Image: Hanna Schygulla actúa en Madrid con Brecht...aquí y ahora

Image: Hanna Schygulla actúa en Madrid con "Brecht...aquí y ahora"

Teatro

Hanna Schygulla actúa en Madrid con "Brecht...aquí y ahora"

“Este espectáculo es la huella de Brecht en mi memoria”

25 octubre, 2000 02:00

La personalísima Hanna Schygulla vuelve a Madrid invitada por el Festival de Otoño. Presenta en La Abadía, del 29 de octubre al 1 de noviembre, un recital ideado como un diálogo entre la actriz y Brecht, el poeta que más le ha influido, según dice a EL CULTURAL. La actriz habla también de Fassbinder y de por qué no hace cine y se prodiga en el teatro.

La rotundidad sonora de su apellido se impone a la de Brecht, Weill y Eisler, más alemanes, menos seductores que el polaco Schygulla, que ella misma pronuncia remarcando las vocales. Como si estuviera regodeándose. Pero no se puede privar de ese gozo a alguien que, sin embargo, se muestra tan cercano. Fue musa de Fassbinder, con quien rodó más de veinte películas como Lili Marleen, Berlin Alexanderplatz o Las amargas lágrimas de Petra von Kant. Wenders, Volker Schlündorf, Godard, Saura, Ferreri y Andrzej Wajda son otros de los cineastas con los que ha trabajado. Después de una ausencia de tres años, vuelve a nuestro país gracias al teatro, otro medio al que la Schygulla -que debutó en Antígona de la mano de Fassbinder- se ha consagrado y que la ha consagrado. Cansada de los papeles que le ofrecía el cine, la actriz se sube al escenario arropada por un piano y con Brecht en la memoria. Y Fassbinder, como telón de fondo.

-¿Qué hay bajo un título tan rotundo como Brecht... aquí y ahora?
-La obra es un diálogo entre una actriz y el propio Bertolt Brecht, aunque también se podría tomar como la relación entre una marioneta con vida propia, en este caso yo misma, y el marionetista, Brecht. Porque en Brecht... aquí y ahora no me limito a presentar los textos del dramaturgo con la música de Weill y Eisler, sino que explico lo que ellos han significado para mí y mi generación.

Actualidad de Brecht

-¿Y qué es lo que les aportó?
-él nos dió la visión de una sociedad que nos manipula, una visión que sigue vigente en nuestros días. Por un lado somos manipulados, pero por otro somos hermanos cuya fraternidad nos une frente a eso. Reivindico la fraternidad y la solidaridad, aunque parezcan palabras que ya no están de moda. Está claro que todavía siguen existiendo dos categorías de personas: los que tienen y los que no tienen nada, que son cada vez más numerosos. Y es curioso que ideas que Brecht sostuvo, como que el capitalismo había vencido, han sido retomadas otra vez. él hacía una burla a esa realidad, ofrecía una visión de un mundo de amistad que debe recuperarse hoy. Cuestionaba la realidad, se hacía preguntas porque no hay que tener miedo a las respuestas, decía Brecht. Esa es una forma de ver la crueldad de este mundo y de buscar sus causas y efectos.

-¿Cómo surgió el espectáculo?
-Fue una propuesta de la Cité de la Musique de París, con motivo del centenario de Kurt Weill. Me propusieron hacer algo y yo simplemente no quise hacer el típico espectáculo de una actriz que sale al escenario con un piano y canta esas canciones. Conocía bien la música de Weill y Eisler, los textos de Brecht y quería aprovechar ese conocimiento para hacer algo muy personal.

-Sin embargo la idea de este espectáculo no partió de usted.
-Cierto, pero he convertido la propuesta inicial en una obra distinta totalmente y, en ese sentido, totalmente personalizada. Quería mostrar que lo que aprendimos con esas canciones no son sólo pedazos de frases, sino que contienen un saber que nos puede ayudar a vivir, a despertarnos. Y también quería mostrar cómo y cuándo se produjo eso en mí. Este espectáculo es el reflejo de Bertolt Brecht en el espejo de mi memoria, y por tanto, un Brecht personalizado. Es una mezcla, un diálogo con un poeta ausente al que mantengo presente dentro de mí.

-Usted no sólo actúa sino que dirige la obra. En un montaje en el que la implicación emocional es tan fuerte ¿cómo ha canalizado todas esas emociones para que le lleguen al espectador?
-Mediante los textos, en lo que digo, en cómo lo digo y en la puesta en escena. Por eso he tomado como inspiración el teatro de marionetas, con todo el encanto y el espanto que contiene la marioneta. Esa es la gran metáfora que resume el montaje. Se utilizan vestidos de distintos tamaños, grandes, medianos, pequeños que representan cosas muy distintas y que ofrecen ópticas diferentes. Hay trajes de obreros, o de lentejuelas, que hacen referencia a la mujer, a la seducción, a las fiestas y su diversión... Y por supuesto está el cuero, que unas veces puede aludir a Brecht, otras a Fassbinder...

