Image: Ignacio Amestoy estrena “Cierra bien la puerta”

Image: Ignacio Amestoy estrena “Cierra bien la puerta”

Teatro

Ignacio Amestoy estrena “Cierra bien la puerta”

Nada bajo los adoquines

20 diciembre, 2000 01:00

Varias generaciones sobre el escenario y tres mentalidades en liza. Este es el arranque de Cierra bien la puerta, un montaje dirigido por Francisco Vidal y protagonizado por Beatriz Carvajal que se estrena el viernes en el Teatro Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes. El autor, Ignacio Amestoy, escribe para EL CULTURAL sobre unos personajes en permanente conflicto.

Cierra bien la puerta, que se subtitula "crónica de mujeres", es una comedia dramática. Sobre la escena, tres mujeres. Una veterana periodista de rompe y rasga. Su hija, una joven economista, con muchos "master" y sin trabajo. Y la Tata, que las ha criado a las dos y observa la realidad con indulgencia.

Entre la madre y la hija, un conflicto que nos divierte. Nos divierte, como nos divierte la vida. Porque nos divierte que una madre "sesentayochista" que, aparentemente, nunca se ha preocupado por su hija, se sorprenda de que su encantadora criatura quiera hacer lo que ella siempre hizo: lo que le dio la gana.

Francisco Vidal dirige la obra. él y yo fuimos condiscípulos en el Teatro Estudio de Madrid (TEM), de William Layton, Miguel Narros y Maruja López. Los dos aprendimos allí lo que el conflicto -el "agón" de los griegos- representa para el teatro. Los dos aprendimos que sin conflicto no hay teatro.

Aprendimos también que el conflicto estalla entre un protagonista y un antagonista. Es decir, que no hay teatro sin unos personajes que tienen un conflicto. Y que los actores -¡los sacerdotes del teatro!- son los que dan su cuerpo, y hasta el alma, para que esos personajes vivan su pasión ante los espectadores. Ortega y Gasset -también Layton- agregaría que, además, esos actores nos tiene que divertir, "di-vertir".

A Francisco Vidal y a mí, como a nuestros maestros, nos interesa ese teatro, creemos que ese es el Teatro. He ahí "el canon" del teatro. Todo lo demás -Cervantes bien lo sabía- no son más que estériles variantes del Retablo de las maravillas, que hoy proliferan en artes y letras, de la mano de tan buenos mercaderes como lo fueron Chirinos y Chanfalla.

Con unas actrices -unas sacerdotisas, insisto- viviendo un conflicto que nos divierte, Cierra bien la puerta quiere ser la "crónica" de nuestra realidad. Crónica de mujeres, decíamos. Crónica de una generación que olvidó las utopías. Crónica de otra generación, la siguiente, muy preparada, pero que no ve una salida luminosa en la sociedad que les hemos hecho sus mayores.

Francisco Vidal y yo dejamos atrás nuestro "compromiso histórico" de Violetas para un Borbón -que obtuvo el Premio Celestina de la Prensa y la Crítica-, nuestro anterior montaje -inicio de una saga que pronto tendrá continuidad, para fijarnos en lo cotidiano. Y no confundir la cotidianidad con el "cutrecasposismo" combatido por mi querido íñigo Ramírez de Haro en estas páginas. Juan José Alfonso y Fila Siete, productores entonces y ahora, están con nosotros en ese intento.

Hablábamos de teatro de actores. Y Cierra bien la puerta viene encabezada por una soberbia actriz, Beatriz Carvajal. El que escribe, de su misma generación -esa del 68- fue regidor suyo en aquellos recordados "Estudio 1" de televisión. Los dos comenzábamos en esto del teatro.

Beatriz Carvajal es Rosa en Cierra bien la puerta, la periodista y madre, o viceversa. Rosa necesitaba una actriz de amplio riesgo, capaz de incorporar a una profesional de este tiempo. Un tiempo en el que el hombre continúa siendo lobo para el hombre..., pero sobre todo para la mujer. Una actriz corajuda, que nos llevara de la intriga a la emoción, de la ironía a la mordacidad, de la risa al llanto.

