Image: Niños de guante blanco

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Teatro

Niños de guante blanco

La sala Pradillo acoge el Festival de Títeres

27 diciembre, 2000 01:00

La bailarina María Giménez ha superado la fiebre del Premio Nacional de 1998 y se ha puesto a trabajar. El resultado es En blanco y negro, un montaje integral donde se fusionan ritmos y danzas de ambos lados del Atlántico, desde el flamenco hasta el son pasando por los movimientos neoclásicos. Mañana se estrena en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas.

Los títeres, como el turrón, vuelven a casa-mejor, al teatro- por navidad. Con la ventaja de no empalagar, no engordar y además alimentar el humor y la inteligencia del público infantil. Los teatros y, sobre todo, las salas alternativas y centros culturales recuperan el teatro para niños, generalmente olvidado durante el resto del año. Buena prueba de ello es este Festival Navideño de títeres de la Pradillo en el que las compañías Tropos y La Tartana Teatro reinventan cuentos y hacen una lectura nueva de obras clásicas de la literatura infantil.

No son tontos

El sastrecillo valiente -hoy, el 29, 30 de diciembre, 3 y 4 de enero-, Los Tres cerditos- hoy, 29, 30, 3 y 4 de enero-, El bosque de Tantatroc -28, 29 y 2 de enero-, y La pequeña historia de la vieja señorita Ofelia -hoy, mañana y el 30 de diciembre, 2, 3 y 4 de enero- son los montajes con los que estas compañías demuestran que el teatro infantil está muy lejos de ser simple y aburrido. "Los niños no son tontos y por lo tanto tienen, en su medida, cierto criterio. Además tienen mucha lógica y eso es un reto para nosotros, los creadores", explica Guillermo Gil, autor y fundador de la compañía Tropos.

Hasta veintidós muñecos en escena -en el caso de El sastrecillo valiente- y todo un despliegue de técnicas y muñecos de guiñol muestran el lado profesional de un género a veces denostado. Títeres de mesa que sacan al manipulador a escena; títeres planos, de guante, muppets de bocas expresivas o puppies de hilos y varillas pueden resultar el mejor elenco cuando se trata de hacer reír a los niños. Y también a los adultos. Porque aunque la televisión haya descubierto al público adulto la cara más dura y corrosiva de los títeres y los guiñoles, el teatro, puede ofrecer, además, la más dulce, la más inocente.
Entonces, ¿por qué ese olvido hacia el teatro infantil? "No se aprecia en su justa medida -dice Gil-, hay un descuido hacia este género. Se tiende siempre al mercado de adultos, incluso en cine, donde a las producciones infantiles no se presta atención si no van firmadas por la factoría Walt Disney". Pero, a pesar de este descuido de mercado, el nivel de los montajes mantiene equilibrada una balanza que hace aguas por la cantidad pero no por la calidad.

"Se hace poco teatro para niños pero el que se hace es muy bueno. De hecho es posible la experimentación, la investigación, cierta renovación. Y a diferencia del teatro para adultos, en el caso del infantil el ‘mercado’ reparte equitativamente público entre compañías".

Cuestión de supervivencia

Así, entre polvorón y polvorón, actores de piel de trapo y venas de hilo siguen ganando terreno, unas navidades más, a los de carne y hueso. Por eso, cada vez son más las compañías que se abren paso hacia el público infantil. Colegios, fiestas, festivales... dan la oportunidad a estas compañías que normalmente suelen ir a caché y para las que su superviviencia es, según algunos titiriteros, más fácil que para las compañías de teatro adulto, debido "a la poca oferta", dice Gil.

El Teatro Permanente de Títeres de El Retiro de Madrid es otra buena muestra de los caminos que recorre el teatro infantil, espectáculo que regala en las fiestas blancas potenciales espectadores y creadores para el teatro de mañana.