Canciones impactantes

-¿Ha seleccionado usted los textos de las canciones?
-Sí. Y lo he hecho siguiendo las huellas de mi memoria. En qué momento esa canción de Brecht me impactó y por qué. Yo no soy sólo una boca, no digo, sino que expreso.

-Entonces se puede hablar de dos niveles textuales.
-Exactamente.

La canción de Mackie Messer, Surabaya Johnny, La canción de Bilbao, El tango de los marineros, La canción de Nanna o la de Barbara son algunos de los temas creados por Weill, Brecht y Eisler para sacudir las conciencias bienpensantes de la Alemania de entreguerras y del emergente cabaret. Las mismas que Schygulla recupera para este recital.

-¿Hay alguna canción que para usted tenga un mayor significado?
-Todas son importantes para mí, todas dicen algo, como por ejemplo La canción de Mackie Messer, que es una parábola muy actual de la sociedad, de los tiburones que hay en ella y de los peces pequeños. Brecht es el poeta que más ha influido en mí. Hay muchos pedazos de él en mí. Aportó una visión tan lúcida de lo que pasa en el mundo... Y, por supuesto, Fassbinder fue un postbrechtiano.

-Usted ya estuvo hace tres años en el Festival de Otoño de Madrid con un recital cantado sobre textos de Heiner Möller, Baudelaire, Peter Handke, Fassbinder y Carrière. ¿Brecht... aquí y ahora mantiene ese mismo estilo?
-No, no se parecen. El otro estaba hecho con nada. Aquí sí hay elementos escénicos, aunque no demasiados. Además, en Brecht ... aquí y ahora hay textos escritos por mí, algo que no sucedía en el otro espectáculo.

-¿Cómo se ha enfrentado a la parte cantada de este montaje?
-No ha sido difícil porque yo canto desde los veinte años. En ese sentido, no ha sido un reto especial o algo novedoso para mí.

-Hace años que no trabaja en cine. ¿El teatro tiene acaparada toda su atención o ha perdido el interés por la gran pantalla?
-El problema es que no encuentro un proyecto de cine que me vaya. Para que volviera al cine tendría que ser algo en el que pueda aportar todo lo que soy capaz de dar. No quiero interpretar a mujeres glamourosas. Quiero papeles importantes, pero no de ese tipo. Un buen director debería aprovechar mi edad actual y las distintas edades comprendidas en mí. En el teatro no tengo que depender de nadie, yo sola puedo crear.

Su relación con Reiner Weiner Fassbinder nace entre las cuatro paredes de un teatro. O más bien, entre las de un aula, durante un curso de arte dramático en Munich, donde se conocen. Era el año 66. Así comienza una fructífera colaboración profesional, primero teatral -con el Action Theater- y después cinematográfica, a la que no pusieron fin los otros proyectos de Schygulla -con la que dejará de trabajar del año 72 al 79-, sino la muerte del director.

Ruptura con lo clásico

-En el 67 formó parte junto a Fassbinder del Action Theater. ¿Qué pretendieron con aquel movimiento?
-Huíamos del teatro tradicional, clásico. Hacíamos un teatro político y los actores no eran nada pretenciosos. Tenía algo de extraño. Era anti muchas cosas. Hicimos teatro como se hace cine, sin proyectar el lenguaje del teatro.

-¿Tendría sentido retomarlo ahora?
-Personalmente para mí no. Sin embargo, ahora me llegan cosas de jóvenes que investigan un tipo de teatro que mezcla la artificiosidad del espectáculo con el realismo del cine. Eso es lo que hicimos nosotros y creo que en Alemania, por ejemplo, hay grupos que siguen esa línea.

-Con Fassbinder compartió una intensa carrera profesional, rodó 20 películas en apenas once años. ¿Cómo era trabajar con él?
-Fassbinder era muy rápido. Tenía mucha poesía. Hacíamos las cosas con la tensión de quien sabe que no íbamos a volver a repetir esa gran experiencia.

-¿Qué hay de Brecht en Fassbinder?
-De Brecht ha heredado su gusto por la contradicción, por decir cosas diversas, por enfrentar ideas, y que, no obstante, no están en pugna. Fassbinder está presente en mí. Siempre. No hay recital en el que no me acuerde de él. Y en Brecht... aquí y ahora por supuesto que está.

Hanna Schygulla nació en Katowice (Polonia) en 1945, aunque pronto se trasladó a Munich con su familia. En París trabajó como au-pair hasta que regresa a Munich, donde ingresa en la Universidad para estudiar literatura, era el año 66. La casualidad y la curiosidad le impulsan a matricularse paralelamente en arte dramático, donde conoce a Fassbinder. Durante unos ensayos, Schygulla abandona inesperadamente las clases. Fassbinder también lo haría poco después. Ambos coincidieron un año más tarde en el grupo underground Action Theatre. Ese fue el inicio de una estrecha colaboración que se interrumpe en 1972. En 1978, vuelven a trabajar juntos en El matrimonio de Maria Braun. Pero no es hasta la década de los 80 cuando su carrera alcanza proyección internacional.