Image: La perversa censura de las tablas

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Teatro

La perversa censura de las tablas

Inglaterra abre sus archivos secretos

8 noviembre, 2000 01:00

Hasta en el país que más se vanagloria de contar con la democracia más antigua se ha ejercido la censura. Así se pone de manifiesto en Politics, Prudery and Perversion - The Censorship of the English Stage 1901-1968, (Política, gazmoñería y perversión - La censura en la escena inglesa 1901-1968), obra de Nicholas de Jongh que acaba de aparecer en el Reino Unido. Por primera vez, su autor ha tenido acceso a los archivos privados de Lord Chamberlain, la figura que encabezaba la censura del teatro británico, para desvelar los criterios que regían los escenarios hasta 1968. En España, y bien entrada la democracia, también el yugo mutilador actuó sin piedad, según recuerda Javier Villán.

Si bien en España poco nos sorprende saber que cualquier manifestación artística estuvo sometida a las garras de la censura durante hasta algo después de la dictadura franquista, una cuestión diferente es descubrir el grado de censura y control que sufrieron los escenarios teatrales británicos hasta una fecha tan entrada en el siglo XX como es 1968. Y es que a fin de cuentas, y en lo que se refiere al terreno político, el Reino Unido siempre se ha vanagloriado de contar con la democracia más antigua, además de uno de los sistemas parlamentarios más abiertos y transparentes del mundo. Y sin embargo, tal y como revela el interesantísimo libro recién publicado por la editorial Methuen, Politics, Prudery and Perversion- The censorship of the English stage 1901-1968, obra del crítico de teatro del diario Evening Standard, Nicholas de Jongh, los criterios que regían los escenarios ingleses mucho distaban de esta presunta democracia.

Archivos secretos

Tal y como explica el autor en una entrevista con EL CULTURAL, De Jongh ha sido el primer periodista en tener acceso a los archivos privados de Lord Chamberlain, la figura que encabezaba la censura en el Reino Unido. "La verdad es que los archivos se abrieron en 1991, aunque yo ya estaba interesado desde hacía tiempo. En concreto, había un asistente de Lord Chamberlain, en la última etapa de su existencia, que estaba jubilado y que había abierto los archivos para escribir un libro, me imagino que omitiendo todos los detalles que no quería que el público averiguase sobre las prácticas del departamento. Cuando fui a entrevistarlo, de forma muy generosa, me informó de cuándo los archivos se iban a trasladar a la Biblioteca Británica, para acceso general del público. Y digo que fue muy generoso, porque yo en aquella época trabajaba en The Guardian", asegura De Jongh.

Los orígenes de la figura del Lord Chamberlain datan de 1737, año en que se decretó The Stage Licensing Act, por la cual el texto de cualquier obra que se fuera a representar en los escenarios del Reino Unido tenía que pasar por las manos del Lord Chamberlain, cargo que siempre recaía en manos de un miembro de la alta aristocracia, y por lo tanto cercano a la casa real. Uno de los problemas principales con que se enfrentaban los representantes del mundo del teatro era la imprecisión del texto legal de la mencionada ley, que lo único que especificaba en cuanto a los poderes de Lord Chamberlain era que éste podía prohibir o censurar una obra "tan a menudo como lo creyese necesario". Y por si fuera poco, tampoco existía la posibilidad de apelar la decisión del censor.

El Examinador de Obras

Cada obra de teatro que se quería llevar a los escenarios tenía que ser leída por un Examinador de Obras, de los cuales había dos a partir de 1930 y varios a partir de 1952. El Examinador escribía un resumen en el que subrayaba palabras, frases o escenas que había que suprimir para conseguir la licencia necesaria. En caso de que el Examinador tuviese importantes dudas, pasaba su informe a la oficina del Comptroller o del Assistant Comptroller, antes de ir a parar en última instancia al propio Lord Chamberlain que, en ocasiones muy raras, pasaría la cuestión al monarca, al Primer Ministro, al Arzobispo de Canterbury o a uno de los miembros del gabinete del gobierno.

-Con un marco jurídico tan vago e impreciso, ¿qué criterios aplicaban los miembros de la oficina del Lord Chamberlain?
-Respondían a su propia visión e ideales políticos y sociales. Por ejemplo el Chamberlain de la época victoriana creía en un teatro ejemplar para todas las clases sociales y que diese una versión agradable y bonita de la vida moderna, sin ninguna referencia a la política. Sin embargo, más adelante temas contemporáneos como el aborto, la independencia de la mujer, la homosexualidad, la sexualidad, actos indecentes, emplear un lenguaje vulgar, o desnudos etc... se añadieron a la lista de temas prohibidos.

