Image: España: los años sombríos

Image: España: los años sombríos

Teatro

España: los años sombríos

La censura en el teatro

8 noviembre, 2000 01:00

La censura es uno de los soportes de los regímenes totalitarios. Pero los censores ¿Por qué lo son? Interrogados algunos cuando llegó la democracia, las respuestas fueron varias: sobresueldo a un salario de penuria, o sentido de la moral; e, incluso, amor a la libertad: ocupaban un lugar en el que otros habrían puesto más saña e intransigencia. Al ser el teatro un arte de comunicación inmediata, la censura extremó sus precauciones. Tras los trámites burocráticos había un ensayo especial, el último y definitivo, en el que el censor autorizaba o no la función. Caso ominoso hubo como el de Historia de unos cuantos, de Rodríguez Méndez, dirigida por García Moreno. El censor sentenció: "hermoso espectáculo, pero no lo puedo autorizar", medió el Director General de Teatro Mario Antolín, que asumió responsabilidades con una condición: que no apareciera la bandera republicana; la obra transcurría el 14 de abril de 1931.

La identidad de los censores ha estado siempre blindada. No hace mucho José María García Escudero, codificador en 1963 de los criterios censoriales declaró : "tan obsesivo y pernicioso es el que ahora destapa, como el que antes tapó". Pero él mismo dio nombres y con profusión. Lo mismo que Amilibia los había dado en Pueblo años antes; o la revista Pipirijaina, que en julio del 78 publicó una lista de censores que compatibilizaban ese ejercicio con la crítica, la autoría o la dirección. Si del campo escénico alguien quiere pasarse al general puede consultar los libros Literatura fascista en España, de Rodríguez Puértolas, Los intelectuales bonitos, de Amando de Miguel o Censura y creación en España, de José Abellán.

Hasta el 63 los censores actuaban por intuición medioambiental. La anarquía censorial podía cargarse sin más Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre, dirigida por Gustavo Pérez Puig en el 53. Fue tal el éxito que, tras dos únicas representaciones en el María Guerrero, se pensó que sustituyera a El Jefe, de Calvo Sotelo, que iba de capa caída. Alguien acusó a la obra de Sastre de antimilitarista y se dio carpetazo a la sustitución. La censura tenía este tipo de apoyos logísticos. Por ejemplo, cuando un empleado del Cómico reconvino a un grupo que estaba reventando los Los inocentes de la Moncloa, éstos le enseñaron los carnés de policías. En el 74 José Luis Gómez puso en el Lara La resistible ascensión de Arturo Ui y fueron los guerrilleros de Cristo Rey los que tomaron cartas en el asunto. A veces se dio el caso insólito de que un autor impusiera la suspensión: Peter Weiss con Marat-Sade, que había adaptado Alfonso Sastre bajo el seudónimo de Salvador Moreno Zarza. Sastre había empezado hacía tiempo su calvario. Alguien le dijo a Valls que en España se fusilaba por las calles y las plazas y quitó el permiso. Cuando se convenció de que si se fusilaba no era tan al descubierto, rectificó y volvió a autorizarla; entonces Fraga dijo que nones. Puede que Sastre sea el autor más censurado, junto a Arrabal. Estableció la teoría del teatro imposible y, obra tras obra, los censores se la han ido corroborando con auténtico entusiasmo. Del 69 al 76 las obras de Arrabal ni siquiera se admitían a trámite. En el 76 se le prohíbe El arquitecto y el emperador de Asiria, y se le incluye en la lista de seis nombres que no pueden regresar a España: la Pasionaria, Alberti, Carrillo, Lister, El Campesino y... Arrabal.

Albert Boadella, y su grupo Els Joglars, tampoco escaparon a los conflictos con la autoridad. Puede alardear de ser el único autor español encarcelado en democracia, a causa de La torna. Y de haberse escapado de la cárcel en una rocambolesca huída.

Un censor de TVE llamado Francisco Ortiz Muñoz la había tomado con los finales de beso intenso. Hasta que Pérez Puig, sobre el hecho real del matrimonio de María Luisa Merlo y Carlos Larrañaga, montó para la ficción la teoría del beso conyugal. El hombre tragó, mas su aversión a los besos motivó que un día el genial Tip lo abrazara y osculeara, fingiendo confundirle con un primo lejano. La cólera de Ortiz Muñoz fue homérica, y aumentó cuando al encontrarse otra vez con Tip éste se lanzó de nuevo al besuqueo gritando: "querido primo hace poco he visto a un señor tan igualito a ti que lo confundí contigo". Este Ortiz fue el mismo que muerto Franco presentó a Pérez Puig un escrito en defensa de la libertad de expresión. Pérez Puig lo mandó a la mierda.

A Tamayo le hicieron un centenar de cortes en Divinas palabras, y algunos menos en Luces de Bohemia. Cuando en democracia, Lluís Pasqual montó ésta, Tamayo -con fama de haber toreado hábilmente a los censores, como Alonso Millán en temas de alta temperatura erótica- preguntó si era censura o criterio personal la desaparición de la siguente frase: "¿Y el príncipe?. Un babieca, como todos los príncipes". Que las alusiones dinásticas se refieran a reinados de otros tiempos, no quitaba gravedad a la cosa. Por ejemplo, en el 78 hubo presiones para que el CDN no se inaugurara con Noche de Guerra en el Museo del Prado pues iban a asistir los Reyes de España y sonaba mal que, refiriéndose a Carlos IV, alguien gritara: "Muera el Rey de las Españas y la gran puta". Tanto Marsillach como Salvat y Alberti aceptaron ciertas sugerencias.

El Lliure en cambio se rompió y extinguió en 1980 porque una parte no aceptó sustituir Concilio de amor, de Oscar Panizza, por un texto de Molière que les aseguraba la subvención.

Tampoco el teatro universitario se veía libre de la plaga. En el certamen nacional de Sevilla del 64, a Hormigón le prohibieron Las Galas del difunto y La hija del capitán. Según testimonio de un miembro del jurado, Alberto de la Hera, la orden la dio el capitán general. Una tesis de Berta Muñoz, dirigida por ángel Berenguer, estima que no se libró de las tachaduras ningún texto, eso alcanzó, incluso a Buero Vallejo, que metía señuelos y cebos en sus obras para que la censura sólo se fijara en lo evidente. La camisa, de Lauro Olmo, se prohíbe en el 60 y se autoriza en el 62. Y a Aventura en lo gris, de Buero, se le niega el plácet en el 54 y se le otorga en el 63. Un informe, sin embargo, dice: "carece de sentido religioso y no ofrece peligro político". Berta Muñoz estudia sólo veinte autores, entre ellos Miras, Romero Esteo, Fermín Cabal, Alonso de Santos, Jesús Campos, Nieva... Autores había que reaccionaban irónicamente ante las prohibiciones. Jesús Campos, por ejemplo, que tras la prohibición de Furor, escribió Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura.