.

Mi experiencia en el teatro de verso se ciñe a algunos montajes anteriores, especialmente un Lope de Vega dirigido por Emilio Gutiérrez Caba, y a mi experiencia en el teatro La Abadía, aunque allí nunca hicimos teatro en verso. La gran dificultad que encuentro es la de llegar al público con un código de comunicación del siglo XVII en una época presidida por internet y la tecnología. Además, hoy no hay ningún estilo ni tradición a seguir. Marsillach lo intentó pero sin resultados. Por eso creo que el actor de hoy no tiene donde agarrarse y cada uno hace lo que puede. A mí, para La dama duende, me ha servido mi experiencia y la inestimable ayuda de Vicente Fuentes, que sabe cómo tratar un texto poético, pero no creo que exista un estilo común entre todos los intérpretes.


Nuria Gallardo
La vida es sueño.
Dirección: Calixto Bieito.

Provengo de una familia de actores y mis padres, Manuel Gallardo y María Jesús Lara, me enseñaron desde pequeña el amor por el verso. Luego estuve en el laboratorio de William Layton, donde estudié verso con Josefina Molina, y he trabajado con directores como Narros o Plaza en teatro clásico. La pena del teatro en verso es que se ha perdido una tradición, como la que representaba Rodero o Dicenta, y hoy cada uno lo hace como le parece. Marsillach creó una escuela pero finalmente desapareció. Yo creo que hay unas reglas fundamentales que no se pueden saltar, como respetar las pausas versales, los encabalgamientos, la musicalidad y, sobre todo, expresar lo que se quiere decir. En esta producción de La vida es sueño hemos contado con el asesoramiento de Alicia Hermida, pero no es éste el mejor ejemplo para poder hablar del verso porque en él predominan las acciones físicas, la dinámica de la escena por encima de la formalidad del verso.


ángeles Martín
Mañanas de abril y mayo.
Dirección: Miguel Narros.

Me he formado en la RESAD y mis maestros han sido Pepe Monleón y Vicente Fuentes. Pero en España, a diferencia del Reino Unido, apenas se estudia para interpretar en verso. Yo soy una cursillista nata y todo lo que hago se basa en mi experiencia y en el aprendizaje continuo. En Londres hay miles de escuelas y la mayoría de los actores saben decir a Shakespeare con toda naturalidad. A nosotros nos cuesta más bucear en esa naturalidad del verso y no tender al engolamiento. Ni siquiera el espectador está demasiado acostumbrado. Pienso que el verso es como un instrumento musical en tus manos, que te ayuda a encontrar el sentimiento del personaje. Y quizá lo más difícil sea eso, "hacerlo natural, no coloquial ni vulgar", como decía Peter Brook. En España, hoy, ya no existe tradición de declamar, se terminó con la generación de Emilio Gutiérrez Caba o Amparo Baró, pero creo que los jóvenes actores tenemos una gran labor por delante para recuperarlo. Cada uno tiene una manera distinta de interpretarlo, pero cuando estás implicado en una obra tan rica como Mañanas de abril y mayo todos los actores nos unificamos en una sola voz. Miguel Narros es la varita mágica, la batuta que nos afina y nos dirige para ser una gran sinfónica.


Nuria Mencía

No son todos ruiseñores.
Dirección: Eduardo Vasco.

Mi verdadero aprendizaje ha sido el escenario. He tenido la suerte de encontrar a mis maestros en la escena, a Laila Ripoll, con la que trabajé en La dama boba, y con Yolanda Pallín y Eduardo Vasco en No son todos ruiseñores, que me han dado caña y me han enseñado cómo decirlo, cómo respetar la sinalefa, pero la mayoría tiene que buscarse la vida para aprenderlo. Creo que la dificultad estriba en hacer el verso tuyo, transmitirlo con veracidad al espectador y para eso tienes que entenderlo desde dentro, desde los sentimientos. Con el verso clásico no puedes improvisar y ahí radica lo complicado. En realidad, no sé si existe una tradición -en Inglaterra hay una buena escuela- sólo sé que me gusta cómo lo hacen Berta Riaza, Adriana Ozores, Carlos Hipólito, interpretan de forma viva, sentida, sin una voz engolada, independientemente de si tienen o no una voz bonita. Esto se ve en No todos son ruiseñores, donde todos tenemos una manera distinta de interpretar el verso, pero nos hemos unido para hacer algo coral.

Laila Ripoll
Los cabellos de Absalón
Dirección: Mariano Llorente.

Creo que decir que todo se aprende en el escenario es una falacia. En mi caso tuve la suerte de conocer a Joaquín Campomanes y a Josefina García Aráez, que es una de las personas que más conocimiento tiene del verso clásico. Pienso que el verso no hay que decirlo como se habla en la calle (esa es la diferencia entre Gran Hermano y el Rey Lear). No se declama ni se dice, se interpreta con verdad y sinceridad. Es, como dice Josefina -ella lo expresa más bonito- conciliar la emoción y la forma. Ahí está la dificultad. Es como interpretar una partitura, porque no es prosa sino que existen normas rítmicas que si no se respetan hacen el texto ininteligible. Hay mucha ignorancia y en esto radica la dificultad. En Inglaterra tienen una gran riqueza técnica y una cultura propia. Pero en España aún estamos muy verdes, arrastramos un gran lastre desde la guerra civil y hemos tipificado la manera de interpretar de una forma obsoleta. No creo que haya distintas maneras de interpretar el verso -ésta es la eterna discusión- sólo pienso que hay que guardar unas reglas.