Image: Conversaciones quijotescas

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Teatro

Conversaciones quijotescas

Bambalina Titelles lleva al teatro la abadía la obra de Cervantes

13 diciembre, 2000 01:00

La compañía Bambalina Titelles, bajo la dirección de Carles Alfaro, estrena hoy en Madrid un Quijote esencial e intimista. Una arriesgada propuesta de títeres y manipuladores que hurga en el complicado mundo de la locura y la cordura, de la esquizofrenia, que investiga en torno a la relación de Quijote y Sancho. El teatro La Abadía acoge este espectáculo para adultos hasta el próximo 7 de enero.

Dos actores/dos manipuladores, dos títeres, dieciséis velas y algún que otro libro son todos los elementos que han necesitado Jaume Policarpo (realizador del guión escénico) y Carles Alfaro (director del espectáculo) para subir una vez más a las tablas el Quijote cervantino. Una obra que ha unido por vez primera a la compañía Bambalina Titelles (Valencia, 1981) -un grupo con vocación de títeres- y a Carles Alfaro (Valencia, 1960) -fundador y director artístico de Moma Teatre y responsable de la sala valenciana Espai Moma-, que nunca antes se había enfrentado a un espectáculo con marionetas.

Aunque se estrena ahora en Madrid, este Quijote ha pasado ya por muchas plazas. Desde que nació en 1991 ha estado en los festivales de títeres de Tárrega, Logroño, Vigo, Granada, Edimburgo, Bucarés, París, La Habana... En Rumanía ganó el premio al mejor espectáculo y en Cuba la mención de honor. Allí donde se ha representado ha funcionado muy bien y no es de extrañar que La Abadía lo haya incluido este invierno en su cartelera: "Creo que es un montaje que va mucho con la línea de programación de José Luis Gómez, en el sentido de que es una obra de investigación, con vocación vanguardista", comenta Jaume Policarpo, miembro fundador de Bambalina Titelles y director artístico de la compañía desde 1990.

Relación actor-títere

Sin duda lo que más sorprende de este montaje es la relación que se establece entre manipulador y títere, una relación que enlaza con el mundo de la locura, de la esquizofrenia, del hidalgo don Quijote, al cabo. "Nuestro montaje quiere recrear este ambiente distorsionado, mental, que es el mundo más íntimo del personaje del Quijote y que conecta directamente con la locura. ésta es nuestra gran aportación al texto de Cervantes", dice Policarpo. Por otro lado, esta interpretación del clásico hace que los dos personajes, Quijote y Sancho, se acerquen más al público, sean más accesibles, ya que el espectador los contempla dentro de su mundo, de su locura, les observa conversar con su otro yo, con ellos mismos y entre sí. "Hay algo perverso en la relación títere/manipulador -asegura Carles Alfaro-, sobre todo cuando hablan, cuando el yo real se dirige al yo imaginario".

Escenario vestido de negro

Alfaro, para quien ésta ha sido la primera y única vez que ha dirigido un espectáculo de títeres, cuenta que se sorprendió cuando Bambalina Titelles le eligió a él (desconocedor hasta el momento de este tipo de teatro) para dirigir este Quijote, un montaje que, además, supuso la consolidación de la línea de títeres para adultos de la compañía valenciana. Un paso importante para ambos. "Hay muchas técnicas dentro de los títeres, pero Bambalina tenía muy claro lo que quería: un escenario oscuro, con poca iluminación y los manipuladores completamente vestidos de negro, encapuchados, invisibles para el espectador", comenta el director. Pero Alfaro se sorprendió tanto del papel que representaban los manipuladores (Jaume Policarpo y David Durán) en los ensayos que les destapó la cara y las manos, de modo que se ha convertido también en actores visibles, en personajes completos y es aquí cuando surge esta extraña y loca relación entre marioneta y hombre. "Los rostros de los dos intérpretes son lo más interesante de sus actuaciones", asegura Alfaro.

Al hacerse cargo de la dramaturgia de esta obra, Carles Alfaro tuvo muy en cuenta la relación más íntima entre Sancho y Quijote: "Sus características más humanas, su psicología, la dependencia o no el uno del otro", describe. Y hacia este intimismo se dirige también la escenografía, o mejor, la ausencia de ésta. Un escenario vestido de negro, una mesa a modo de altar de 3 metros de largo, 16 velones a cada lado y dos pequeñas lámparas como toda iluminación, son todos los adornos de este Quijote esencial y sutil. "Lo importante es que la gente pueda recibir las emociones, los reproches, los complejos y las traiciones de los títeres. Nuestro mayor reto es que la marioneta se haga humana. Si volviera a dirigir un espectáculo de este tipo, me centraría en la investigación de cómo algo inanimado cobra vida en el escenario, tanto si es un muñeco como si es un objeto, una caja, por ejemplo. Este descubrimiento es para mí lo mejor de la experiencia", comenta Alfaro.

Al margen de los protagonistas, el resto de los personajes de la obra se le aparecen al espectador en forma de objetos (como los libros) o voces que provienen de los mismos manipuladores. De modo que Quijote y Sancho no están solos, aunque sus compañeros en esta aventura están en un segundo plano, ajenos a los dos personajes centrales.

Una obra sencilla

A pesar de las dificultades que parece entrañar la comprensión de esta doble realidad, Policarpo deja claro que "es una obra fácil de entender, sencilla. No hemos querido hacer algo elitista". Eso sí, ante la inevitable pregunta que surge alrededor de este tipo de propuestas, sobre si se trata de un espectáculo infantil o para adultos, esta vez no hay duda. Este Quijote, que nada tiene que ver con la cachiporra, es para mayores de 18 años; y no sólo eso, Bambalina Titelles y Carles Alfaro acercan a Madrid un montaje para amantes de la investigación y de la experimentación teatral.