-¿Qué le ha resultado más interesante de las prácticas del Lord Chamberlain? ¿Qué obras y autores sufrieron mayores mutilaciones?
-La verdad es que aunque ya conocía las prácticas de censura gracias a un libro publicado en los años 60, lo que encontré tan interesante como sorprendente fueron los detalles e información de cómo ésta se llevaba a cabo. La primera cuestión que me sorprendió fue descubrir los innumerables obstáculos que, en 1907, tuvo que superar una nueva versión de Edipo Rey, de Sófocles, porque podía ‘conducir a la corrupción del público’. Otro caso fue descubrir en el informe referente a la obra de Strindberg, La señorita Julia, que habían prohibido en 1952 porque existían demasiados problemas con el servicio doméstico en aquel momento. En otras palabras, obras que amenazaban la estabilidad de clase y rango tenían que ser censuradas. También consideraron que la obra El Vórtice, de Nüel Coward, era peligrosa porque animaba al odio entre clases y exponía los vicios y debilidades de las clases altas, además de tildarlas de ridículas. Podría continuar con una lista infinita de estos ejemplos sorprendentes de obras tan cruciales y clásicas que sufrieron censura, como La profesión de Mrs Warren, de Bernard Shaw; Los espectros, de Ibsen; Seis personajes en busca de autor, de Pirandello; El poder de las tinieblas, de Lev Nikolaievich Tolstoi, etc. Otro aspecto que me llamó la atención al leer los archivos de los años 50 y 60 fue ver lo ignorantes que eran los miembros de la oficina de Lord Chamberlain.

Hecha la ley, hecha ...

-La respuesta de los censurados siempre ha sido la de intentar encontrar vías de escapatoria y burlar este control de una manera más o menos sutil. Pero, ¿qué épocas fueron las más perseguidas por la censura y que autores tuvieron que avivar más su imaginación?
-Contrariamente a lo que puede parecer, la figura del Lord Chamberlain encontró una oposición en los círculos teatrales de la época final victoriana y principio del periodo eduardiano que le siguió, mucho más profunda que la de sus colegas del siglo XX. Y es que hay que tener en cuenta que las dos primeras etapas mencionadas contaban con algunos personajes muy activos y grandes agitadores como Bernard Shaw, Granville-Barker, el movimiento de las sufragistas, los sindicatos, era un periodo bastante radical. En cambio después de la Primera Guerra Mundial, a pesar de que se introdujeron ciertos valores más liberales entre los sectores ingleses, especialmente los bohemios y socialistas, los sectores que controlaban los escenarios del país eran muy conservadores, por lo menos en lo que se refiere hasta 1950.

Osborne, figura clave

Con la llegada de la generación de los jóvenes airados se inició el camino irreversible hacia el final de tan nefasta y contraproducente figura para el teatro. Y especialmente la llegada de la obra de John Osborne, A Patriot for me, en 1965, contribuyó indiscutiblemente a ello. La batalla sobre los derechos de poder representar la homosexualidad en los escenarios teatrales se recrudeció con la obviedad de que el tipo de obstáculos que lo impedía eran demasiado obsoletos y reaccionarios para ser acceptados por el gobierno laborista. El primer gran enfrentamiento entre gobierno y Chamberlain, tuvo lugar cuando este último intentó enjuiciar al Royal Court Theatre, que con tal de burlar la censura y poder representar la obra de Osborne, se transformó en un teatro sólo para socios. La negativa del gobierno a dar el visto bueno a la petición del Lord Chamberlain, puso en evidencia la credibilidad del censor.

Esta persecución contra la obra de Osborne se mantuvo incluso cuando en 1966 Laurence Olivier intentó ponerla en escena en el National Theatre, del que era primer director. En contraste, en ese mismo año, la obra de Frank Marcus, The Killing of Sister George, cuyas protagonistas eran lesbianas, consiguió la aprobación, abriendo una brecha para que en 1967 se llevase a los escenarios la primera obra de referencias homosexuales, Fortune and Men’s Eyes, de John Herbert, pocos meses antes de la desaparición de Lord Chamberlain.