Esa actriz es Beatriz Carvajal. Ella, como otras grandes actrices triunfadoras en el mundo audiovisual -Vanessa Redgrave, Katheleen Turner o Jessica Lange-, no abandona el escenario. En la pasada temporada hizo Misery, por la que recibió el Premio Fotogramas como mejor actriz de Teatro del año 2000. Ensayando Cierra bien la puerta me ha confirmado algo que supimos en aquellos años finales de los sesenta: si había una actriz capaz de abarcar desde lo cómico hasta lo dramático, esa es Beatriz Carvajal. Nuestra Shirley MacLaine.

A su lado está Elisenda Ribas, musa del teatro catalán, en los tiempos de la "gauche divine", en los montajes de Ricard Salvat. Elisenda es la Tata, esa conciencia que ha visto pasar el tiempo, los éxitos y los fracasos.
Y Ainhoa Amestoy, que es Ana, la joven de hoy. Ainhoa, tras El sí de las niñas -premiada con el Ercilla Revelación- y La visita de la vieja dama, aborda, de la mano de Vidal, maestro suyo en el Laboratorio Layton, el reto de, con la colaboración de Elisenda-Tata, "enfrentarse" a la Carvajal-Rosa.

No es sencillo el personaje de Beatriz Carvajal. Rosa es una periodista destacada. Ha luchado en estos últimos treinta años para tener un lugar en una profesión en la que la mujer no existía. Los antecedentes femeninos en nuestro periodismo se pueden contar con los dedos de una mano.

Josefina Carabias queda en lontananza, como una auténtica pionera, lo que no quiere decir que no lo hayan sido las periodistas que conforman ese plantel de la generación de nuestra Rosa: desde Carmen Rico-Godoy -por cierto, hija de Josefina- hasta Victoria Prego, pasando por Maruja Torres. O Carmen Rigalt, Rosa Montero, Blanca Berasátegui, Juby Bustamante, Carmen Sarmiento, Rosa Pereda, Pilar Urbano, Pilar Cernuda y un largo etcétera. Mayores que ellas, Lola Aguado, Eugenia Serrano, María Pura Ramos, Raquel Heredia o Carmen Debén. Más jóvenes Isabel San Sebastián o Carmen Gurruchaga.

Ana, la hija, ha visto en sus 24 años ese universo como el de "la guerra de mamá", algo tan lejano como Franco, que ya había muerto cuando ella nació. Ana, de cualquier forma, no ha sido insensible a su contemporaneidad. Ha visto a su madre hacer periodismo en una sociedad democrática y corrupta. Recuerda vagamente la caída del Muro. Sí tiene viva la imagen de Aznar ganando las elecciones del 96. Ella estaba entonces haciendo Empresariales y su madre le empezaba a prestar un poco más de atención.

La Tata, con sus años de experiencia, nunca se ha extrañado de la diferente manera de afrontar la vida por la una y la otra. Rosa, la madre, ha sido un terremoto. Ana, la hija, la lucidez personificada. Estos son los personajes de Rosa, Ana y la Tata, que ponen en pie Beatriz Carvajal, Ainhoa Amestoy y Elisenda Ribas, bajo la meticulosa y desenvuelta dirección de Francisco Vidal. Sus armas son el genio, la gracia y la ternura. Son como somos. ¡Qué le vamos a hacer!

Me he reído y me he conmovido en los ensayos de Cierra bien la puerta. Es decir, me he divertido. Me he "di-vertido" en otro para contemplar, no como autor, sino como espectador, de qué prodigiosa manera Beatriz me dice que su personaje, Rosa, y los de su generación, no lo hemos hecho del todo mal... Y como Ainhoa me muestra a Ana descubriendo que "debajo de los adoquines nunca estará la playa"... ¡Aquella playa! ¿Cerramos bien la puerta?

Ignacio Amestoy (Bilbao, 1947) pertenece a la generación de autores que comenzaron a estrenar durante la Transición. En 1982 recibe el Premio Villa de Madrid de Teatro Lope de Vega por Ederra, estrenada en el Teatro Español por Miguel Narros, un montaje por el que la Real Academia Española le concedió el Premio Espinosa y Cortina. Ha estrenado también, no sin polémica, obras como Doña Elvira, imagínate Euskadi o Pasionaria. ¡No pasarán! Su último texto estrenado ha sido Violetas para un Borbón, también dirigido por Francisco Vidal. Ha sido director del Centro Cultural de la Villa de Madrid y del Festival de Otoño. Actualmente es profesor titular de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, de la que es Vicedirector.