Image: Máscaras después de Auschwitz

Image: Máscaras después de Auschwitz

Teatro

Máscaras después de Auschwitz

"El mercader de Venecia" de Heyme llega a Madrid

24 enero, 2001 01:00

De izquierda a derecha: Rafael Rojas, David Luque y Carles Moreu en un momento de la obra

Del 31 de enero al 1 de abril La Abadía mostrará la versión que el director alemán Hansgönther Heyme hace del texto de Shakespeare, en el que aborda el conflicto judío. Traducida por Vicente Molina Foix, será llevada a escena por la propia compañía del teatro.

"Valor, digo, valor", escribió Schiller en Los Bandidos. Doscientos veinte años más tarde, dos guerras mundiales por medio, más de seis millones de judíos exterminados, una población -la alemana- que no puede ni quiere deshacerse del peso de su pasado, y un proceso de paz en Oriente Próximo que empieza y termina todos los días, hacen que esas palabras románticas cobren en la actualidad especial importancia. Sobre todo cuando quien las recuerda es el director Hansgönther Heyme, y cuando su último montaje teatral recupera una historia centrada en un judío, y que durante años sufrió lecturas tendenciosas y mediatizadas según el interés de cada momento.

Teatro político

Alemán, creador de un "teatro político" que "rompe la masa para hablar al individuo" -como a él le gusta enfatizar- Heyme dirige desde hace diez años el Ruhrfestpiele Recklinghausen Europäisches Festival. De su colaboración con el Teatro de la Abadía -iniciada hace dos años- ha surgido este montaje de El mercader de Venecia que tras su estreno en España se exhibirá junto a Sirviente de dos amos, de Goldoni, en el certamen de Recklinghausen, bajo el alentador lema de Schiller. Y es que, según Heyme, "nos encontramos en una época en la que todos estamos desconcertados y atemorizados por cómo puede ser nuestro futuro. Por eso, en estos tiempos que vive la Europa actual, del racismo, etc., este lema se convierte en algo importante para nosotros".

Estos días Heyme da en Madrid las últimas pinceladas a un trabajo en el que tanto La Abadía como Vicente Molina Foix -responsable de la traducción del texto- han puesto esfuerzo e ilusiones. Y es que no es casual que el veterano director haya elegido a una compañía española para realizar una versión comprometida y llena de humor sutil a partir de la obra escrita por Shakespeare en 1597. También con este montaje la inmortal pregunta "ser o no ser" pierde peso frente al nuevo interrogante que abre Heyme: ¿por qué un alemán plantea en España ahora un problema judío? "España tiene una ventaja, que también se puede convertir en inconveniente -explica el director-, y es que el pasado se está dejando en paz para afrontar el futuro. En Alemania se da el proceso contrario: se está removiendo. Tampoco hay que olvidar que tiene una sensibilidad especial hacia el tema judío, y todas las representaciones que allí se han hecho de El mercader... están marcadas por ese peso. Yo no podría trabajar en mi país con un elenco alemán la parte de comedia y de ironía que el original tiene y que me interesa subrayar" explica Heyme, que además de director es el autor de la dramaturgia junto a Hanns-Dietrich Schmidt.

En El mercader de Venecia, Shylock es un judío que pretende saldar con Antonio la deuda de su préstamo cortándole una libra de carne de su cuerpo. A partir de esta trama planteada "con personajes ambivalentes y llenos de matices", el tiempo y las distintas miradas que se han posado en esas páginas han convertido a Shylock en un espejo que devolvía una imagen distorsionada. El judío fue visto en la época de Hitler como la reencarnación de la pesadilla semita. En la postguerra, se le tuvo como un sabio al que no se le hace justicia.
Ahora, las circunstancias obligan a plantear temas como el racismo y la xenofobia. Sin embargo, Heyme -director que trabaja con textos clásicos y que ya ha representado varias obras del autor inglés- quiere sugerir y no explicitar, y su lectura se acerca más a la visión ambigua que planteó Shakespeare. "Su lectura del judío es ambivalente, todo lo contrario a lo imperante entonces, como se puede ver en Marlowe. Shylock no es ni bueno ni malo. Esa es la dialéctica que él planteó y a la que yo me intento acercar. William Shakespeare no escribió una obra antisemita, cosa que muchos libros se empeñan en señalar, sino que reflejó el puritanismo de la época. No hay que olvidar que los judíos fueron expulsados de multitud de lugares y se vieron obligados a convertirse al cristianismo".

Un matadero, un baño turco, una cámara de gas o incluso un pub irlandés aparecen en la imaginación del espectador con la subida del telón. La escenografía de este Mercader de Venecia que ha diseñado Heyme -encargado también de parte de la iluminación y del vestuario- evoca cualquiera de estos lugares, y se aleja de la riqueza decadente de Venecia o de la suntuosidad isabelina de Belmonte, los dos espacios en los que transcurre la obra.

Escenografía pop

Tuberías y azulejos, cambios de luces, de vestuario; juegos, en definitiva, de ideas. Porque lo que se ha propuesto Heyme es, sobre todo, jugar, divertirse con y a partir de Shakespeare. "La escenografía sugiere muchas cosas, aunque yo buscaba un espacio público, frío, aséptico, y un vestuario que recordara al prêt-à-porter, con las máscaras siempre presentes. Juego mucho con los colores, a veces llega a ser muy pop, pero siempre busco la sutileza". Otra de las novedades que aporta Heyme a este montaje es la encarnación de varios personajes en un solo actor, "para dar mayor juego a los actores y que prueben más registros". Así, pieza a pieza, como si de un mecano se tratara, Heyme se divierte levantando una obra que ya está edificada en su mente y de la que da precisas instrucciones a su equipo. Porque si algo destacan los actores de la compañía es la claridad de ideas del director y su nivel de exigencia. "Es muy respetuoso con el trabajo de los actores -comenta Rosa Manteiga, una de las protagonistas-, le gusta mucho el juego. Su propuesta es arriesgada porque habla de guetos, del erotismo, busca un humor inteligente y llena de matices a los personajes como el mío, al mostrar una Porcia caprichosa, frustrada, humana".

En la intención de Heyme está también la de acercarse a un público joven. Por ello ha buscado una estética "que fascine a la juventud. Vivimos en una época -dice el director- en la que sólo hay imagen, y pocos pensamientos. Muchos jóvenes no conocen la existencia de estas obras. El gran reto es atraer a este público para que escuchen y vean estos textos, para que reconozcan en ellos sus miedos y sus sueños".

Y esta intención es también la consecuencia de la concepción que Heyme tiene del arte. De Erwin Piscator, que le introdujo en la dirección teatral, ha heredado esa visión política del teatro que Heyme ha mantenido en todos sus trabajos y que ha llevado a obras como Medea, Hamlet, Noche de Reyes, o Romeo y Julieta. Esta es también la política que rige el Recklinghausen Rhurfestpiele Europäisches Festival que Heyme dirige desde hace once años. "Si el teatro no intenta acercarse a la sociedad con sus problemas, si no da un paso hacia la realidad no sobrevivirá muchos años más. Hay que seducir y atraer a la gente y demostrar desde el escenario que además de las imágenes de los multimedia existe una riqueza de pensamientos que sería una pena perder. Gran parte del mundo vive sin textos como éste, pero el poder de Europa debería radicar en mantener la mirada que contiene este material para poder plantear así un futuro mejor".